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2011/03/16

Co Latino-El movimiento estudiantil universitario (1) | 16 de Marzo de 2011 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

 René Martínez Pineda.16 de Marzo.Tomado de Diario Co Latino.
(Coordinador del M-PRO-UES)

El redentor de la ignominia, como el mesías psiquiátrico, suele fabricar su propio teatro, para recaudar la taquilla y para ser el actor principal. La obra montada es un elogio a la injusticia que –con falaces consignas secuestradas de la lucha revolucionaria- se repite año tras año y, año tras año, quienes no son capaces de aprobar dos exámenes de admisión -y sin embargo logran un cupo “a la fuerza”- se convierten en los alumnos más caros del mundo, por el costo que su ingreso implica. No obstante lo imbricado que luce, en el dédalo de la realidad se entrevé que el movimiento estudiantil universitario (heredero, por historia, de la lucha de los estudiantes de Córdoba por la reforma que buscó elevar la calidad académica, para que la universidad pública fuese un factor de desarrollo para el pueblo; beneficiario, de oficio, de la sangre de miles de jóvenes que -juntando fusil con cuaderno; rigurosidad académica con temple libertario- murieron por la justicia y por una versión, tan sublime como crítica, de la revolución) es el punto de partida del nacimiento –más para mal que para bien, por ahora- de una nueva generación que -por la línea asumida o la pasividad mostrada- tiene un alma oportunista disfrazada de redentorismo educativo, y la vida enseña que los redentores de la injusticia –por manosear la esencia del bien común- casi siempre terminan a la derecha del camino.

Valorando los hechos en la Universidad de El Salvador, vale la pena preguntar: ¿qué tipo de generación tenemos enfrente? ¿Qué tipo de luchadores sociales son los que, impunemente, dañan su propia casa de estudios, tal como décadas atrás lo hacían los cuerpos represivos del Estado; violan descaradamente la institucionalidad redactada por la comunidad universitaria para gobernarse de la mejor forma posible; sazonan las condiciones subjetivas y objetivas para la violación de la autonomía, violándola ellos primero; deterioran la formación académica de sus potenciales bases, que son la inmensa mayoría del universo institucional? ¿Qué tipo de lucha social es aquella cuya premisa es el oportunismo? ¿Cuáles son sus compromisos con la educación superior y con el pueblo? ¿Merecen ser los herederos de tan cruentas y gloriosas hazañas históricas? ¿Quiénes son los que, cobardemente, están detrás de ellos por mesiánico interés?
Las necias “tomas” de la universidad, me hicieron recordar que el genial epítome de textos y leyendas urbanas de la reforma universitaria en América Latina –hecho histórico desconocido por muchos universitarios- incluye un lote de irrebatibles alegatos sobre la unidad material, espiritual y académica de ese movimiento que, corajudo, buscó elevar el nivel de la educación superior, exigiendo -y exigiéndose- más rigurosidad teórica, más apertura sobre la base de los méritos, y más entrega personal, pues, la educación pública se paga con estudio y esfuerzo (la privada con cuotas), siendo esa la forma de convertirse en un militante de la utopía que, por su desempeño profesional, no sólo hará sentir orgulloso a su pueblo, sino que le servirá mejor. Al respecto, el artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, reza: “el acceso a los estudios superiores será igual para todos (obtener formulario), en función de los méritos respectivos (aprobación del examen)”.

Esa combinatoria fue la que lo hizo un movimiento trascendental y combativo, trocándolo en un vivero de revolucionarios categóricos y auténticos, haciendo valer la premisa enunciada por el Che: “todo revolucionario está obligado a ser un buen estudiante, un excelente profesional, un lector feroz”. Pero… eso ha sido olvidado por la actual generación del movimiento estudiantil universitario, por lo que los contrastes teóricos que, años atrás, hacían que éste renovara sus organizaciones, hoy es una cuestión de grados etílicos que llevan a la confusión ideológica, y por eso no es raro que muchos de ellos sean, por su práctica, enemigos de su propia casa, en tanto atacan su institucionalidad. Las tomas de la universidad son una depredación consciente de su autonomía, lo que no puede verse como “cosa de jóvenes”, pues, no es una travesura de niños, es un juego patético que le ha costado a la universidad, en los últimos años, varios millones de dólares. En los 70s y 80s, para entrar a la universidad y, ante todo, para ser revolucionario, había que ser los primeros de la clase.

Así como ayer en el continente, la agitación universitaria en El Salvador –que, en mi opinión, defiende intereses que lindan con lo perverso, obviamente financiados desde afuera- tiene un mismo origen y un mismo impulso, mas no el mismo destino. Como ayer, la chispa de la agitación es un hecho supletorio y, hasta cierto punto, ajeno al quehacer de la universidad pública, pero, la fuerza que la difunde y dirige se halla en el estado de ánimo de la juventud, en esa línea de ideas que se designa –con riesgo a equivocarse– con el nombre de “nuevo espíritu”, y que genera la tentación de ser manipulado. Por eso, el anhelo de la reforma se presenta hoy, con similar grafía, en las universidades públicas latinoamericanas que tratan de romper la brecha de la injusticia social. Para ello, los estudiantes deben definir cuál es el motor de su lucha y protestas particulares, para que éstas hablen el lenguaje de la calidad académica y sean la conciencia crítica y militante de sus pueblos.

En el país, el movimiento universitario ha estado íntimamente unido a la lucha revolucionaria: como su detractor, cuando el sueño mesiánico o escalafonario (que busca cargos de dirección) prevalece; o como su promotor, cuando quiere ser parte del sentimiento revolucionario que se gesta exaula. Pero, el ardor místico de la posguerra, repercute paradójicamente en la juventud universitaria salvadoreña. La idea urgente y difusa de que el país ha entrado -debe entrar- en una transición, despierta en los jóvenes la ambición de cumplir una función heroica y de realizar una obra histórica. No obstante, en la constatación de los vicios del régimen político-económico que permea conciencias, la voluntad de lucha erra el rumbo. La crisis político-ideológica –cuyas mañas se reproducen, con insólita fidelidad, en el campus- invita a revisar y resolver los problemas orgánicos. Lógicamente, la nueva generación siente esos problemas con vigor, pero con un apasionamiento distinto al que vivimos las pasadas generaciones.

Y, mientras la actitud de las pasadas generaciones -como correspondía al ritmo de la era de la dictadura militar- fue revolucionaria (a costa de nuestras vidas, y no de un jalón de orejas de la policía) la actitud de la nueva generación es, por hoy, espontáneamente reaccionaria, ya sea porque secuestra o insulta su propio centro de estudio –que antes juramos defender y mantener abierto, bajo la consigna: “la universidad se niega a morir”- o porque no somos capaces de defenderlo por propia mano, con lo que todos somos cómplices de la intervención de la policía

El movimiento estudiantil universitario (1) | 16 de Marzo de 2011 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

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