El año 2010 ha sido un año difícil para empresarios, profesionales y amas de casa, incluso para el Gobierno. Y según las señales que se ven, no se puede asegurar que la tormenta haya pasado.
Escrito por Elena María de Alfaro.23 de Diciembre.Tomado de La Prensa Gráfica.
“En 2011, tratemos de edificar la confianza que cada día se desmorona más. Confianza del gobierno a sus ciudadanos, de los ciudadanos al gobierno, de este hacia la empresa privada y viceversa.”
Aunque se han recuperado algunos empleos perdidos por la crisis económica, todavía falta llegar a las cifras de años anteriores, y esto sin contar que cada año se incorporan a la fuerza laboral miles de personas; los costos del agua y de la energía eléctrica se elevaron, lo que ha incidido en la reducción del volumen de las ventas de muchas empresas, y la canasta básica de consumo ha incrementado su costo, afectando negativamente la economía familiar. En resumen: las cosas todavía no han mejorado.
Adicionalmente, el próximo año se prevé mucha turbulencia política, mientras que la recuperación económica de Estados Unidos, nuestro principal socio comercial, aún no es sólida. Seguiremos pues, navegando dentro de la tormenta como ya lo hemos hecho por más de dos años, sin hundirnos... todavía.
Para no naufragar ante tan incierto panorama, debemos tener claro el rumbo, definir bien la estrategia, innovar y buscar aquellas oportunidades que nos permitan crecer como personas, como empresas y como país.
Las empresas, que son las principales generadoras de empleo y de progreso económico, no pueden quedarse de brazos cruzados esperando que vengan tiempos mejores. Las pequeñas y medianas empresas también tendrán que enfrentar el temporal y para esto deberán ser audaces, creativas y muy calculadoras.
El bueno o mal futuro dependerá de nuestra actitud y capacidad para aprovechar las oportunidades que, aunque no lo parezca, pueden ser muchas aun en medio de un ambiente de crisis.
Se dice que todo alrededor tiende a cambiar si uno cambia de actitud. Adoptar una actitud derrotista, conformista o de inercia ante los problemas no contribuirá a resolverlos; pero ser creativos, innovar, dejar de hacer las cosas de la manera tradicional, aplicar el “olfato” empresarial, aprovechar las nuevas tecnologías y, sobre todo, tener valor para tomar riesgos y enfrentar dificultades, puede cambiar el entorno desfavorable en uno más ventajoso.
Adicionalmente, hay que fortalecer a la sociedad civil, capacitándola en aquellas profesiones o cursos técnicos que tengan mayor demanda en el mercado laboral, de manera de que nuestro país se vuelva más competitivo y atractivo a los inversionistas y a fin de mejorar la calidad de los empleos.
Pero para que un país sea más próspero y productivo de forma permanente, no basta con lo anterior. Las empresas invierten en función de la predictibilidad de un país, por lo que es necesario contar con un gobierno que reduzca la incertidumbre, que defina las reglas del juego y promulgue las leyes que generen un clima propicio para crear y atraer nuevos negocios. Por lo tanto, debemos exigir al gobierno una visión de largo plazo, indicando las prioridades y el rumbo.
En 2011, tratemos de edificar la confianza que cada día se desmorona más. Confianza del gobierno a sus ciudadanos, de los ciudadanos al gobierno, de este hacia la empresa privada y viceversa. Cada quien debe poner lo que está de su parte para alcanzar nuestro objetivo común, el progreso. Somos salvadoreños y somos conocidos por ser trabajadores y emprendedores, ¡hagámoslo!
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