Salvador Ventura.01 de Diciembre. Tomado de Diario Co Latino.
Toda declaración, posición y hasta la reiteración de trabajar de la mano con la
presidencia de la república para superar la crisis social y económica del país, sirven de pretexto para los ataques despiadados y campañas oscuras de las cúpulas empresariales y altos dirigentes de Arena contra el FMLN. La aprobación del Presupuesto de la nación ha sido el penúltimo eslabón en la cadena de infamias y calumnias. Fue como si esto les diera una mayor confianza en su habitual agazapamiento.
Se han dedicado a un constante acoso, a una permanente campaña de desprestigio, porque suponen que de cara a las próximas elecciones, minando al partido de izquierda carcomen los aspectos plausibles del gobierno, entorpecen las políticas sociales y siembran dudas entre la población.
En realidad, tanto Arena como ciertos dirigentes empresariales (citemos a los presidentes de la ANEP y de la Cámara de Comercio e Industria de El Salvador, así como personeros de la Industria Químico farmacéutica), no recurren al ejercicio abierto de la política, que implica oposición con discusión, sino con métodos apolíticos, oscuros y bastardos.
No son los que quieren dar la cara, sino barrenar. De ese modo no arriesgan las posiciones económicas privilegiadas adquiridas en otras administraciones, con regímenes que ellos reputan mejores dentro de un mismo sistema, porque les otorgaron concesiones, privilegios, mientras el actual trata de trabajar a favor de las familias más vulnerables, al menos así se desprende de los programas concretos de vivienda popular, seguridad y protección social universal, aumento a las pensiones, agilización en la entrega de títulos de propiedad de parcelas agrícolas, paquetes y uniformes escolares gratis y más.
Desde los congresos, reuniones privadas, cócteles y otros ámbitos; incluidos las bodas y los entierros, a los que no faltan por su sobra de tiempo y por el disfrute de bienes que les consiente la ociosidad – madre de todas las maledicencias — se han dedicado a lanzar variadas especies con el propósito de destruir el bien ganado prestigio del partido FMLN, así como denunciar los que ellos llaman “intromisión” del presidente, en cuestiones del libre mercado y libre empresa. Todo para desprestigiar y entorpecer las tibias transformaciones y cambios internos frente a conocidas resistencias.
También no les gusta el giro en las relaciones internacionales, sobre todo el acercamiento con Cuba, Vietnam y otros pueblos progresistas del mundo.
Todos estos hechos les diferencia de los críticos abiertos, tontos útiles del sistema, que parten de planteamientos ideológicos o de enfoques y análisis diferentes, en la búsqueda de supuestas opciones, de otras rutas, pero que no ignoran el valor de algunas obras sociales, de infraestructura y posiciones tanto del mandatario como del partido de izquierda, cualquiera sea la evaluación de resultados.
Y eso revuelca a aquéllos en lo soez, el egoísmo, el pataleo; en la ambición y en los turbios fines de impedir el saneamiento a que puede conducir una época como la presente, donde se tiene la oportunidad de hacer posible una verdadera participación popular.
Los voceros empresariales niegan seguir una agenda política, en la práctica hacen lo contrario y hay una oposición férrea, tenaz, contra toda acción gubernamental que busca favorecer a las mayorías poblacionales, como la aprobación de la Ley de Medicamentos o el anunciado aumento salarial a los empleados públicos.
Las campañas mediáticas y hasta el rumor son las armas más usadas en el presente por estas fuerzas retardatarias, ello con el propósito de atrasar o evitar ciertas obras de beneficio popular que reafirmen la aceptación y el aumento de las preferencias de la población respecto al presidente y al partido FMLN. Pero tienen mal gusto, revelan porquería, no se valen de los recursos del idioma, sino de sus expresiones más soeces y obscenas.
Y hay que ponerse a pensar, como frecuentemente lo hizo en sus reflexiones dominicales Monseñor Oscar Arnulfo Romero — tan inconforme que resultó conflictivo, piedra en el zapato, y así nada sospechoso de incondicional ni adulación— en quienes lo crean, si son objeto de análisis — los chambres vestidos de campañas, pues— y con qué finalidad se hace todo eso, aunque ya lo hemos adelantado por aquello de entorpecer las obras gubernamentales y favorecer supuestamente sus preferencias electorales.
Mientras se publicita una calumnia (“aprueban presupuesto con más salario a sus diputados y páginas en blanco…”) se olvida la sustancia política. Quien lo toma como base de una lucha política, se conforma y ahí se queda. Su vuelve acrítico y únicamente satisface la malsana condición que sólo los santos — y quién sabe— no tienen en algún momento. Es el deseo de los resentidos: que todos se revuelquen en el resentimiento.
De eso se desprende que al presente régimen los resentidos no le quieren entender nada. Para ciertos empresarios (reiteramos los de las cúpulas empresariales) y dirigentes de Arena, nada es aceptable.
Si se aumentan las pensiones y el sueldo a los empleados, se están utilizando dineros de préstamos; si se anuncia una campaña de alfabetización, se acusa de intentar adoctrinar a los niños, a los adultos y a los jóvenes; si se piensa en aprobar una Ley para regular y vigilar los precios y la calidad de los medicamentos, se habla de conspiración contra la empresa privada.
Durante mucho tiempo hemos criticado la política chovinista –nada que ver con el nacionalismo dinámico— y la ciega manera de proceder ante las corrientes universales transformadoras. La actitud de los gobiernos areneros fue ignorar no sólo la realidad de los países socialistas en el mundo — la tercera parte de su población— sino vivir sumisos, de rodillas ante el imperio. Por incomprensiones o para no molestar al poderoso país del Norte acostumbrado a dictar e imponer su política a todo el mundo.
De ese lenguaje oscuro, obsceno, están revestidos los detractores y resentidos que conscientemente trabajan por intereses que quieren seguir teniendo atado al país bajo la opresión del mercantilismo internacional y local por supuesto.
Si los “grandes” empresarios amaran este país, si quisieran el progreso y el desarrollo social y económico a toda plenitud, fueran los primeros en aceptar sin excusa alguna la declaración patrimonial, la regulación y vigilancia de precios y calidad de medicamentos, un aumento al salario y a las prestaciones de sus trabajadores, un impuesto adicional para la seguridad y contribuir con energía al combate contra la delincuencia común y el crimen organizado. Ahí está lo difícil, pero es buen síntoma que algunos ladren.
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