Paula Rosales.29 de Septiembre. Tomado de La Prensa Gráfica.
La participación de la mujer salvadoreña en la política ha sido durante mucho tiempo mínima y relegada a papeles que no le determinan una cuota de poder en los espacios de participación y de toma de decisión dentro de los institutos políticos del país.
El monopolio del poder político-partidario es una de las dificultades para los procesos de relevos generacionales en la política, pues dichos espacios políticos no han permitido que la mujer se apropie y empodere como sujeta de derechos.
No obstante los pocos espacios ganados por las mujeres que día a día luchan por cambiar esa perspectiva de las mujeres en la política está dando ciertos avances, pero son más los retrocesos que se experimentan, lo que hace necesario que los representantes de la política nacional otorguen un valor real a la participación de la mujer, pero eso requiere de la convicción de ellas y del cambio en las políticas actuales para que sea aplicable su participación.
Los espacios que las mujeres han logrado dentro de los diferentes partidos políticos han tenido una participación débil o fragmentada, en donde dichos espacios han instrumentalizado esa participación, se ha observado en las consultas locales, o en cualquier otra actividad partidaria, donde son ellas la encargadas de logística, pero quienes conducen y dirigen debates políticos no son ellas, por tanto se invisibiliza su capacidad de gestión, negociación y dialogo.Se hace necesaria una reforma al código electoral donde se plantee la necesidad de cumplir con un porcentaje obligatorio de representantes del género femenino en los puestos de poder de cada instituto político, esto con la finalidad de promover la equidad de género al interior de los mismos, sin embargo, no hay igualdad cuando no existe un equilibrio entre los cargos estratégicos de poder, donde las mujeres son las que asumen cargos como suplentes de menor trascendencia y, desde esa perspectiva su accionar no podrá incidir al interior de los partidos políticos.
Tenemos un sistema electoral partidario que reprime, invisibiliza, se aprovecha y deteriora la participación de los ciudadanos, lo cual desmotiva a la población especialmente a las mujeres para involucrarse y vincularse en la política.
Pero no toda la responsabilidad cae sobre los partidos políticos o el sistema electoral, de igual forma las mujeres no están motivadas a participar por diferentes razones como: sus múltiples labores al interior de los hogares, la desconfianza del que hacer de la política en el país, la instrumentalización de la participación, y estas son parte de las razones del porque la mujer no asume un rol estratégico en la toma de decisiones, por tanto no se siente representada, aun participando.
Según el contexto social y cultural de nuestro país, muchas mujeres del área urbana pueden pensar que la política es corrupta, sucia, y que el participar en política es pérdida de tiempo y nunca se logran avances concretos para el país. Las del área rural pueden pensar que la política es para hombres o que no se les deja participar porque aun dependen de ideas preconcebidas, donde hay que pedirle al marido que las deje participar, o simplemente no les llama la atención ser parte de la política y por tanto prefieren que sean sus esposos quienes asuman ese rol.
Las mujeres que participan consideran que esos espacios no son suficientes o que aun están cerrados, lo que evidencia que existen liderazgos mal intencionados que imposibilitan los cambios al interior de las organizaciones, lo cual no permite que la mujer participe activamente.
El sistema organizacional no está preparado para respetar los derechos y las garantías de las mujeres en la política, por tanto la concentración del poder en manos del hombre no deja que en una cultura machista la mujer viva sus derechos con plenas libertades.
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