Escrito por Julia Evelyn Martínez.28 de Septiembre. Tomado de La Prensa Gráfica.
c.linares@isdemu.gob.sv
La trata de mujeres con fines de explotación sexual es un fenómeno creciente y global, al que no siempre se le asigna la prioridad debida en la agenda de las políticas públicas (ni en los presupuestos públicos) y que todavía se concibe como un problema de criminalidad, y no así como una forma extrema de violencia de género.
En nuestro país es posible identificar al menos cinco grupos de alto riesgo frente a este fenómeno:
1. Adolescentes engañadas mediante el ofrecimiento de un empleo de modelaje en la capital, y que abandonan sus hogares, para ser llevadas por sus captores a prostíbulos (con apariencia de barras shows o bares) en el interior del país o en el exterior, en donde son privadas de libertad, violadas y obligadas a prostituirse, sin que sus familias o ellas mismas se atrevan a denunciarlo por miedo a las represalias de sus agresores y/o al estigma social.
2. Niñas y adolescentes de familias de bajos ingresos que son “apadrinadas” (con el conocimiento de sus familias o sin él) por personas de su entorno de confianza para participar en actividades de entretenimiento (cachiporristas, reinados de belleza municipales, modelos, animadoras) que las vinculan a redes de explotación sexual, que las utilizan para pornografía, prostitución o servicios diversos a narcotraficantes o crimen organizado.
3. Jóvenes que son contactadas por diversas vías para entablar relaciones personales con hombres adultos, que las abusan sexualmente y que luego las explotan sexualmente a través de redes regionales de crimen organizado.
4. Mujeres reclutadas para trabajar en el exterior, que terminan como esclavas en talleres o explotaciones agrícolas clandestinas, y sometidas a todo tipo de abusos y vejámenes, incluyendo el abuso sexual.
5. Mujeres de todas las edades que viajan ilegalmente a Estados Unidos en busca del “sueño americano” y cuyas vidas terminan convirtiéndose en una pesadilla cuando son entregadas a tratantes que las venden a redes de narcotraficantes o de sicarios que las utilizan como “mulas”, como informantes, como esclavas sexuales o como trabajadoras domésticas.
Y la lista sigue... mientras la sociedad, los medios de comunicación, los gurús mediáticos, los políticos, los líderes espirituales, los guardianes de la moralidad y las buenas costumbres, entre muchos otros, se mantienen incrédulos, escépticos o se burlan de estas situaciones, y de los intentos de prevenirlos. No es extraño escucharles exigir pruebas, datos, fotografías, nombres, rostros para aceptar que las víctimas de esta violación a los derechos humanos existen, y que no son el producto de la imaginación de feministas paranoicas o una simple cortina de humo para desviar la atención pública.
Probablemente parte de este escepticismo, indiferencia o tolerancia con la que nuestra sociedad aborda la trata de mujeres para explotación sexual se explica por el perfil socioeconómico de las víctimas actuales y potenciales: niñas, adolescentes y mujeres de bajos ingresos, provenientes de lo que se conoce como sectores populares, sin conexiones sociales, económicas o políticas relevantes, de zonas rurales o de zonas urbanas populosas. Víctimas que se consideran en el imaginario colectivo salvadoreño como portadoras de derechos de “segunda categoría” o de quienes se espera que terminen dedicándose voluntariamente a la explotación sexual debido a su pobreza y falta de oportunidades.
El secretario de Naciones Unidas ha declarado que la trata es una forma moderna de esclavitud. Por ello, prevenir, denunciar, atender y erradicar este delito contra las mujeres es una excelente medida para conmemorar en la práctica el 189.º aniversario de la independencia nacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.