Tema del momento Fidel Castro ha visualizado el socialismo del Siglo XXI como el comunismo que él impuso a los cubanos a mediados del Siglo XX
Ricardo Esmahan.28 de Septiembre. Tomado de El Diario de Hoy.
Declaraciones inusuales están saliendo de Cuba estos días, coincidentes con el viaje oficial que la próxima semana realizará el Presidente Funes a la isla. Fidel Castro, a finales de agosto, en una entrevista supuestamente le dijo a Jeffrey Goldberg, de la revista "The Atlantic", que "el modelo cubano no funciona ni para nosotros".
Al colocarse la noticia en titulares alrededor del mundo, Castro negó el sentido de sus palabras. Por primera vez en cuatro años, vestido con uniforme militar, el pasado tres de septiembre pronunció un discurso poco común ante los estudiantes de la Universidad de La Habana. Castro hizo alusión a su declaración sobre el modelo cubano y dijo que "fue citado con precisión pero fue mal interpretado" y luego sugirió que el modelo cubano no funciona pero que la revolución sigue viva.
Castro, de 84 años, puede ser viejo pero su juicio parece seguir saludable. No sabemos si fue mal interpretado por el periodista durante la entrevista, lo cierto es que en ella reconoció la inutilidad del modelo cubano, o tal vez estaba dando señales del advenimiento de cambios de política. Independientemente de lo que dijo o dejó de decir, la declaración de Fidel sobre la debilidad de la revolución no fue en absoluto revolucionaria.
Inocultable es el hecho que la economía socialista cubana se ha quedado sin combustible. La incógnita más interesante que surge de este hecho histórico es si el líder cubano está dispuesto a reconocer este hecho. Y conociendo su trayectoria, esperar ¿qué está dispuesto hacer al respecto este líder? Si es que sus palabras son de un franco reconocimiento. Castro quiere que su revolución le sobreviva, para ello debe de mantener un equilibrio entre poder y generación de riqueza y bienestar.
Representantes de la empresa privada salvadoreña han expresado reservas sobre negocios concretos que se puedan obtener en este viaje oficial a Cuba. Sus reservas las fundamentan en el hecho de que toda inversión extranjera en Cuba debe ser autorizada por el gobierno cubano. Los sectores más importantes de la economía de la isla están totalmente fuera del alcance de los inversionistas extranjeros. Los inversionistas extranjeros no pueden ser dueños de la tierra ni de las instalaciones donde se invierte. El Estado tiene el derecho de apoderarse de los activos externos cuando les plazca a sus funcionarios. Otra realidad es que los inversionistas deben de recurrir al gobierno para tomar decisiones tan básicas como contrataciones y despidos, entre otros.
Bajo esas condiciones, la dirigencia cubana tiene la última palabra sobre el bienestar social de sus ciudadanos y premeditadamente ha utilizado dicho control para garantizar lealtades; pero sobre todo, para buscar la forma de neutralizar las disidencias políticas. La falta de confianza reside en que la inversión privada extranjera al final de cuentas está a merced del Estado cubano, el que controla todo.
La revolución de Castro fue edificada sobre el fundamento de que el comercio con los imperialistas era responsable de las turbulencias económicas de Cuba y por el bloqueo comercial norteamericano. Ahora resulta que la supuesta falta de ese comercio es la que tiene paralizada la economía cubana.
Fidel Castro ha visualizado el socialismo del Siglo XXI como el comunismo que él impuso a los cubanos a mediados del Siglo XX. Su gran aliado en el Siglo XXI, Hugo Chávez, cada día le cuesta más sostener sus políticas a su pueblo con su prédica amena, cuando los venezolanos hoy son víctimas de la inflación, delincuencia desbordada, desempleo, militarismo y el personalismo que ha destruido las empresas privadas estatizadas. Cuba y Venezuela tratan de crear reformas para superar el desastre económico, social y político.
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