Escrito por Ivo Príamo Alvarenga.29 de Septiembre. Tomado de La Prensa Gráfica.
Desconcertante es el único calificativo que, en una palabra, puede definir a la actual Corte Suprema de Justicia.
Nunca que se recuerde, el Alto Tribunal se había dividido en grupos opuestos que se odiaran tanto al grado de liarse a golpes dos de sus representativos. Si eso fuese falso, de no ser cierto que dos magistrados se agarraron a trompadas, es indiscutible, porque está a la vista, que en sus intervenciones públicas demuestran agudos antagonismos.
Se dice que la causa primigenia del conflicto fue la eliminación de ciertas prerrogativas que disfrutaban los magistrados, unos de los cuales se molestaron no porque se les hayan eliminado, sino por la forma en que se hizo.
Algunos quisieran ver un enfrentamiento entre izquierda y derecha en las disputas del tribunal en pleno; o en los cuestionados fallos de la Sala de lo Constitucional. Hay indicios de que así podría ser, por ejemplo en las declaraciones de un diputado del FMLN, que celebrando la sentencia de la Sala de lo Constitucional sobre la libertad de expresión, se felicitaba de que al fin hubiese una cabeza del Órgano Judicial que fuese independiente de los otros poderes del Estado.
El parlamentario exhibe una pésima memoria histórica, olvidando que en muchas otras veces la Corte se ha enfrentado al Ejecutivo y en algunas al Legislativo. Y alegrarse porque los órganos del Estado caigan en enfrentamientos, como mínimo puede calificarse de antipatriótico. El país necesita unidad y el presidente Funes cuenta entre sus principales méritos el de luchar por la armonía nacional. Que un encumbrado líder del partido oficial se complazca en el desencuentro es triste y perjudicial.
Pero si se observa la personalidad y la trayectoria de los miembros de la Corte, resulta que algunos tienen bien ganada fama de izquierdistas. Sin embargo, no llegan a constituir una facción suficientemente numerosa para contraponerse a los demás que serían en teoría la “derecha”. En la Sala de lo Constitucional sí, de los cinco integrantes tres gozan prestigio de “progresistas” como antes se acostumbraba decir. Aunque ni ahí puede sostenerse que hay un choque entre izquierda y derecha, sino de diversos pensamientos jurídicos.
El error común de los discutidos fallos de la Sala de lo Constitucional ha sido la no búsqueda de consenso, ni siquiera con los restantes miembros del tribunal, menos aún con otras fuerzas políticas e institucionales. En contraste, recordemos que el pasado presidente de la CSJ, no obstante las múltiples críticas que recibe, algunas de ellas muy graves, fue un permanente y asiduo constructor de aquiescencia, lo cual le valió dos reelecciones en el cargo.
Un somero vistazo a las tres sentencias evidencia otras de sus falencias, descubriendo a la vez sus virtudes. Por ejemplo la relativa a las candidaturas independientes encara una necesidad política honda y ampliamente sentida, pero convierte a la Sala en legisladora incluso en materia de la Constitución, uno de cuyos artículos viola o reforma. La que se refiere a las partidas presupuestarias cierra una puerta a posible corrupción y no puede negarse su corrección jurídica. La concerniente a la libertad de expresión elimina un inciso del art. 191 del Código Penal, que no hacía sino recalcar, precisar, lo que disponen los dos incisos precedentes. Era innecesaria y crea temores, también innecesarios, de que limite la libertad de expresión. Es la más controvertible y genera tensiones, que en nada contribuyen a la estabilidad de nuestra democracia y a la tranquilidad que tanto anhelamos.
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