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2010/09/30

LPG-Estética del cinismo

Escrito por Miguel Huezo Mixco.30 Septiembre. Tomado de La Prensa Gráfica.

mhuezom@yahoo.com

Por un golpe de suerte he conseguido hace pocas semanas una colección casi completa de Tendencias, la revista emblemática de la transición salvadoreña de la guerra a la paz. Releo aquellas páginas y pienso que esta sociedad, pese a todo, tenía enormes expectativas sobre aquel experimento de construcción democrática a la salvadoreña. Ha pasado menos de dos décadas y es inevitable preguntarnos: ¿Qué nos pasó, como país, como sociedad? ¿Dónde se volvió a torcer el camino?

Cuando la guerra interna finalizó, en 1992, El Salvador tenía la oportunidad de entrar a uno de los mejores momentos de su historia. No solo la economía mostraba signos de recuperación, también los ánimos de la gente parecían abrirse a los vientos de la transformación que estaba experimentando el país. Los cambios ocurrían en la vida pública y en la vida cotidiana. Con todo, en los bajos fondos de aquellas ilusiones, seguía activada un bomba de tiempo. Para decirlo con el título de un libro de Álvaro Menen Desleal, aquella fue una “Revolución en el país que edificó un castillo de hadas”.

Contra lo que esperábamos, en pocos años, como un topo, se fue abriendo paso el desencanto. Se irradió por todos los resquicios de nuestra sociedad, comenzó a oxidar la convivencia pudriendo las relaciones políticas. Si ahora el aire nacional está enrarecido y apesta es porque también caminamos encima de los cadáveres de numerosas ilusiones.

La cosa no para allí. El desánimo ha formado una nueva subjetividad: la del cinismo elevado a una categoría estética. Sus alcances ya están presentes en numerosas obras de escritores y artistas. Para Beatriz Cortez, una de las principales estudiosas de las letras salvadoreñas y centroamericanas de nuestros días, podemos hablar de una sensibilidad permeada por el desencanto, a la que denomina “estética del cinismo”. Beatriz argumenta que esta sensibilidad se comenzó a hacer presente desde mediados del siglo XX, particularmente en la obra de Roque Dalton.

Tras una década de lecturas, investigaciones y debates sobre un importante grupo de obras literarias centroamericanas, ha publicado un libro titulado precisamente “Estética del cinismo. Pasión y desencanto en la literatura centroamericana de posguerra” (Guatemala, F&G, 2010).

Beatriz dirige desde hace algunos años el Programa de Estudios Centroamericanos en la Universidad Estatal de California, Northridge –hasta donde sé, el único en su especie en todo el mundo. Pocas personas como ella mantienen un diálogo crítico permanente con las letras salvadoreñas y centroamericanas.

Una de las tesis de Beatriz Cortez es que esas obras carecen del espíritu romántico de las letras del periodo revolucionario que comienza en la década de los años 70 del siglo pasado. Más bien realizan retratos de nuestras sociedades sumergidas en el caos, la violencia y la corrupción. El cinismo –expresado ya sea como obscenidad descarnada o grosería– sirve como una especie de tabla que permite a los autores sobrenadar en un mar oscuro y desesperanzador. Para Beatriz Cortez mucha de la literatura de nuestros días es expresión de un proyecto identitario fallido.

La estética del cinismo está presente, por ejemplo, en narraciones de Álvaro Menen Desleal, Rafael Menjívar Ochoa, Horacio Castellanos Moya, Jacinta Escudos y Claudia Hernández, entre otros. Es una literatura que explora los secretos y pasiones más oscuras, y revela los entretelones de una sociedad dominada por el consumo, el dinero y la frivolidad. Es la marca del fin de las ilusiones en este país que, a sangre y fuego, edificó un castillo de hadas.

(Lea más en: http://talpajocote.blogspot.com/)

Estética del cinismo

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