El fallo pondría en pie el aparataje de la autocensura en nuestro país, al pretender responsabilizar a los periodistas y los medios en los que laboran, de lo que otros dicen, critican o denuncian
27 de Septiembre. Tomado de El Diario de Hoy.
El repugnante fallo de la Sala de lo Constitucional que penaliza el ejercicio del periodismo supedita una libertad esencial de la persona y la sociedad a las valoraciones subjetivas que cualquiera puede hacer sobre su "honor", el respeto que merece, su "buen nombre" y un resto de posturas que hasta los peores delincuentes pueden enarbolar si la ocasión se les presenta. El fallo además desborda la petición que le dio lugar, para elucubrar sobre el "pluralismo" en los medios de difusión, el derecho de respuesta y el uso de fotografías e imágenes.
Los medios, ya se dijo, no están en el negocio de difamar, insultar o calumniar, sino de servir a sus lectores y audiencias informaciones, escritos y entrevistas que consideran valiosas, entretenidas o de interés para la colectividad. En las actuales circunstancias que atraviesa nuestro país, en que pueblos y vecindarios enteros quedan secuestrados durante la noche por el crimen organizado y maleantes de toda laya, los medios son su solaz, lo que les une al mundo.
En contraposición a esto, la calumnia, la difamación y la injuria en sus más asquerosas variantes es oficio de los que distribuyen hojas sueltas, de politicastros de plazoleta, de blogs y sitios en la web que nadie puede ni controlar ni perseguir. De ello apenas hay una insinuación en el largo y retorcido escrito.
El fallo pondría en pie el aparataje de la autocensura en nuestro país, al pretender responsabilizar a los periodistas y los medios en los que laboran, de lo que otros dicen, critican o denuncian. Esto contraviene la disposición constitucional, como lo cita el fallo, de que "nadie debe someterse a examen previo, censura ni caución… es decir, ninguna autoridad puede limitar u obstaculizar dicha libertad, ni aun bajo el pretexto de que lo que expresará o difundirá subvertirá el orden público o lesionará la moral, el honor o la vida privada de otro. En otros términos, la censura está prohibida".
¿Obligarán a decir lo que no queremos?
Aquí chocan dos realidades: la primera, de si hay libertad de expresión toda persona puede decir lo que quiera aunque posteriormente sea demandada por ello. Pero si los periodistas, que son los mensajeros de lo que se dijo, se vuelven corresponsables y pueden ser perseguidos y penados por ello, tienen derecho a revisar, suprimir o recortar lo que la gente dice, creyendo en "los pajaritos preñados" de que en El Salvador hay libertad de expresión.
Libertad de expresión la hay y la hubo, pero está en trance de muerte por obra de sus señorías, los magistados. Los que lanzaron el ataque armado contra nuestro país se justificaban alegando que no había espacios para expresarse; sesenta mil muertos supuestamente para que los salvadoreños digan, critiquen, debatan y hagan humor sin que se les persiga ni menos encarcele o se les lleve a la ruina.
Cuando salió a luz este Diario, en los peores años de la dictadura martinista, su fundadora, doña Mercedes de Altamirano, tenía que llevar las "pruebas de galera" donde el censor. En una ocasión, cuando éste le pidió agregar una frase, ella le contestó que él podía quitarle todo, pero no poner ni una coma.
Ahora los censores seríamos nosotros los periodistas y además, en aras del "pluralismo", se nos puede obligar a decir lo que ni queremos ni pensamos.
elsalvador.com :.: Convirtiendo a periodistas en los censores del público
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