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2010/09/29

Co Latino-Contra viento y marea (2) | 29 de Septiembre de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

 René Martínez Pineda.29 de Septiembre. Tomado de Diario Co Latino.
(Coordinador General del M-PROUES).

Algunos de los arrepentidos están hoy en la metástasis del pánico; otros, se suicidaron con una dosis masiva de supositorios contra la conciencia social -ese rubor que el reaccionario llama “resentimiento”- para evadir la pena: se los acomodaron con amor en la epiglotis del recto y, sin respirar, se los empujaron mientras bebían una Coca Cola, para completar la injerencia.
Qué ironía, estos al menos tuvieron una gota de mea culpa. Una de las cosas que desconcierta a los que vivieron de la tiranía y malversación, es que la tortura, el fraude y el robo no sean opción en la sociedad que, idealistas, seguimos hallando bajo la almohada. Por eso, dos de ellos –estrafalario abogado, uno; periodista trillado, el otro; imbéciles, ambos- le pusieron una demanda a la utopía en la Corte Suprema de Justicia, porque dicen que: “no recurrir a la tortura, represión y despojo contra el pueblo, es un acto de violencia sicológica; una agravio inconstitucional; un atentado terrorista que pone en peligro al país”. Estos tipos están mal de la cabeza, eso lo supe desde que, el uno, denunció a Farabundo por el levantamiento del 32; y el otro -ah, el otro- le dio un nuevo significado a la estupidez retrógrada y al servilismo canino, llevándolos a puntos irreales. Valgan esas leyendas como antídoto de la idiotez, aunque ya es tarde. Pero no todo es malo, porque qué suerte que las ruinas del Tazumal no están en la capital, si no el alcalde ya las hubiera remodelado; qué suerte que la muerte de ningún presidente ha provocado tanto pesar cierto como la de la Manyula, eso habla bien de nosotros; qué suerte que no hay más universidades como la que premió a king flip; qué suerte que ya no somos el país de la sonrisa, eso era inverosímil… pero ¿seguimos siendo el salvador del mundo? ¿Alguna vez lo fuimos?
Aún no es hora de exaltar paños rojos; de llorar borrachos por el himno nacional bajo la tormenta del cambio; del amor que recobra la latitud en el mar de un beso prendido; del augurio de cajas de sorpresas infantiles, que eso es un país sin capucha. Después de la tempestad lo legítimo amanece legal, aunque todo sigue siendo según el dolor del mal con que se mira. ¿Nos jugará una mala pasada la memoria? Para que eso no pase, empecemos por no olvidar lo inolvidable; cortemos en tiras la maldad que nos precede desde la última erupción del Izalco; hagamos cometas con las leyes que nos expropiaron la tierra y la luz, porque no sólo somos gente de transición, somos también fantasmas transitivos, ya que de tanto pueblo y pueblo desaparecido que somos, de seguro vamos a aparecer como pueblo total. Nosotros somos los desaparecidos, empecemos por aparecer; cada uno es la frontera de otro, y en la aduana queda la leyenda del sueño remendado.
En un surco de esta patria en puerperio -donde lanzo deseos a punto de germinar- algo ocurre en la calma que rompen los gallos cadavéricos. Si acunamos la oreja, oiremos cómo brota no el país hecho pedazos que éramos, no el país de campo de fresas que somos, sino el pueblo total que queremos ser, del que soy el peor de sus pregoneros.
Allí están mi mujer, mis hijos (perdón por los posesivos) mi madre y mi abuela (ellas sí son mías). Nunca ha estado un padre –soy el padre de mí mismo- pero en venganza inventé una leyenda en la que él es un desaparecido por la bota de Lemus, para que su falta fuera útil. Mi abuela tenía una bondad dulce e histórica; en sus últimos días se ponía a llorar por instinto, nunca supe por qué. Hoy lo sé… lloraba por mí y por los vaticinios de plomo, por el malagüero de las manos esposadas, por las nubes ralas que cobijan a los husmeados por la muerte, por la insolente arbitrariedad estética que camuflaba masacres con concursos de belleza. Mi abuela no entendía la crueldad, aunque vivió entre crueles; fumaba un cigarro sin filtro por la noche, y luchaba hasta lo indecible por no ser ingenua, con los ojos atribulados por setenta años de vida contra viento y marea, pero cuando el aire se volvió cruento e insufrible me dijo: ya no voy a respirar.
Por su ausencia en mí, el país siguió siendo el mismo; el que me inventé como padre era un apóstol del horizonte, la luna que lo enamoraba era siempre más ardiente que la que nos enamoraba a nosotros, y se fue. El país que buscaba no era el mismo que el que hallé, y no está. Por suerte mi casa existe, y así no despierto a solas con mi desnudez, y abrigo el sueño inabrigable con mi mujer respirando al lado. Me pasan los años cerca y a ella lejos; el tiempo me hiere y a ella la cicatriza, me afea y a ella la embellece; por eso fallo en el intento de pensar con las dos neuronas que me quedan… Ahorita mismo ¿qué estará haciendo allá en el jardín? ¿Leyendo mi demonio cuatrocientos noventa y nueve, o paseando a Guille, la tortuga de nuestros hijos? Hablamos en la noche de los sucesos macabros del día, le ponemos una marca de sangre a la puerta, pero, no se puede domar así nomás la maldad psicópata y el control social y la soga pecuniaria. Palabras contra vileza. Metáforas contra corrupción. Emigrantes contra sicarios. Trabajadores contra delincuentes. Poemas contra arengas políticas. Siempre un millón de acres de lo podrido queda virgen, no recordado en el recuerdo… entonces recuerdo haber leído en el Diario Latino, del 10 de diciembre de 1978, que: “con 33 millones de dólares iniciará mejora de condiciones de vida de las zonas más pobres del país”. Nadie –ese abstracto que nos libra de la penitencia cuando estamos en el discurso de la interacción social- tiene la culpa o su conexo.
La culpa es de ellos, los lumpen, porque al saberse impotentes se aprovechan del prójimo, ese es su infalible “varonil med social”. En el salto al vacío que el país dio, “nadie” tuvo la culpa o su conexo, la tuvieron ellos, los oportunistas, los camaleones, los ladrones con fuero que siempre caen parados, porque fueron mal hechos los cálculos en la cama de la utopía que peca de promiscua; y en esta nación que algún día será cosecha colectiva, la culpa es de los que no sobrevivieron, de los que quedamos medio muertos, porque domamos el miedo sin ser súperhéroes; también de los bienaventurados, porque estuvieron bien las aventuras utópicas contra viento y marea.

Contra viento y marea (2) | 29 de Septiembre de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

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