Sobre Cuba Mienten al ofrecer atractivo panorama turístico, cuando el lujo ofensivo de los hoteles de Cuba está destinado a los turistas extranjeros
Teresa Guevara de López.26 de Septiembre. Tomado de El Diario de Hoy.
En reciente visita a Cuba, el vicepresidente Sánchez Cerén prometió "defender y proteger las ideas de la revolución de la campaña de engaño y mentira que la derecha ha generado". Pero como no especificó cuáles eran esas mentiras esperamos que los que acompañen al presidente Funes en su próxima visita, puedan comprobar las bondades de la revolución que el Frente pretende para El Salvador.
¿Es mentira que en Cuba el tiempo se detuvo en 1956, lo que prueban los viejísimos automóviles y las hoy sucias y destartaladas ruinas, antes elegantísimas edificaciones de un pasado colonial?
Que no hay libertad de prensa, que los dos únicos periódicos, son controlados por el Estado, con ediciones de 8 ó 9 páginas.
Que ningún ciudadano puede emitir una opinión contraria al régimen, porque es torturado, perseguido y encarcelado, como Yohani Sánchez.
Y los cientos de presos políticos, mantenidos en condiciones infrahumanas, pero cuyo amor por la libertad los ha llevado hasta ofrecer su vida por conseguirla.
¿Será mentira que en Cuba un médico gana $20, y que la prostitución es la única manera de aumentar los ingresos?
Que nadie puede salir de Cuba porque no tienen pasaportes. Y que después de años haciendo colas interminables para conseguir los escasos alimentos con tarjetas de racionamiento y comedores populares, hoy anuncian que se cerrarán los comedores.
Que en Cuba no ha habido elecciones en 50 años, aunque el nuevo embajador de ese país en el nuestro, afirma que las elecciones no significan democracia.
Es curioso que el profesor Sánchez Cerén se comprometiera a trabajar fuertemente para liberar a los héroes presos en Miami acusados de espionaje, pero no exigió la liberación de los cientos de presos que se pudren en las cárceles de Cuba, del maltrato que reciben las Damas de Blanco, y que el exilio es la única opción para unos pocos, presos por su desacuerdo con las injusticias del régimen.
Sería justo que el vicepresidente y su partido, dieran a conocer las mentiras del comunismo, cuya historia de engaños y falsas promesas ha sido su principal característica, en todos los países dominados por esa cruel ideología.
En abril de 1959, ante la Sociedad Norteamericana de Editores de Periódicos en Washington, Fidel Castro aseguraba: "No soy comunista, ni los comunistas tienen fuerza para ser determinantes en mi país". El 28 de abril de mismo año, prometía: "Será un gobierno del pueblo, sin dictaduras ni oligarquía; de libertad con pan y de pan sin terror. Cuba será un ejemplo de democracia representativa con verdadera justicia social". Y el 2 de diciembre de 1961 anunció en televisión: "Lo digo con entera satisfacción y con entera confianza: soy marxista-leninista y lo seré hasta el último día de mi vida".
No es extraño, que siguiendo este mismo patrón, el FMLN ofrezca reuniones con los empresarios cubanos, sabiendo que en Cuba no existe la empresa privada, que los negocios son con el gobierno, que es mala paga y que hoy, ante la insostenible situación económica, Raúl Castro despedirá a medio millón de cubanos, con la recomendación de que se hagan empresarios.
Mienten al ofrecer atractivo panorama turístico, cuando el lujo ofensivo de los hoteles de Cuba está destinado a los turistas extranjeros y a los funcionarios del régimen comunista. El pueblo cubano, en plena democracia, no puede ni siquiera entrar a esos magníficos establecimientos y menos aspirar a probar las delicias gastronómicas que allí se sirven.
Que no nos engañen las afirmaciones de que no establecerán un sistema totalitario. Los médicos y profesores cubanos, los programas educativos, el sistema de cuadros en el partido, las ambiguas declaraciones de sus miembros más radicales, la firma del pacto y hasta los altos funcionarios con guayabera, son señales evidentes de que tienen bien claro su objetivo. Luego vendrán los plebiscitos y las reformas a la Constitución para perpetuarse en el poder. ¿Vamos a permitirlo?
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