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2010/09/25

Co Latino-¿Golpe de Estado? | 24 de Septiembre de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

 Orlando De Sola W. 25 de Septiembre. Tomado de Diario Co Latino.

Da la impresión que la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia ha dado un golpe al órgano Legislativo y al Ejecutivo,  y que se prepara para dar otro al Cuarto Poder, que son los Medios de Comunicación Social, pero no es así. La Sala de lo Constitucional solo ha tratado de interpretar la voluntad de los Constituyentes de 1983, que en su mayoría eran contrainsurgentes, por lo que su producto, la presente Constitución, ha quedado desfasado, ya que la guerra fría ha terminado, pero hemos entrado en otro tipo de conflicto social.
Además, no es necesario un golpe de estado para cambiar El Salvador.  Lo que necesitamos es cambiar de actitud, tomando en cuenta que los mejores cambios suceden por amor, no por temor.
También debemos reflexionar sobre los cambios que realmente queremos. Si superficiales, como la forma de gobierno, o si fundamentales, como nuestro bienestar, sin distingos de clase, posición, o condición. Esos cambios fundamentales requieren del inexorable tiempo, pero, más que todo, de nuestra inquebrantable voluntad.
No son suficientes los cambios obsesivos, o compulsivos, como los que emanan del capricho y otras manifestaciones patológicas de la voluntad. Tampoco basta con redefinir la democracia, arguyendo que eso promueve el bien común. Se necesitan cambios que vayan mas allá de la sustitución de unos funcionarios por otros, o cambios de partido, o de gobierno, sino cambios profundos que tiendan a mejorar nuestro sistema de organización social y nuestra cultura.
La felicidad es lo que todos perseguimos, no los golpes de estado, ni los cambios de partido, o de gobierno. Y aunque nunca la alcanzamos, excepto en breves momentos, lo que más nos acerca a la felicidad es amar y ser amados, sin prejuicios burgueses o proletarios.
Puesto que gobernar es conducir y conducir es orientar,  lo que necesitamos es más y mejor gobierno. Pero eso se logra con personas responsables, que no se escudan en culpas ajenas, o en chivos expiatorios, ni delegan facultades personales en gobernantes electos, que no son idóneos.
Aunque vivimos en repúblicas democráticas y representativas, nuestra responsabilidad individual sigue siendo importante. Nuestro voto, o delegación de autoridad, debe ser revocado cuando los funcionarios que elegimos para conducir la cosa pública contravienen nuestro mandato. Por ello la importancia del plebiscito y el referéndum, que no existen en El Salvador, excepto para asuntos municipales, que también son importantes. Es posible que la falta de referéndum haya convertido los golpes en una especie de alternativa.
Nuestro principal gobierno sigue siendo nuestro autocontrol, o autogobierno, que depende de nuestra conciencia.  Y aunque existen leyes, o normas abstractas de conducta justa, y pueden haber jueces que traten de aplicarlas, con sabiduría o sin ella, si esas leyes son producto de intereses espurios, o de prejuicios, o si van contra nuestra conciencia colectiva, debemos derogarlas.
A veces nos sentimos desgobernados porque los cuerpos electos para conducirnos no son idóneos, en el sentido que algunos de sus integrantes no poseen la notoria “honradez e instrucción” que menciona la constitución.  Ese aparente desgobierno, o vacío de autoridad que ocasiona contradicciones y crisis, es lo que permite que las fuerzas ilegítimas, o barbarie, asuman un papel importante.
Los vacíos, las contradicciones y crisis de poder no solo incumben a los funcionarios electos y nombrados, sino a nosotros, sus electores y mandatarios. Por eso, en casos como este, lo que más conviene es aclarar nuestro verdadero mandato, que va más allá de los colores de la bandera y la letra del himno. No es tanto la forma de gobierno que nos estorba, ni su conducción, sino nuestro sistema socio-económico y cultural, que promueve la emigración de personas.
Toda crisis es remediable con suficiente entendimiento y sabiduría. Pero la autoridad moral, el poder coercitivo y la influencia persuasiva deben ponerse de acuerdo para unirnos, no para dividirnos; para que podamos entendernos como grupo humano y vivir en paz.
Ese fenómeno de entendimiento produce buenos gobiernos, buena conducción y buena orientación nacional. Pero de poco sirve si los ciudadanos de carne y hueso tenemos grandes diferencias con los órganos legislativo, ejecutivo y judicial.
Lo que necesitamos es una nueva visión de nación, no un golpe de estado, para que todos juntos podamos coincidir en los principios, medios y fines de nuestro estado nacional.
Necesitamos un dialogo sincero entre la autoridad, el poder y la influencia, no una engañosa confrontación entre poderes formales e informales, visibles e invisibles.
Necesitamos prudencia, justicia, fortaleza y moderación, no sus contrarios vicios. Pero sobre todo necesitamos optimismo, aprecio y confianza para vencer el pesimismo, el desprecio y la duda. También una nueva visión de nación, desprendida del odio y la envidia que nos desgarran, sin tutelajes espurios ni retorcidas ideas sobre nuestras futuras relaciones humanas.
Y eso implica examinar a fondo y sin prejuicios las teorías del estado, del valor, del trabajo, de la explotación, de la plusvalía y de las clases, o estamentos sociales.

¿Golpe de Estado? | 24 de Septiembre de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

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