Carlos Abrego.06 de Abril. Tomado de Raices.
No voy a tratar del veto contra el decreto sobre la reforma del Código Electoral, aunque mis reflexiones giran en torno a este tema. Lo primero que quiero señalar es la excesiva esperanza que suscitó el fallo de la Sala de lo Constitucional al respecto, las candidaturas individuales casi se plantearon como la solución política a la conducta que adoptan los diputados en la Asamblea y la deriva derechista del presidente y del Fmln. Algunos llegaron a pensar que estas candidaturas eran el inicio de la democracia participativa. La presentación de las listas como instrumento del voto directo, las listas abiertas, la posibilidad de elegir entre los diputados y la presentación de la foto también se consideró como un avance de nuestra institucionalidad y de nuestra incipiente democracia.
En mis primeros comentarios sobre el fallo, no compartí el entusiasmo general. No pienso que las candidaturas individuales vayan a cambiar el fondo del voto tal cual se concibe dentro de este régimen. Sin embargo se podía considerar como un avance en el sentido de que esto daba la posibilidad a diferentes corrientes existentes en el país de alcanzar mayor audiencia, si lograban colocar en la Asamblea algún diputado. Era pues un embrión hacia un nuevo pluralismo. Al mismo tiempo también abría la posibilidad de una reactivación de la participación ciudadana en la política y una manera de revalorarla.
El desprestigio del quehacer político está llegando en el país a su clímax. Es natural pues que el fallo se recibiera con mucha esperanza y crecido entusiasmo. Los partidos políticos reaccionaron ante este fallo como reacciona una bestia herida y acorralada. Vieron su muerte anunciada y recibieron la estocada casi como una traición. Acudieron a la encerrona madrugadora y entrelazaron reformas constitucionales para impedir que el fallo tuviera efecto en el futuro. Se armó una discusión en el país, hubo alegaciones de todo tipo, se alegó abuso de parte de la Corte Suprema, se le adjudicó incompetencia e incluso que sobrepasaba sus atribuciones. Hubo consultas, hubo seminarios, se llegó hasta la amenaza de la destitución. Los partidos políticos continuaron hundiéndose en su desprestigio y desacreditando aún más la actividad política.
Es este el punto que me interesa tocar. Los chanchullos, la creciente corrupción, la cada vez más palpable distancia que separa a los diputados, ministros y demás funcionarios del común de los mortales, han ido socavando el pequeño interés hacia la política que tienen los ciudadanos. Hacer política, ocuparse de la política se vuelve cada vez más sinónimo de propensión hacia lo ilegal, lo sucio moralmente, la hipocresía, etc. La sociedad y el mundo de la política son dos universos totalmente separados. Cabe preguntarse ¿quién saca provecho de todo esto?
A primera vista, son los mismos hombres políticos, la casta de los politiqueros es la primera en beneficiarse de la despolitización del país. Entre menos interés hay, menos se sienten obligados de dar cuenta de su actividad a los electores. Los partidos políticos pareciera que dejan de representar a las clases sociales y pasan a constituirse en grupos autónomos de poder y a aglutinar a gente con intereses propios. Esta visión que se ha generalizado y que no deja de lado ahora a ningún partido político salvadoreño, reposa en una aprehensión correcta de la realidad, pero se trata al mismo tiempo de una visión que no va hasta el fondo del asunto. Digo que es correcta pues es lo que se ve y es lo que demuestra la actitud de los partidos políticos en el trato de estos temas. Pero al mismo tiempo, no se va al fondo pues la política no es un asunto neutro para nuestra vida de todos los días, en ella se definen las acciones que van de una u otra manera a beneficiarnos o a perjudicarnos. La política es la defensa de intereses sociales y privados.
Abundan los ejemplos, el principal es la constitución del presupuesto, de su financiamiento, la recaudación de impuestos no es una cosa neutra, los préstamos que adquiere el gobierno benefician a una clase y desfavorecen a otra. Veamos también lo que ha sucedido con el gas. Tal vez se trate de un mal decreto y que se pudo hacer otro. Pero la realidad es que por querer focalizar la subvención hacia los que más tienen necesidad de ayuda, se ha producido un descalabro, que ha provocado el descontento general y la creciente amenaza de la alza de los precios. Pero esta subvención es la que ha mantenido durante todos estos años oculto el precio real del producto y su constante alza. La subvención venía a completar el pago, pero este pago se realizaba por el gobierno en detrimento de otras acciones en beneficio de los ciudadanos. Los dueños de las compañías se beneficiaban de este pago, que procede del presupuesto común, financiado por los impuestos de todos. Ahora se desenmascara una nueva alza y los dueños de las compañías hablan de nuevos modos de calcular, de no se sabe qué nuevos procederes de mezclas, en fin, un nuevo aumento del precio en definitiva. Pero los precios al detalle repercuten otras alzas, es lo que nos afirman también. En parte es cierto, pero también la diferencia de los precios de producción y los precios al detalle nos mostrarían que son los grandes monopolios los que salen mayormente beneficiados. Es decir, en definitiva, en el fondo, la subvención favorece a los patrones y a los monopolios. Esto lo decide el gobierno, esto lo deciden hombres políticos, el ministro y su jefe, “el-presidente-soy-yo”.
Vuelvo ahora al tema. Las candidaturas individuales pueden beneficiar la reconquista de la política por los ciudadanos. No obstante el decreto sobre ellas tiene tantas trabas que las vuelve imposibles. El presidente que se muestra ahora tan celoso de la democracia aprobó con sus dos manos este decreto. Hipócritamente ahora se presenta como un fervoroso defensor de la democracia y veta el segundo decreto. Pero esta actitud no es del todo inocente. Mauricio Funes desde su acceso a la presidencia lleva una lucha constante en contra de los partidos políticos, insiste en su desprestigio y en el desprestigio de la política misma. Si volvemos a la pregunta —¿a quién beneficia este desprestigio?— veremos a quién le sirve prioritariamente el jefe del gobierno.
Funes lleva desde hace buen tiempo un distanciamiento del partido que lo llevó a la presidencia y un constante coqueteo con la derecha política y patronal. El Fmln obcecado por su pretendido papel de representante de las clases oprimidas, no se da cuenta que la población se ha manifestado en favor de las listas abiertas y no desea más que el voto sea distorsionado por las cúpulas. Es decir los electores desean elegir directamente a sus diputados. Los dirigentes del Fmln por primera vez entablan un mano a mano con el presidente. Sorprende mucho que sea en este tema que los efemelistas reaccionen, no lo han hecho antes frente a todos los desplantes presidenciales, no lo hicieron nunca antes frente a los cambios de su línea política. Incluso cuando aún era apenas candidato le dejaron distanciarse e imponer sus antojos. En el comunicado del Fmln no todo es falso, aunque se ve que no lo hacen por defender la democracia, ni la participación política ciudadana.
En esta disputa y en la discusión general que se mantiene en el país en estos días hay un tema de primera importancia. Se trata del papel del partido político en la sociedad. Los partidos políticos sirven para organizar y reunir a los ciudadanos para defender sus intereses, para congregarse y luchar por sus ideas. El desprestigio creciente y justificado de los partidos políticos actuales, no debe ocultar el papel que debe jugar el partido de los trabajadores. Este lugar se está quedando vacío en nuestro país. El Fmln en su afán de quedar bien con su propio candidato, con el hombre que llevó a la presidencia, por querer plegarse a su política en parte social-demócrata, en parte reaccionaria y de derecha, se ha venido desprestigiando y perdiendo el arrastre pasado. La cúpula empieza a darse cuenta, a sentirlo. ¿Pero quién puede tener confianza en un partido veleta y sumiso a los caprichos de un personaje oscuro y pretencioso como el presidente actual? ¿Quién puede volver a confiar en un partido que se dice revolucionario y ofrece sus servicios al gran capital y acompaña a Funes en sus alabanzas al imperialismo? ¿Quién puede ignorar que el Fmln ha votado sin discusión, sin mayores enmiendas las leyes y decretos presentados por el Ejecutivo? ¿Quién puede ignorar que el Fmln abandonó sus demandas de abrogar la Ley de Amnistía, que no perseveró en su posición de volver a la moneda nacional? En estos momentos, ni siquiera participa en la discusión sobre qué destino darle al puerto de La Unión. Y no se trata de un problema anodino. La independencia económica reposa también en tener estructuras económicas nacionales, con capacidad de responder a las exigencias de la economía nacional. Una compañía autónoma nacional en el puerto de La Unión sería también una garantía del control de la circulación de las mercancías, de la recaudación de los impuestos, de la regulación del empleo en el sitio y el beneficio de la formación de profesionales del país. Hay otros beneficios, pero solamente señalemos estos. Entonces, la política nos determina hasta en el precio de las tortillas y si renunciamos le dejamos las manos libres a las clases dominantes que dispongan libremente de nuestros destinos.
El partido político es un instrumento de organización popular, pero es sólo un instrumento y no un fin en sí, no puede ser un medio de vida para nadie. Hasta hoy los partidos políticos existentes nos han mostrado que la ausencia de participación de sus miembros, del verticalismo, que las cúpulas pueden apropiarse del partido y sacarle todo el provecho. En estos momentos los trabajadores, todas las clases trabajadores, todos los asalariados deben mirar bien dónde están sus intereses, deben dedicar tiempo y energías para pensar sobre el modo de funcionamiento del nuevo partido revolucionario. La situación política es nueva, surgen aspiraciones democráticas nuevas que se enfrentan a obstáculos políticos que encierra el sistema actual. La forma y el funcionamiento de los partidos actuales no pueden servirles a los trabajadores. Se necesita algo totalmente nuevo, que nazca del seno mismo del pueblo, a partir de todas sus aspiraciones. Creo que no es conveniente que tiremos al traste la idea del partido de los trabajadores. Lo que necesitamos es crear nuevos conceptos, nuevas ideas y sobre todo nuevas prácticas. Se trata de una exigencia histórica. Los trabajadores no pueden quedarse sin su instrumento de lucha, sin un instrumento organizador. El partido político le da cohesión a la acciones, les da peso y sentido. Muchos nos damos cuenta que el sistema actual en el país no responde a las necesidades de la sociedad, que este sistema ha dominado nuestras vidas y el destino del país desde hace muchas décadas. Es necesario pues cambiar real y radicalmente este sistema. El Fmln prefirió para llegar al Ejecutivo a un candidato-florero en vez de entablar una profunda discusión sobre qué sociedad queremos. El Fmln se mostró oportunista. En vez de convencer y luchar por sus ideas, si es que entonces todavía tenía ideas de cambio social, optó por ceder ante las presiones de grupos interesados por llegar al poder y servirse de él. Funes simboliza justamente todos los abandonos del Fmln.
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