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2011/04/30

EDH-Las sandalias del pescador

José María Sifontes.30 de Abril.Tomado de El Diario de Hoy.

Siempre me pareció interesante la similitud de la historia de Juan Pablo II con la que se presenta en "Las sandalias del pescador", novela de Morris West, que se publicó en 1963 y fue llevada al cine en 1968, con Anthony Quinn. La novela fue un éxito mundial inmediato, y la película se ha convertido en un clásico infaltable en la época de Semana Santa.

El autor australiano jamás pensó que quince años después una historia muy parecida a la de su obra de ficción iba a ocurrir. La novela cuenta la historia de Kiril Lakota, un arzobispo ruso quien después de pasar 20 años como preso político en Siberia, es liberado por el Primer Ministro y enviado a Roma. Es el tiempo de la Guerra Fría y existe amenaza constante de conflicto.

El Papa lo nombra cardenal con el objetivo de mejorar las relaciones con el bloque soviético. El Papa muere intempestivamente y se procede al cónclave. Después de varias votaciones fallidas y por circunstancias que pueden tomarse como casuales, sorpresivamente Lakota es elegido Papa. El mundo entero se conmociona, es el primer Papa no italiano después de cuatrocientos años, y procede de un país comunista…

Existen temores de que se fracture un equilibrio ancestral. Pero el nuevo Papa es un hombre de Dios, con una profunda espiritualidad y un amor inquebrantable hacia los demás. Los años de sufrimiento lo han hecho así. Gusta de salir del Vaticano, mezclarse con la gente y conocer de sus penas cotidianas, respeta a los que no comparten su fe. Será un guía para todos.

Cómo no establecer la comparación. Juan Pablo II fue el primer Papa no italiano desde 1523 y provenía de un país comunista. Sufrió la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial y el subsecuente régimen controlado por la URSS.

Karol Wojtyla y su historia no sólo se compara con la novela sino que la supera. Fue el perfecto enlace entre lo terrenal y lo divino. Alguien extraordinariamente espiritual pero asimismo extremadamente humano. Talvez las penas por las que pasó hayan contribuido a formar su carácter tan especial. Perdió a su madre cuando sólo tenía 8 años, ¿qué pena mayor puede haber a esa edad? Antes de cumplir los 20 ya había perdido a toda su familia. Fue perseguido por su origen y por su fe.

Su amor por lo terrenal era entusiasta. Fue portero en su equipo de fútbol, le encantaba el montañismo y el esquí. Estudió arte dramático y escribió piezas teatrales y poesía. Tenía una extraordinaria aptitud para los idiomas y llegó a dominar como doce. Hizo dos doctorados, uno en teología y otro en filosofía. Y supo llevar estos dones con humildad. Sabía que Dios se los había dado para algo más que enorgullecerse.

Se dice que el Muro de Berlín no fue derribado, que se cayó solo por el peso moral que no pudo resistir. Juan Pablo II le dio vigor a ese peso moral que acabó con una de las mayores ignominias de la historia.

Ser infatigable, con una energía sobrenatural. Al final ya sólo su fe lo sostenía en su peregrinar. No he sabido de alguien con un Parkinson tan avanzado que haya sido capaz de hacer lo que hizo. Definitivamente alguien de allá arriba le ayudaba. Murió como vivió, lleno de fe. "Déjenme que me reúna con el Padre", dijo al final.

En fin, un hombre digno de haber llevado las sandalias del pescador.

elsalvador.com, Las sandalias del pescador

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