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2011/04/25

LPG-Un empresario moldeado en bronce

 “Cuando tú entrabas, yo salía”. Esto me lo dijo Óscar Panameño a propósito de nuestro paso por la Corte de Cuentas, casi en las postrimerías de los años cincuenta, pero cuando él ya era un reconocido empresario y yo un profesional que trataba de encontrar un espacio, después de una larga estadía fuera del país.

Escrito por Juan Héctor Vidal.25 de Abril.Tomado de La Prensa Gráfica. 

 

De hecho nos conocimos y nos hicimos amigos, cuando asumí el cargo de director ejecutivo de ANEP y él fungía como miembro de la junta directiva de la ASI. Su estrecha amistad con don Leonel Mejía –a la sazón presidente de la gremial y miembro del Comité Ejecutivo de la cúpula empresarial– sin duda contribuyó para que la amistad con Óscar se fortaleciera desde el principio. Con el tiempo esto me permitió valorar más a este hombre cuyo éxito empresarial se debe a su tenacidad y visión, moldeadas en bronce y en valores donde destacan la ética, una auténtica responsabilidad social y, sobre todo, una fe inquebrantable en el futuro del país.

Al promediar el primer quinquenio de los noventa, compartimos con Óscar las sillas del Consejo Directivo del ISSS, él como suplente y yo como propietario, dentro de un acuerdo a que llegó la ANEP con el presidente Cristiani. Se trataba de cambiar el rostro de la institución con un mayor número de directores provenientes del sector privado, aunque, como yo, formalmente representaran a entidades gubernamentales. Era un momento en que se requerían mayores recursos para mejorar la seguridad social del país y dejar atrás la estela de malos manejos, que infortunadamente persisten en toda la administración pública.

Nosotros representábamos al Ministerio de Economía, pero desde el primer día nos impusimos con Óscar la tarea de ser la cara más visible de la trasparencia. En la segunda reunión del Consejo, hicimos constar en acta que renunciábamos a viajes al exterior, al seguro a que tenían derecho todos los directores y a otro tipo de beneficios que implicaran perjuicios para los “derecho habientes”. A pesar de que el director general era un amigo muy cercano de ambos, desde el principio fuimos muy exigentes con su gestión, pero él siempre nos lo agradeció. Por cuestiones personales, yo me retiré antes de cumplir el período, pero Óscar siguió por varios años más, sin abandonar la línea trazada.

Años después, bajo el patrocinio del Banco Mundial, Óscar y quien escribe formamos parte de una delegación conformada por funcionarios públicos, políticos, empresarios trabajadores, líderes de opinión (dentro de quienes estaba por cierto don Mauricio Funes) para estudiar el éxito económico de Hong Kong, Malasia y Singapur. Durante el viaje consolidamos nuestra amistad y con algunos de nuestros compañeros comenzamos a construir sueños acerca de lo que podíamos hacer en nuestro país con solo que trabajáramos con ahínco y visión de futuro, pero evidentemente nos quedamos solos. Una reseña de lo dicho la hizo Óscar en ocasión de recibir la Palma de Oro, semanas atrás, por parte de la Cámara de Comercio e Industria.

En su libro “La Escalera de mi vida”, Óscar ilustra lo que ha sido su largo trajinar apoyado en una familia extraordinaria que comparte sus sueños; una familia honorable de esas que desafortunadamente escasean hoy en día. El sábado 12 de este mes celebró sus ocho décadas de existencia rodeado de sus seres queridos y de sus amigos más cercanos. Nuevamente tuvimos el privilegio de acompañarlo, en un ambiente donde una vez más se vivieron momentos de excelente camaradería, admiración y respecto por un hombre sencillo y campechano, que habiendo comenzado a trabajar como barrendero en la estación de ferrocarril de su querido Sonsonate, ha logrado ganarse el respeto de nuestra sociedad, mientras su obra, sintetizada en el bello Torogoz, vuela hacia otros lugares lejanos en figuras esculpidas en bronce, como símbolo de lo que ha moldeado la vida de este gran salvadoreño.

Un empresario moldeado en bronce

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