El Salvador hace lo mismo que Estados Unidos. Protege a algunos dictadores y a otros los ataca. Es la política de la doble moral. Casi todos los países del mundo tienen esta contradicción en su política exterior.
Escrito por Jorge Ramos Ávalos.10 de Abril.Tomado de La Prensa Gráfica.
ssilverman@univision.net
La realidad es que el mundo es mucho menos democrático de lo que quisiéramos y que hay muchos dictadores con los que hay que lidiar. La pregunta es cómo.
Una manera de hacerlo es ignorarlos por completo. Esta es una posición cómoda hasta que el dictador empieza a molestar o a matar. Cuando eso ocurre, ya no es posible estar indiferentes.
En febrero, cuando Muamar Gadafi, de Libia, empezó a asesinar a sus opositores, y luego amenazó a la población entera de Bengasi, el presidente Barack Obama y los aliados de Estados Unidos, Inglaterra y Francia, incapaces de permanecer indiferentes, decidieron actuar militarmente.
Pero Estados Unidos, al atacar Libia, dejó al descubierto una gran contradicción en su política exterior. A veces desafía a dictadores; a veces los acoge. Si bien el gobierno de Obama ha optado por apoyar a los rebeldes que demandan democracia en Egipto y en Libia, al mismo tiempo apoya a los regímenes autoritarios de Arabia Saudita y China, para citar solo dos ejemplos. Eso suena a doble moral.
El presidente Obama, sin embargo, no lo cree así. “No creo que sea una doble moral”, me dijo en una entrevista reciente, “el mundo es un lugar muy grande y hay injusticias por todos lados. Tenemos relaciones con países que no tienen el modelo de gobierno que a nosotros nos gustaría”.
¿Qué factores influyen en la estrecha relación entre la familia real de Arabia Saudita y Estados Unidos? ¿Y qué hay detrás de los esfuerzos de Washington para estrechar las relaciones con el régimen autoritario de China, encabezado por el presidente Hu Jintao? Las respuestas son obvias: petróleo y comercio. Las violaciones a los derechos humanos, la censura de prensa y la falta de una democracia real son relegadas a un segundo plano.
Y no es solo Estados Unidos. El presidente de El Salvador, Mauricio Funes, decidió restablecer las relaciones de su país con el régimen autoritario de Cuba poco después de llegar al poder en 2009. “Yo construí relaciones con Cuba porque me parecía un déficit histórico con un país que ha sido solidario cuando lo hemos necesitado”, me dijo en una reciente conversación en San Salvador.
¿Cómo justifica Funes las relaciones de El Salvador con un país que, gobernado por dos hermanos durante más de 50 años, encarcela a activistas políticos, censura brutalmente a la prensa y no permite a sus ciudadanos viajar libremente fuera de la isla?
“Yo no establezco relaciones por el tipo de gobierno que hay en un país”, me dijo, “yo tengo relaciones con los demás países y no significa que apoye la gestión de un presidente en particular”.
Durante la entrevista Funes mencionó un caso concreto en el que El Salvador se había beneficiado de su relación con Cuba: la llamada Operación Milagro ha permitido que médicos cubanos proporcionen atención médica para enfermedades de los ojos a los salvadoreños más pobres, salvando así a muchos de la ceguera.
Entiendo el valor de tal ayuda. Pero no entiendo por qué Funes no ha exigido que los cubanos puedan disfrutar de los mismos derechos que tienen los salvadoreños: democracia, prensa libre, libertad política y respeto a los derechos humanos. Eso me suena a una doble moral, particularmente cuando proviene del líder de una nación con una larga historia de lucha contra las dictaduras y la opresión.
Le pregunté a Funes acerca de Raúl Castro, hermano de Fidel y su sucesor como presidente de Cuba. ¿Piensa Funes que Raúl es un dictador? “Yo no me meto en política doméstica”, me dijo diplomáticamente.
Luego añadió: “Si fuese periodista como tú, probablemente soltaría un poco más la lengua y hablaría sin tomar en cuenta las relaciones de cordialidad que debo tener con los demás países”.
Pero Funes no me quiso decir qué pensaba realmente de la dictadura cubana. “Yo estoy nada más asumiendo mi posición como presidente.”
Mi conclusión es que la mayoría de los países que mantienen relaciones con dictaduras están actuando pragmáticamente y pensando en sus intereses. No soy ingenuo. Sé cómo funciona el mundo.
El Salvador hace lo mismo que Estados Unidos. Protege a algunos dictadores y a otros los ataca. Es la política de la doble moral. Casi todos los países del mundo tienen esta contradicción en su política exterior.
Así que, como han demostrado Egipto y Túnez, los pueblos que quieran liberarse de sus dictaduras tendrán que rascarse con sus propias uñas. Lo de Libia es una excepción.
Las dictaduras se rompen por dentro, no por fuera.
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