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2011/04/04

LPG-Una normativa para la armonía en el convivir ciudadano

 Se tendrá que impulsar, en el plano nacional, una campaña educativa de orden social para ir perfeccionando la sana relación en todos los espacios de convivencia, tanto urbana como rural.

Escrito por GN3.04 de Abril.Tomado de La Prensa Gráfica. 

 

No todo son conflictividades en el ambiente: también aparecen signos de que nuestra sociedad, en medio de tantas vueltas y revueltas, busca ir ordenando sus formas de interacción social, con miras a alcanzar y consolidar formas de vida comunitaria que correspondan a lo que debe ser una verdadera convivencia civilizada. A lo largo del tiempo, ha habido un obstáculo principal para que ello se dé: el abuso endémico del poder, que durante larguísimo tiempo impidió la democratización de la vida nacional, fomentando divisiones artificiales, exclusiones grotescas y traumatismos interesados. Esto nos llevó a la guerra, que por fortuna acabó en un acto de armonía, que es la base política y moral de esta nueva fase de nuestro devenir republicano, en la que, pese a todas las resistencias y conspiraciones, vamos configurando una forma de salvadoreñidad mucho más consistente y sostenible.

El pasado jueves, 75 votos de todos los partidos políticos aprobaron la Ley Marco para la Convivencia Ciudadana y Contravenciones Administrativas. El hecho, aunque no tiene el relumbre escandaloso de los acontecimientos conflictivos, es una noticia de importancia relevante, porque apunta a la promoción de la armonía en el vivir cotidiano, que es el que todos en definitiva compartimos. Se trata de regular conductas que se dan en el día a día, en los vecindarios y en los lugares públicos, de tal manera que se controlen y sancionen los eventuales abusos, con el auxilio de la ley y de la autoridad.

Como se ha visto con frecuencia, si no hay forma imparcial de resolver pequeñas disputas, éstas pueden derivar en males mayores. La impunidad no debe permitirse en ningún ámbito de la vida, desde lo que parece más insignificante como un parqueo disputado o un ruido incómodo en las vecindades, hasta los delitos más graves. Si no hay contención de las conductas ni medios para hacerla valer, ahí se van generando los caldos de cultivo de los que surgen fenómenos tan letales como el de las pandillas y el del crimen organizado en general.

Una normativa como la que acaba de aprobarse debe verse, por ello, como una herramienta legal inductiva de una nueva cultura de convivencia, en la que imperen, de manera natural, el respeto, la solidaridad, la cortesía y las buenas maneras. En el país, lo que se ha vivido tradicionalmente es el imperio de lo contrario: el abuso, el machismo, la intolerancia y la indiferencia ante los demás. Pero hay que reconocer que la índole básica de nuestra gente es hospitalaria y generosa, y eso es lo que ahora se puede y se debe potenciar, sacando el ángel que tiene el país por dentro y exorcizando todos los demonios que han venido haciendo su agosto en el ambiente.

Saludamos esta legislación con la confianza puesta en su efectividad. La principal responsabilidad administrativa de la misma estará a cargo de los gobiernos locales, que son los que, por su propia naturaleza, están más cerca de la realidad comunitaria de la ciudadanía.

Se tendrá que impulsar, en el plano nacional, una campaña educativa de orden social para ir perfeccionando la sana relación en todos los espacios compartidos, tanto urbanos como rurales. Propulsar eficazmente dicha cultura es hacer civismo en el mejor sentido del término y construir armonía de la manera más efectiva y verificable. El aprendizaje fructífero de la convivencia constituye factor clave para la democratización, ya que ésta se alimenta de actitudes y de voluntades.

Una normativa para la armonía en el convivir ciudadano

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