En los años recientes está tomando forma de costumbre el hecho de que como siguiente capítulo después de que la Universidad de El Salvador publica los resultados obtenidos por los aspirantes a ingresar a dicho centro de estudios, los que no son aceptados realizan toda clase de protestas para exigir ser aceptados. Esto en determinados momentos ha tomado matices de mayor intensidad, como tomas al campus, enfrentamientos con las autoridades y hasta huelgas de hambre.
Escrito por Romeo Ramos Amaya.01 de Abril. Tomado de La Prensa Gráfica.
Este panorama se presta para diferentes lecturas. Algunos se basan en que la educación es un derecho y que se les debe incorporar a la Universidad al costo que sea. Por su parte, las autoridades universitarias argumentan la falta de recursos, otros elaboran análisis científicos y explican con indicadores objetivos, como por ejemplo la diferencia de días lectivos entre una institución pública y una privada, y a partir de esto demuestran que gran parte del problema estriba en la deficiente formación adquirida a nivel de educación media.
En la búsqueda de encontrar a quien adjudicarle algún tipo de responsabilidad de que un buen grupo de bachilleres no logra entrar a “la Nacional” se ha señalado al Gobierno en dos direcciones: una, porque no ha mejorado la calidad en la educación media; y dos, porque no le concede una mayor cantidad de recursos a la Universidad.
Asimismo se ha cuestionado el papel de los institutos y colegios con relación a sus niveles de exigencia, a la idoneidad de sus cuadros docentes, el acceso a la tecnología y otros rubros.
Para poder formular una valoración integral sobre esta problemática se debe partir de la perspectiva que para la adecuada realización del hecho educativo se debe contar con la presencia activa y responsable del trinomio: estudiante, escuela, padres y madres. A estos últimos –padres y madres– nadie los ha mencionado con relación a responsabilidades, y ellos son protagonistas de primera línea, ya que por su libre elección de procrear hijos e hijas son los modelos, los referentes a partir de quienes van a configurar su personalidad, que implica una autoestima, conceptos, actitudes, valores, maneras de actuar. Todos estos elementos desde las etapas tempranas de la vida dan como fruto un infante responsable y siguiendo una secuencia lógica, más adelante perfilan un adolescente responsable, motivado, con proyectos de vida bien definidos, capaz de alcanzar el rendimiento académico necesario para poder ingresar a la Universidad.
Es hora de que padres y madres revisen su protagonismo en la conducción y formación de sus hijos e hijas, es decir, desde un enfoque retrospectivo, ver cómo se está realizando este papel, cómo se están gestando las condiciones, para que más adelante en su camino de superación, el y la bachiller no se encuentren con la incómoda situación que por motivos de bajo rendimiento no son admitidos en la Universidad.
Es en esta etapa que se revisa y fortalece el papel de primeros y principales formadores, y no después acompañándolos, con acentos hasta de desgarrarse las vestiduras “por el derecho a la educación de sus hijos” en la realización de protestas innecesarias e incómodas para los que ya estudian en la Universidad, ya que pierden clases.
Para todo hay un tiempo óptimo; después no se puede, ni se debe responsabilizar a los demás por lo que no se hizo como correspondía y cuando correspondía.
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