Juan José Figueroa Tenas.07 de Abril.Tomado de Diario Co Latino.
No hay duda que la región centroamericana es un atractivo para el desarrollo desde la cultura y el turismo. Es una apuesta a la que debemos poner atención porque en ella converge de una u otra manera el sector de la población históricamente más marginado y vulnerable: la juventud.
En efecto decir turismo es decir recreación, paisaje, postal, geografía, hotelería, cocina, folklor, arte, cultura, es decir su gente.
El carácter tropical de Centroamérica, sus verdes y su sol, volcanes, playas y montañas, se sitúan en un nivel interesante dentro de lo que las personas buscan para el descanso y la recreación. Y en este tema ya no solo hablamos de aquellos turistas que llegan de Europa o de cualquier otra región del mundo, ahora podemos hablar con bastante propiedad de un turismo interregional.
Salvadoreños viajando a Nicaragua, nicaragüenses llegando a San Salvador, un ejemplo de lo que se ha estrechado el territorio, haciéndolo más familiar para miles de centroamericanos que cada verano toman un mapa o una guía turística para contactar a las operadoras que les sugieran el lugar de su destino.
La diversidad cultural de nuestra región bien puede resumirse en un interesante viaje por la ruta de nuestros ancestros mayas, en un encuentro con los sitios arqueológicos, la música nicaragüense, los pueblos salvadoreños que han logrado combinar el concepto del turismo urbano y la calidez de la gente del campo.
La industria del turismo es sin duda una de los mayores retos para el desarrollo y oportunidades requeridas por una juventud ávida de encontrarse en un mundo complejo.
La juventud tiene la posibilidad de incluirse en un proceso de culturas y de acciones que van desde la cocina regional, la música popular, el dominio de la historia y el folklor de las diversas regiones, las artes plásticas como la artesanía, convirtiéndose en perfectos guías de sus propios pueblos.
Los esfuerzos deben estar pensados no solo en atraer al turista, para que nuestros países puedan planear con seriedad su propio desarrollo, es imperativo que los diversos actores hagan suyas las políticas de Estado que se han formulado para fortalecer a este sector.
La educación debe jugar un papel muy importante en estos procesos. Cada vez se observa una mayor presencia de los temas relacionados con el turismo en las currículas universitarias. La geografía es imprescindible para cualquier joven que busque ingresar en este interesante mundo de la industria del turismo. No se puede ser un gestor de estas actividades si no se conoce la geografía, si no conocen su propia tierra.
Las costumbres de nuestra gente, sus modos de vida, sus historias no oficiales, sus actos de heroísmo, sus mezclas de colorido y los ritmos musicales son el corazón del turismo. Debemos pensar en inducir a la juventud para que se prepare en estas áreas, que conozca su historia, su folklor, que se piense y se asuman a sí mismo.
Toda acción humana demanda, si es que se precia de ser honesta y con objetivos precisos y realistas, de disciplina y estudio. El turismo es una oportunidad para que nuestras maestras y maestros sirvan de enlace para una juventud que siempre seguirá necesitando de una orientación para su encuentro con el futuro.
Sabemos bien que los modelos curriculares universitarios han nacido y servido a situaciones históricas muy particulares, que sus modificaciones también responden a las realidades y a los avances científico técnicos, parece simple hoy día la operación con tecnología láser en los padecimientos de la vista de la misma manera que el diagnóstico computarizado en los sistemas electrónicos de la mecánica automotriz. No nos cabe la menor duda que en esas áreas tan importantes del desarrollo humano, los sistemas educativos, privados y estatales, han invertido de mediadores, puesto que se trata de preparar a personas que han de servir en esas industrias.
De la misma manera, ya no podemos seguir viendo el turismo como un mero asunto de recreación de “extranjeros”. El turismo es una enorme posibilidad de desarrollo e inclusión para miles de jóvenes, hombres y mujeres que en muchos casos no encuentran espacios en la sociedad, no solo por las crisis económicas, sino también por el hecho de no encontrarse con las dinámicas propias de la región frente a un mundo que le seguirá demandando aquello que más parece tener a mano: su paisaje.
Para los gobiernos el reto sigue siendo el fomento del turismo a través de la implementación de políticas de Estado que conjuguen el fomento de la industria, la definición de reglas, el acompañamiento de los gobiernos locales, pero además, la definición de líneas claras para incluir a nuestra juventud por medio de una moderna e inductiva educación y preparación técnica en el ramo.
Ya no podemos darnos el lujo, en el caso de El Salvador, de decir que lo pequeño de su país, que propicia las cercanías de su paisaje volcánico, el mar, la montaña y las ciudades y pueblos, es suficiente para lograr un desarrollo sostenible. Debemos convencernos que el turismo es también la gente que trabaja en el ramo, que necesita no solos vivir de un empleo digno, requiere también verse en el desarrollo que proyecta la imagen de aquellas y aquellos que tienen las posibilidades de ejercer el derecho a la recreación.
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