Un documento confidencial, cuya publicación es delito, fue clandestinamente sustraído de las manos del Ministerio de Hacienda y distribuido junto con un anónimo contra FUSADES.
Escrito por Ivo Príamo Alvarenga.02 de Marzo. Tomado de La Prensa Gráfica.
Vivimos tiempos oscuros, “escudriña la noche de la Patria, compañero”, diría Roque Dalton, “eso que ves ahí no es un lucero”. Ni un infantil mortero, agregaría yo, es el fogonazo de un arma. “Hemos descubierto que cuando se enciende una luz, las tinieblas se disipan”, dijo una vez Claudia Umaña. Ese disparo era contra la luz que FUSADES trata de encender y disipar las tinieblas de la Patria. Quien haya reproducido el documento, y lo haya hecho circular anexándole el papel falsario y ofensivo, es un vampiro, de los que viven de chupar sangre y la luz los enceguece.
FUSADES recurrió a la Fiscalía para que investigara la fuga del documento y pidiera la sanción correspondiente. Ella tiene la última palabra, dijo Sigfrido Munés. En efecto, de su diligencia y habilidad dependerá que se desenmascare este delito y no quede en la habitual impunidad.
Otra sombra que se ha proyectado sobre nuestro país es la de las masacres cometidas por buseros, las cuales en vez de un honesto mea culpa han llevado a Genaro Ramírez, el más cínico de todos, a realizar malabarismos retóricos para echar la culpa a las autoridades.
Desvergüenza no solo de él es admitir que sus choferes tienen la consigna de adelantarse a cualquier unidad de transporte para quitarle los pasajeros. Ante tales impudicias, los gobernantes debieran, finalmente, dictar y ejecutar las normas correspondientes.
En ocasión de un accidente con 14 muertos y otro parecido a los actuales, en marzo y abril de 2008, tomándole la palabra al viceministro de Transporte que en mayo de 1999 dijo que era necesario endurecer las leyes de tránsito, propuse algunas medidas que vengo sugiriendo desde hace por lo menos 15 años. Sintéticamente en 2008 planteé:
En materia civil entra en juego el “deber de garantía”, según el cual el dueño de una cosa está obligado a que sea conservada o mantenida en modo de no causar daños. Caso típico es el de los animales como perros o ganado, cuyos perjuicios debe pagar el propietario. El pasajero, al abordar un vehículo de transporte, perfecciona un contrato con el propietario que, por ese simple hecho, se compromete a llevarlo sano y salvo a su destino. El choque, la colisión, la rotura de frenos u otro desperfecto no lo exoneran de culpa, sino crean la presunción de su responsabilidad, para eximirse de la cual tiene la carga de la prueba. Es él quien debe demostrar su absoluta inocencia, es decir, su máxima diligencia para evitar el hecho.
En el campo penal debe eliminarse la naturaleza culposa y declararse doloso el “accidente” ocurrido por conducción temeraria; o elevarse las penas del delito culposo, según el monto de los daños; o las lesiones o muerte de las víctimas. La prueba debe hacerse sin burocratismos, ajustándose a las necesidades y posibilidades de recogerla. El testimonio de las víctimas desde luego ha de tener pleno efecto demostrativo.
El dueño del vehículo debe ser siempre responsable solidariamente con quien lo conduce, por el “deber de garantía”. Se presume su culpa, salvo que demuestre lo contrario.
Huir del lugar del accidente será penado como delito autónomo, salvo presentarse a las autoridades competentes y otras medidas para evitar injusticias.
El propietario del vehículo tiene que proporcionar las generales del conductor, incluyendo residencia y documentos de identidad, o ser penado como encubridor.
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