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2011/03/17

LPG-Editorial-Pasar de las intenciones a los compromisos

 Puede haber buena intención en los enunciados, pero si no se pasa a los compromisos practicables, todo se va quedando en humo de pajas; y quien tiene que respirarlo es el país entero, que merece desde luego aires mejores.

Escrito por Editorial.17 de Marzo. Tomado de La Prensa Gráfica. 

 

Se ha llevado a cabo el XI ENADE, según una ya muy saludable tradición anual de la Asociación Nacional de la Empresa Privada. Este año, el tema ha sido “Institucionalidad para el Desarrollo”, y en el importante documento que recoge las reflexiones y recomendaciones del Encuentro se subrayan y desarrollan puntos básicos como la seguridad ciudadana, el fortalecimiento de la institucionalidad pública y un sistema nacional de concesiones. Pero más allá de los aportes concretos en áreas específicas, que deben ser acogidos y analizados por los distintos sectores como insumos para seguir avanzando en el proceso de modernización y sostenibilidad democráticas, la cita convocada por la ANEP sirvió para continuar en el ejercicio de buscar los mínimos de entendimiento entre el Gobierno y el empresariado, en ruta hacia una relación más constructiva y productiva.

Es evidente que sigue prevaleciendo un clima de desconfianzas mutuas, que a veces se manifiesta en reservas explícitas y a ratos llega a incubar rayos acusatorios. El Gobierno persiste en conceptos como la unidad nacional y el diálogo también nacional; el empresariado insiste en más transparencia y más credibilidad. Pero el meollo de la cuestión está en generar verdadera confianza mutua. Y el mismo término “confianza” debe ser revisado, porque venimos de una larga época en que la confianza se confundía con una especie de identificación que derivaba casi inevitablemente en complicidad. Confianza es contar con las condiciones para que cada quien pueda poner sus cartas sobre la mesa y a partir de ahí generar entendimientos de fondo, que no tengan nada que ver con las componendas amañadas que han prevalecido tanto en el ambiente.

Dentro de lo que se dijo en el seno del XI ENADE hubo, desde luego, referencias a las desconfianzas de uno y de otro lado, con reiteración en temas que son conocidos de sobra, como las “agendas escondidas” y las “dobles agendas”. Sería importante, para ir clarificando y ventilando el ambiente, en función de despejar los espacios para establecer una relación de normalidad desprejuiciada, que se pasara a un tipo de lenguaje menos cargado de suspicacias y más impregnado de comprensión activa. En esto, a quien le toca dar la pauta, por el rol determinante que tiene asignado, es al Gobierno. Con una sana disciplina de no caracterizar y de reaccionar con mesura ejemplarizante habría de seguro más posibilidades reales de entrar en una fase de análisis sustantivo de los problemas pendientes, que son grandes y complejos de por sí.

Si se hace un recorrido por los distintos enfoques sectoriales y de grupo respecto de la problemática nacional, resalta el hecho revelador de que hay una creciente unanimidad sobre cuáles son los problemas principales más acuciantes; y, aunque existen diferencias sobre los diagnósticos y los tratamientos, esas diferencias parecen objetivamente manejables. Las retrancas, pues, están en las actitudes mucho más que en los contenidos.

Permanecer en el pimpón de las acusaciones, veladas o abiertas, no lleva nunca a nada, en ningún ámbito o cuestión. Y resulta cada vez más notorio que lo que se necesita es acción concertada y lo que estorba es la retórica improductiva. Puede haber buena intención en los enunciados, pero si no se pasa a los compromisos practicables, todo se va quedando en humo de pajas; y quien tiene que respirarlo es el país entero, que merece desde luego aires mejores.

Pasar de las intenciones a los compromisos

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