El Salvador está como el hombre que topa la tarjeta en fiestas, para encontrar luego que no puede comprar medicinas ni pagar una clínica cuando una hija se enferma. Dios nos ayude
16 de Marzo. Tomado de El Diario de Hoy.
Un excelente y fundamentado artículo del Wall Street Journal en el que aclara lo que en verdad sucede en las centrales nucleares de Fukushima, Japón, retomamos en esta edición. (Ver Pág. 27). En él se señala la imposibilidad de que se produzca otro Chernobyl y a la vez enfatiza el espantoso drama humano causado por el tsunami y el gran terremoto del viernes 11 de marzo.
Para el analista, el peor riesgo es que se produzca una histeria alrededor de las centrales nucleares con lo que se puede detener la expansión de una de las más prometedoras fuentes de energía en un mundo que poco a poco agota sus reservas de combustibles fósiles cuando sus necesidades van en crecimiento. Sin energía barata y confiable el Tercer Mundo no podrá aspirar a mejorar sus niveles de vida y a eliminar las lacras que le agobian.
Es un horror la situación en que han quedado millones de personas, sin techo, sin acceso a alimentos, con dificultades para obtener agua, sin hospitales y centros de salud equipados para asistirlos, pese a la excelente infraestructura de socorro que hay en el Japón. Cuando una gigantesca ola arrasa poblados enteros, como se ha visto en vídeos y fotografías, "no se sabe por dónde comenzar", pues dentro de los escombros puede haber todavía personas vivas.
La destrucción material es mucho más absoluta y profunda que la producida por el terremoto de Haití, aunque el número de muertos no llegue a las pavorosas cifras de la nación caribeña.
Estos hechos comprueban que es imposible prever una catástrofe —nadie imaginó lo que sucedería en Haití, tampoco el vendaval político que tiene lugar en el Medio Oriente (con el mundo presenciando impávido una carnicería de jóvenes que luchan contra una demencial dictadura) ni el terremoto y tsunami de Japón.
Lo más que se puede hacer es asignar recursos para enfrentar una crisis de esa naturaleza, como cuando una familia ahorra para cubrir emergencias médicas. Además se debe tener la solvencia y el crédito para reconstruir después del desastre.
Puros novatos para manejar emergencias
El Ida comprobó no sólo la precariedad en que vivimos, sino también la debilidad de las estructuras de socorro existentes, la falta de coordinación entre las instituciones, la pobre administración de recursos y, lo más grave, que después de vientos y lluvias, o por igual temblores, los encargados no sabían lo que tenían que hacer. Fue triste que en medio de la emergencia las personas a la cabeza de los esfuerzos no contestaban los teléfonos, se escondieron.
A esto se suma que con el cambio de gobierno fue despedido del COEN y entidades similares, personal con mucha experiencia, que había recibido entrenamientos en el exterior y que además estaba probado en sus puestos. Todas las jefaturas, se nos dice, están en manos de novatos —personas que seguramente tienen las mejores intenciones del mundo— pero que deben sus nombramientos a sus actuaciones políticas o a sus parentescos.
A lo anterior se agrega algo más grave: el súbito endeudamiento del país, deudas que se adquieren para desarrollar programas sin mayor sentido y para inflar la burocracia, lo que puede encontrarnos insolventes cuando más se necesitarán recursos.
El Salvador está como el hombre que topa la tarjeta en fiestas, para encontrar luego que no puede comprar medicinas ni pagar una clínica cuando una hija se enferma. Dios nos ayude.
elsalvador.com, Lo grave no es lo nuclear, sino la catástrofe humana
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