Álvaro Rivera Larios.22 de Marzo.Tomado de Contra Punto.
BARCELONA - En su artículo ¿Por qué estudiar a Marx? (ContraPunto, 22 de Febrero, 2011), Aquiles Montoya asegura que muchos de los que hablan de la crisis del marxismo únicamente conocen el marxismo ideologizado. Ignoro si detrás de su juicio hay ignorancia o mala fe, lo único que puedo afirmar es que la opinión de Montoya es bastante limitada porque no abarca ni explica todos los hechos del debate. Para empezar, muchos de quienes han reflexionado sobre la crisis del marxismo han sido perfectos conocedores de la obra de Marx. Doy cinco ejemplos: Korsch, Labica, Castoriadis, Heller y Balibar. Se podrá estar en desacuerdo con tales pensadores, pero no se les puede despachar atribuyéndoles ignorancia o mala fe.
Si Montoya quiere poner en tela de juicio el conocimiento de Marx que tiene Agnes Heller o el que tenía Georges Labica, sería conveniente que justificara sus dudas. De lo contrario, tendrá que matizar su opinión y admitir que entre los estudiosos que plantean el problema de la crisis del marxismo hay gente seria que formula argumentos dignos de analizarse. La mejor manera de contribuir a un debate no es simplificando las críticas complejas o silenciando las ideas de los mejores adversarios.
Dos rasgos típicos del marxismo ideologizado son su ciego rechazo a admitir la existencia de problemas dentro de la teoría marxista y la inclinación permanente a simplificar lo complejo. Me pregunto si en este caso, al negar los problemas y simplificar la complejidad del debate, Montoya no cae dentro de las inercias poderosas del marxismo ideologizado. Sólo alguien atrapado en una perspectiva ideológica puede negar que ahora exista una crisis en el pensamiento de la izquierda. Un pensador como Labica no tenía problemas en aceptar que el marxismo siempre está en crisis y que avanza a través de ellas. Según Labica, a las incertidumbres políticas de la izquierda actual se vincula el hecho de que el marxismo, como teoría y como método científico, se interroga a sí mismo sobre su naturaleza, su historia y sus propios conceptos.
Y uno se pregunta qué ciencia social no rectifica sus viejas hipótesis o plantea otras nuevas al mantener un diálogo permanente con la práctica y los hechos. Sólo en los sistemas cerrados de creencias están prohibidos el cambio y la incertidumbre. Como bien dice Labica: las crisis pueden ser un terreno fértil para los auténticos pensadores (Lukács, Gramsci).
Étienne Balibar considera positiva la defenestración del marxismo escolástico, pero estima que no basta con retornar a Marx para resolver la crisis teórica y política de la izquierda. Según Balibar, la obra del autor de “El Capital” es rica y compleja, pero también problemática: en ciertas ideas de Marx (las que tocan el papel de las instituciones y el partido revolucionario en el proceso de transición al comunismo) ya está presente la posibilidad de varias orientaciones teóricas. En esos tramos, el pensamiento marxista se bifurca y suscita contradicciones interpretativas y prácticas. Volver directamente a Marx como quien vuelve a un terreno firme, claro y ausente de conflictos, según Balibar no es posible.
Dado que Marx no fue un dios ni un profeta, no veo necesario endosarle el atributo teológico de la infalibilidad. Como cualquier individuo de carne y hueso, él también cometió errores y hubo fenómenos que no fue capaz de prever. Por ejemplo, no se le ocurrió pensar que sus ideas simplificadas y vulgarizadas podían convertirse en otra forma de falsa conciencia.
Los positivistas creen que un trazo nítido separa a la ciencia y a la ideología marxistas. Así olvidan la condición de ciencia incomoda que tiene una obra como “El Capital” cuyo fin no era el de ser un texto para universitarios sino que el de convertirse en la teoría que orientase la práctica de una clase explotada. Si quiere ganar eficacia colectiva, en un medio en el que las competencias lectoras están desigualmente distribuidas, una ciencia con tal destino político no tiene más remedio que recurrir a las simplificaciones. La ideologización del pensamiento crítico es una consecuencia de su misma finalidad revolucionaria: si la teoría marxista anhela prender en la conciencia de las masas tiene que rebajar su complejidad y su rigor metódico para convertirse en “la opinión” socialmente compartida por “el proletariado”. A raíz de su implantación histórica, dentro del marxismo se desarrolla una dialéctica cultural y política entre su estatus de teoría sistemática y su inevitable propensión a la ideología.
Uno se pregunta por qué los académicos que presumen de ciencia a menudo se muestran ciegos ante las consecuencias inesperadas de la práctica política revolucionaria. No las estudian ni las explican porque, según ellos, la implantación histórica de las ideas radicales no tiene la más mínima consecuencia para la teoría marxista. Esa forma de subordinar los hechos a un sistema formalizado de pensamiento, esa forma de excluir los datos que no asimila un texto cerrado y sacralizado, demuestran que a dicha forma de entender la razón científica ya llegó la ideología.
No hay que ser un genio para saber que una cosa es el pensamiento de Marx y otra el complejo destino que ha tenido la necesaria vulgarización política de sus ideas. Lo difícil, para algunos académicos salvadoreños, es comprender que la dinámica que convierte un pensamiento crítico y complejo en un sistema de creencias no es tan sólo un caso histórico y excepcional (el del marxismo soviético) sino que es un fenómeno sociológico que tiende a reproducirse por una serie de razones políticas y culturales. Algunos estudiosos tradicionales de El Capital no comprenden todavía la importancia que tiene este problema para la teoría política marxista.
La ideologización del marxismo es un proceso que surge del encuentro del proyecto liberador con el horizonte simbólico de una sociedad en la que existe la división clasista entre trabajo manual e intelectual. Aunque genera grandes peligros (su emotividad puede bloquear su carácter reflexivo), el marxismo ideologizado cumple ciertas funciones (articula, cohesiona y da sentido a la política de masas y a las instituciones que nacen con ella). El gran desafío que nos plantea es el de cómo elevar su calidad, el de cómo volverlo más complejo y menos ciego.
Los intelectuales orgánicos que simplifican a Marx por razones de “comunicación” a menudo quedan atrapados en el lecho cultural de sus propias simplificaciones. He aquí otro problema recurrente que el marxismo positivista condena, pero no explica ni resuelve.
Lo que puede ser un buen consejo en el ámbito académico (leer al clásico y a sus mejores comentaristas) se convierte en una propuesta ingenua en el plano de la difusión más amplia, popular, de la teoría. Si el proletariado sólo puede acceder a una imagen esquemática de la ciencia, conviene plantearse la pedagogía del marxismo desde un punto de vista activo en el que se asocien su estilo de pensamiento y la participación política. La mejor pedagogía radical está condenada al fracaso si no integra la razón crítica en los canales de la participación popular y democrática. Habría que preguntarse por qué los partidos marxistas se han convertido en los enterradores más activos del legado de Marx.
After looking into a few of the blog posts on your web page, I honestly
ResponderEliminarappreciate your way of blogging. I saved it to my bookmark site list and will be checking back soon.
Please check out my website too and let me know what you
think.
my website ... how to get more followers on instagram