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2011/03/02

Co Latino-El despertar | 02 de Marzo de 2011 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

 René Martínez Pineda.02 de Marzo. Tomado de Diario Co Latino.

Las dos de la madrugada. Ya era martes, aunque, para él, era marzo, sólo marzo, porque su vida era demasiado lenta como para contarla en días; eso lo supo cuando el mercado le enseñó -¡a patadas, sólo así entienden estos hijos de puta!- que el día tiene más horas que billetes su salario de empleado, igualado con el más alto a través del comprado y los impuestos. Tenía tres horas de estar dando vueltas y vueltas en la cama sin poder dormir, incomodando a Jacinta, su mujer. Pero, en el preciso momento de acostarse, un tornado de reflexiones fiscales deambuló por sus sesos iletrados, taladrándoselos sin piedad. No había forma de convocar el sueño; se acomodaba a la izquierda, a la derecha, al centro-derecha, boca abajo, pero, ideas y cosas seguían zumbando, hasta llevarlo al mismo cierre igualitario: todos estamos jodidos y no lo sabemos… no queremos saberlo, para seguir siendo felices en la desesperante levedad de la ignorancia. ¡Qué mierda es saber el por qué de las cosas y no tener valor para cambiarlas! -gritó, para asustar al gnomo del insomnio con un amén atropellado.

Siguió dando vueltas contando hasta cien, quinientos, cien mil. Sintió que habían pasado dos horas, pero el reloj le dijo que sólo fueron seis minutos. Se debe haber parado, pensó, y siguió luchando con ese insomnio tan inexplicable como feroz, pues, hasta esa noche, no había tenido problemas para dormir. Parecía como si, puum, todas las variables, experiencias, risas y llantos que armaban su historia, se hubiesen acomodado de tal forma en su cabeza que, como luz final, le hicieron ver todo con claridad y, francamente, esa realidad develada no era grata. A eso se debía el martilleo de ecos que le impedían dormir, porque se clavaban en sus sienes y en su boca amarga. Había entendido su vida, la de los otros… la vida no vivida, y esas ideas disfrazadas de recuerdos le movían la almohada cuando estaba a punto de dormirse. Su mujer, pasándole su mano color lila por la frente, quiso saber si no estaba siendo víctima de una fiebre súbita, traída por los fríos vientos que irrumpieron desde que se supo que la tarifa de la electricidad –generada con agua nacional- subiría… y respiró, aliviada y unánime, cuando sintió fresca su piel de animal domesticado.

Tratando de no despertarla, se levantó en busca de cualquier cosa y, parado frente al espejo de la claustrofóbica sala, descubrió las pulsantes arrugas azules que le atravesaban, de sur a norte, la cara. Con que así luce un cadáver –dijo- y regresó a la cama sabiendo que podría más la tribulación que el sueño. En silencio repasó el laberinto de los días y no halló nada sorprendente, pues, qué puede tener de sorprendente el saber que todos los de su clase tienen, como él, la cartera rota, deudas por doquier, deseos inasibles, números de lotería no premiados, patologías ocultas, hijos inconfesables, amores improbables, o sea un pasado sin futuro, una vida en la que, a pesar de trabajar duro, la compra de los útiles escolares siempre es una tragedia, un tronar de dedos que no se puede compartir, pues, hacerlo –enseña la descultura publicitaria- es mostrarse débil con los débiles.

El reloj temblaba con agujas de plomo. Cerró los ojos y oyó el lamento de Martín, su colega, quien la tarde anterior le había dicho que ¡estos hijos de puta nos han amputado la conciencia! Reconocé que han hecho un trabajo fino: ya nos quitaron las calles y aceras; nos quitaron las plazas y los ríos; lotificaron nuestros cerros y montañas, o sea que nos dejaron sin mapa nacional para que los niños crezcan sin historia ni identidad ¡y nadie dice nada!... porque todos están apendejados con la luz de los almacenes que exhiben cosas que no podemos comprar. Y dice el empresario que “el desempleo reinará si lo obligan a pagar los impuestos; que la economía está mal porque el precio internacional de la gasolina anda por el cielo y el del café por el suelo”; pero, la taza de café cada día está más cara y… Y su frase quedó flotando en el calor nocturnal. Se volvió hacia la izquierda para ver si así podía dormir, y se topó con el hálito de implacable y acre abandono de su mujer, hablando dormida de las carteras que había tocado y de los zapatos que se había medido sin intención de comprarlos, por caros.

Se puso boca abajo para ahogar la memoria, pero ahí estaba la sabiduría popular de Walter, diciendo que este pueblo cuántico aguanta todo: fraudes, impunidad de políticos y buseros, carestías; si ya parece un burro que cuando le ponen más carga sólo mueve las orejas, pero no se quita. Imagínate que... ¿Qué pasa que no te dormís? interrumpió su mujer, y luego le preguntó si tenía alguna jarana grave, una enfermedad secreta, una bicha preñada, y entonces recordó que no tenía visa moral para indagar lo último… claro que si no hubiera metido las patas –se autojustificó- no hubiéramos tenido para el plasma en el que ve los partidos. Él, poniéndose boca arriba, le dijo que lo que pasa es que las cosas se van a poner peor, y no podemos hacer nada para remediarlo. Ya ni la mierda nos alcanzará para comer, dijo, levantándose en busca del último sobrecito de café. Desde la cama, ella preguntó ¿qué les espera a nuestros hijos? Seguir luchando, mujer, seguir luchando -contestó, como si esa frase resumiera la razón de ser del insomnio que, seguramente, le acompañaría los años venideros.

Volvió a la cama después del último sorbo de café, dispuesto a no dormir por su culpa y ya no a consecuencia de las aflicciones que, hasta ese día, supo que vivía. ¿Y nosotros qué hacemos mientras tanto? Preguntó ella, sollozando, y se cubrió con la colcha para no oír la respuesta. Él, quien hasta el día de ayer había sido feliz en su ignorancia; había sabido ocultar su cobardía en el designio de un dios omnipotente, o en el fraude ideológico de la opinión pública, suspirando hondo, como si tratara de hacer suyo el conformismo que signa al pobre de espíritu, le contestó: rebuznar y mover las orejas, mujer… ¡qué más nos queda!! Enseguida, le dio la espalda a la silueta inerte de Jacinta, tal como años antes se la había dado a la vida… y cuando era hora de levantarse, se durmió como un niño, para soñar con la perversión del ser.

*renemartezpi@yahoo.com

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