El 31 de octubre se cumplieron 492 años desde que Martin Luther clavó en la catedral de Wittemberg, Alemania, las 95 tesis que denunciaban las indulgencias y los excesos de la Iglesia Romana. Luther concluyó que la esencia del cristianismo no se encuentra en la organización encabezada por el Papa, sino en la comunicación directa de cada persona con Dios a través de Jesucristo. El movimiento protestante trajo un deseo de regresar a los orígenes del pensamiento bíblico y poco a poco fue rompiendo con la filosofía política totalitaria y religiosa de la Edad Media. La democracia fue remplazando al poder absoluto, y aunque la monarquía no dejó de existir, su poder se redujo.
Escrito por Rafael Mejía Scaffini.09 de Enero. Tomado de La Prensa Grafica.
Las estructuras centralizadas fueron dando espacio a los gobiernos locales. En algunos lugares, el poder nacional comenzó a ser ejercido para cohesión social, y en Suiza y Estados Unidos se adoptaron estructuras políticas federales, donde el poder central se ocupa del ejército, políticas monetarias y relaciones exteriores.
Esta nueva forma de organización política fue resultado de la visión protestante que sostenía que las estructuras descentralizadas garantizan más la libertad de expresión y el respeto de la persona humana.
Contrariamente a la religión oficial, que separaba las profesiones y consideraba el servicio a Dios solo a través de las órdenes religiosas, el trabajo y las diferentes profesiones comenzaron a ser considerados como ministerios; así, cada cristiano debía ser sal y luz ahí donde se encontraba, en este sentido, la profesión sería el medio más adecuado de servicio al prójimo.
La pereza y la mendicidad que prevalecieron hasta entonces fueron condenadas como vicios de acuerdo con la Biblia. Los cristianos inspirados en este nuevo concepto trabajaban no solo por interés económico sino para servir a Dios.
La Reforma incrementó la honestidad y el respeto a la palabra dada, se exaltó la verdad y se condenó la mentira. Estos valores facilitaron los intercambios comerciales y los créditos bancarios, se pasó del uso de la moneda de oro y plata al billete impreso por los bancos.
Se incrementó el ahorro debido al trabajo duro y la austeridad. Grandes empresas se constituyeron en forma de sociedades. En ellas participaron no solo comerciantes e industriales, sino obreros y artesanos. La organización de las empresas fue similar a las asambleas cristianas; responsable, consejo de administración y asamblea de accionistas, organizaciones que favorecieron la democracia económica que existe en Europa hasta ahora.
El ideal de fraternidad de la Palabra de Dios permitió el nacimiento de grandes obras sociales inspiradas en la caridad y se desarrollaron legislaciones en favor de los menos favorecidos.
La instrucción fue generalizada para que todos pudieran leer la Biblia, y la disciplina y el amor por la lectura trajeron consigo la libertad intelectual que penetró las universidades y los centros de investigación científica. Muchos escritores y sabios huyeron de las regiones totalitarias para instalarse en países protestantes.
Estos y otros muchos legados nos ha dejado la Reforma como desearíamos los salvadoreños. Entusiasmo no nos falta, sin embargo, el trabajo duro con visión, la austeridad, la perseverancia, el ahorro, la descentralización política, y sobre todo un ideal de fraternidad cristiana siguen siendo los grandes ausentes en nuestro país.
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