Cada cierto tiempo, en Cuba, la dictadura convoca a enormes concentraciones públicas para demostrar el respaldo unánime de "el pueblo" hacia el dios en la Tierra, Castro
Editorial. 26 de Enero. Tomado de El Diario de Hoy.
La farsa montada en Zacatecoluca para "consultar al pueblo" fracasó, pese a que unos cuantos miles de campesinos, que ni viven ni trabajan en esa cabecera, fueron acarreados para votar, según denunciaron muchos viroleños. De vuelta, pues, a las ruedas de caballitos, andar de un lugar a otro con "votantes" para las consultas. Eso hacía el general Martínez, como también lo hizo Osorio en los Cincuenta. Es la manera en que ciertos partidos consiguen ganar en las cabeceras departamentales que les interesan: inscriben como residentes de la ciudad a gentes que habitan en cantones. De allí la nueva exigencia de llevar recibos de energía para obtener el DUI.
Es posible que por obra de ese ardid, de acarrear votantes, el "sí" ganara en forma abrumadora sobre el "no", pero sin superar el cuarenta por ciento de la votación anterior que el mismo alcalde efemelenista fijó a su antojo. Lo probable es que o bajen ese porcentaje del cuarenta por ciento a veinte o diez, o lo eliminen para declarar como triunfo lo que les conviene, o se infle la rueda de caballitos.
Cada cierto tiempo, en Cuba, la dictadura convoca a enormes concentraciones públicas para demostrar el respaldo unánime de "el pueblo" hacia el dios en la Tierra, Castro. El procedimiento es muy simple: cada jefe de cuadra, cada capataz de fábrica, cada director de colegio, cada caporal de finca, tiene la obligación de llegar a la gran Plaza de la Revolución con su gente. Si no lo hace, o si estos no vitorean con toda la fuerza de sus pulmones, su "cabecillazgo" está en grave riesgo.
Siguiendo una igual lógica, el que falte al llamado o no muestra el debido ardor cívico, puede verse convertido en paria y perder las estampillas de racionamiento con que recibe sus mendrugos.
Lo más significativo es que ningún particular en Zacatecoluca sabía cuáles eran los propósitos de la consulta "al pueblo", fuera de darle al alcalde un cheque en blanco para que hiciera lo que le daba su real gana. Con una dosis de razón algunos comerciantes temían que el alcalde, por mandato de "el pueblo", comenzara a quitarles sus puestos a las vendedoras para asignarlos a gente escogida a dedo. Hubo quien pensó en que se iban a cobrar más impuestos, o multar a quienes no renovaran a su costo construcciones de su propiedad en el centro "histórico".
Linchan la sensatez y linchan el debate
En eso está lo peor de esa trampa de los plebiscitos: que obliga a la gente a votar a oscuras sobre las verdaderas finalidades y consecuencias de la consulta. Es seguro que ningún venezolano está de acuerdo con que Chávez regale a Cuba el petróleo que este país necesita para sobrevivir, de la misma forma en que ningún salvadoreño aceptaría que parte de los impuestos que paga se destinen a subsidiar a los sandinistas.
La naturaleza de los plebiscitos atenta contra un principio democrático fundamental: el voto informado. Y sólo hay voto informado cuando se debaten pública y milimétricamente las competencias y poderes que tendrá un gobierno o funcionario como resultado de una elección o consulta. Así es en Europa: se vota conociendo al menor detalle a lo que conduce un gane o una derrota.
Las consultas populares son un linchamiento del debate público, de la sensatez, de lo que significa ser ciudadano.
elsalvador.com :.: Fracasa la consulta a la rueda de caballitos
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