Escrito por René Martínez Pineda ( renemartezpi@yahoo.com). 27 de Enero. Tomado de Diario Co Latino.
Señoras y señores; niños y niñas; honestos y políticos; intelectuales y asesores; hoy escribiré sobre la pobreza… y vaya que ese es un tema crudo como ninguno; un tema rudo de emboscar y desarmar en cinco páginas, tres hipérboles, cuatro adverbios de lugar, dos adjetivos descalificativos y una autocircuncisión pública, debido a que la realidad se mira –en tanto conocimiento vulgar- sin quitarnos el tapaojos del mundo que tenemos a la mano. Por esa razón, caeré en la sinrazón de analizarlo de la forma en que, en nuestro remoto pasado, se vio a los filibusteros, usureros y conquistadores foráneos: con mitos universales, metáforas rurales, leyendas urbanas y palabras mágicas, para que quienes andan a pie en la asfaltada autopista de la intelectualidad –de los que soy un botón de muestra- podamos comprenderla de forma que sepamos, sin duda alguna, cómo enmendarla sin remendarla; cómo resolverla sin absolverla; cómo votarla para botarla. Imaginemos, pongamos por caso, un río largo y caudaloso, cuyas cacerolas musicales suenan tan lejos que parecen embrujos inofensivos; y que sus notas se quedan prendidas, como arácnida luz de luna, en las chozas sin arroz y frijoles que, a pesar del frío que rebota en sus techos haitianos, insisten en dormir sin cobija, como el pájaro famélico que opta por morir en la intemperie antes que abandonar el nido… pues eso es la pobreza.
Hoy pensemos, entonces, en una mujer de caminar ardiente, arrogante, lento, marítimo; pensemos en sus pechos torneados, suaves, adictivos, que imitan el vaivén y traqueteo furioso de un terremoto –de 9 grados- que rompe el muro de nuestros valores; en sus ojos de indescifrable misterio malagueño; en su boca más pequeña que el beso que insinúa -ah, luciérnaga furtiva- para derrumbar el “buenos días” pueblerino… pensemos, también, en el enamorado que -sin saber de relojes exiliados, cambios climáticos y fatigas de la vigilia cotidiana- la ve escurrirse de la trompa prodigiosa del chorro de la cantarera que reúne a las madrugadoras; que la caza, con el fusil de su deseo, en el “dios me la cuide” que le persignan las ancianas; que la rehace en su futuro inmediato y mediato; que la dibuja, poro a poro, en la tierra desgranada donde disimula su mirada… pero que nunca se decide a hablarle; pero que nunca halla el valor necesario para decirle: “me gustás un talego, Florcita, venite a vivir conmigo para siempre…” pues esa fiera indecisión es la pobreza.
Supongamos, entonces, que un niño de ocho años sigue creyendo que, como cuando recién nacido, el mundo se desvanece al cerrar sus ojos, y que tiene la magia para fabricar leche con sólo succionar el pezón izquierdo de quien tanto extraña; que las plazas públicas se arremolinan con su aliento puro y diáfano, y que la delincuencia y los telefonistas voraces se esfuman en su fuerza centrífuga; que, por ir a la escuela, aprende a sobrevivir manejando su dedo pulgar; que discute con los hoyos del pantalón y los convence de hacerlo sentir bonito y tibio; que sabe moderar el clarinete de su llanto para entretener a la familia -a falta de un televisor en buen estado- y porque sabe que su lírica trae el regalo del seno lácteo y el calorcito dérmico que le fascina respirar; que sabe que es feliz, aunque ignore que el precio de su sonrisa es el menosprecio de la lágrima materna… pues esa ignorancia feliz y protectora es la pobreza.
Hoy pensemos en un anciano con sueños por cumplir que, sin saber por qué, se propone salir del analfabetismo hilvanando en su memoria triptongos, gerundios y superlativos que jamás ha conocido en persona; y se confunde cuando le dicen que “estómago” es una palabra esdrújula, pues él -antes de aprender a leer- creía que era grave; y se confunde porque aprende que “hambre” es una palabra grave, pues él creía que era aguda, por el dolor que le hace sentir en la esdrújula; y después de tres meses de clases escribe de esta forma agónica su primera plana cívica: “en los canpos ondulan doradas espigas”, debido a que en su terrenito la “m” no existe, porque el maíz no alcanza para domar al hambre; y las manos están tan desgastadas que ya no existen… pues esa inexistencia -donde la “n” de “nada” reina- es la pobreza.
Imaginemos que la concretera del empresario brama a todo pulmón construyendo su futurista torre de Babel; que vocingleramente mastica su materia prima; que ásperas manos ayudan a esa materia prima a dar el punto de espesor, la sazonan, la colocan donde debe ir, le dan forma, la limpian, le agregan los otros ingredientes y vitaminas y sudores, la suavizan, la maquillan, la adornan… manos que desde hace siglos trabajan juntas, y juntas se quedan abiertas… manos que se estrechan y lloran en la frontera, porque la concretera no las alimenta a todas, y entonces ésta -cobrando vida- se ladea, escupe… y balbucea, hipócrita, mil novecientas treinta y dos palabras de diesel arrepentimiento, que de nada sirven a quien anda descalzo… pues ese discurso de cocodrilo es la pobreza.
Imaginemos, con Lennon, que las fronteras dejan de ser boca para ser mano; que derogan sus podridas aduanas y sus registros denigrantes que sospechan del pobre; imaginemos que lo único ilegal en nuestras tierras es la injusticia, no la gente; que los recíprocos flujos migratorios se engordan de manos públicas, no de plusvalías privadas; que cuando los huracanes se tomen por asalto el cielo, contrabandeemos cordilleras protectoras; que cuando la sed nos inunde hasta el cuello, trafiquemos ríos limpios; que cuando la miseria se envalentone, exportemos sociólogos, antropólogos, médicos, artistas y trabajadoras sociales con conciencia izquierdista, pero sin aranceles ni formularios zoosanitarios… pues ese ramillete de utópicas ilusiones, que no tienen carne, es la pobreza. Todo lo demás que al respecto se haya escrito es pura paja o, en el peor de los casos, es una crisis de sesquipedalia verba.
He escrito. Y por favor disculpen que abandone -de súbito y a la carrera- esta página, pero acabo de recibir un correo electrónico (dirección falsa, claro está… así es la cobardía) de uno que dice que es “socio fundador y accionista mayoritario de los escuadrones de la muerte”… de seguro quiere darme una clase teórica de movilidad social, para superar la pobreza; y una lección práctica de represión, para que me acostumbre a ella… pues esa cobardía escatológica es la pobreza. Muchas gracias…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.