29 Enero. Tomado de Cubadebate.
Intervención de Ricardo Alarcón en el Encuentro de cubanos residentes en el exterior, clausurado este viernes 29 de enero de 2010, en el Palacio de las Convenciones, en La Habana
Compatriotas:
La batalla por hacer justicia a nuestros Cinco hermanos presos en Estados Unidos exige un profundo examen de conciencia. No tenemos derecho a contentarnos con lo alcanzado por grandes y sostenidos que hayan podido ser nuestros esfuerzos. Tenemos que hacer mucho más y hacerlo ahora pues este año habrá concluido toda posibilidad de encontrar una solución dentro del sistema judicial norteamericano.
En realidad, los casos de Gerardo, Antonio y René ya están cerrados y sólo pudieran revisarse mediante procedimientos extraordinarios especialmente complejos y que no ofrecen motivos para el optimismo.
Hemos conseguido desplegar una amplia campaña de solidaridad en todo el mundo pero para la gran mayoría de los norteamericanos este caso, simplemente, no existe. Quienes en Estados Unidos controlan la información prohíben acceder a ella al pueblo norteamericano.
Sólo en Miami se publicó acerca del juicio a que los Cinco fueron sometidos. Pero en vez de actuar como informadores, casi todos los llamados “periodistas” locales, muchos de ellos pagados por el gobierno, se dedicaron a falsificar los hechos, a calumniar a los abogados defensores y a presionar abiertamente a los miembros del jurado.
Para el resto del país el que fue en su momento el juicio más largo de la historia norteamericana no atrajo ni un segundo de atención. De él no se ocupó la prensa corporativa pese a que ante el tribunal comparecieron almirantes y generales, asesores presidenciales y además, terroristas luciendo atuendos de guerra. Nada dijeron de la insólita exposición que allí se hizo de acciones y planes violentos que se urdían y hasta se llevaban a cabo dentro del territorio norteamericano ni de la escandalosa justificación que de ellos hicieron los fiscales y la jueza. Guardaron silencio ante las presiones y amenazas de que fueron objeto los miembros del jurado y ante sus quejas y las tímidas protestas del propio Tribunal.
Nada han dicho nunca los medios norteamericanos sobre este documento presentado por la Fiscalía en mayo de 2001 y que sus autores lo inician señalando que el paso que estaban dando carecía de precedentes en la historia de Estados Unidos. ¿Qué dice en esencia este texto titulado Petición de Emergencia y que fue dirigido a la Corte de Apelaciones de Atlanta? ¿Qué pidieron con tanta urgencia los fiscales y por qué lo hicieron?
Con todas las letras la Fiscalía admitió que era imposible demostrar la culpabilidad de Gerardo Hernández Nordelo en el infame Cargo 3 - Conspiración para cometer asesinato en primer grado - y solicitó formalmente retirar la acusación originalmente formulada contra él, la que había sido eje principal del largo litigio. Por esa razón ni la jueza del Distrito ni el Tribunal de Apelaciones aceptaron la tardía solicitud. El Jurado, en consecuencia, tuvo que pronunciarse sobre un cargo respecto al cual el propio acusador había reconocido su fracaso y había insistido en retirarlo y lo hizo de modo dramático, excepcional.
Tomó al Jurado apenas unos minutos, sin pestañear, para declarar a Gerardo culpable de algo de lo que ya no era acusado. No tuvieron los jurados la menor vacilación, ninguna duda, pese a que la Fiscalía había reconocido que “a la luz de las pruebas presentadas enfrentaba un obstáculo insuperable que conduciría al fracaso de la acusación.” Sólo en Miami pudo suceder algo semejante. Gerardo es quizás la única persona condenada a morir en prisión por un “crimen” que no existió, con el que no tuvo relación alguna y del cual el acusador reconoció carecer de evidencias. Esto fue la prueba más irrefutable de que en Miami era absolutamente imposible un juicio justo para nuestros Cinco compañeros.
Tampoco vaciló la Jueza, que conocía perfectamente lo anterior, para imponerle la descomunal sentencia, pedida por el gobierno, a dos cadenas perpetuas más 15 años de prisión. No dudó la Corte de Apelaciones, destinataria de este documento, para ratificar esa enormidad y negar a Gerardo la posibilidad de ser resentenciado en cuanto a la también falsa acusación de “espionaje” pese a reconocer explícitamente que con respecto a él hubiera correspondido hacerlo. Al negarse a revisar el caso la Corte Suprema se hizo cómplice en una iniquidad imperdonable.
El proceso de resentencias recién concluido a Ramón, Antonio y Fernando confirma, una vez más, la injusticia que sufren nuestros compañeros y la arbitrariedad del sistema norteamericano. Hubo que luchar diez años para que la Corte de Apelaciones reconociera lo que se sabía desde el primer día, lo que la defensa no se cansó de repetir: que en este caso no hubo daño a la seguridad nacional de Estados Unidos, que nadie obtuvo, ni transmitió, ni siquiera buscó información secreta alguna. En pocas palabras, aquí no hubo nada de espionaje. Por eso la Corte de Apelaciones declaró nulas esas sentencias y ordenó que les fueran impuestas otras. Todo lo antes dicho está aquí en este documento que es público, pero esto no importa a los instrumentos de la propaganda imperial y a los tontos que le hacen el juego. En las pocas ocasiones en que no pueden evitar aludir a los Cinco nunca dejan de atribuirles un “espionaje” que saben no existió.
Las nuevas sentencias dictadas contra Ramón, Antonio y Fernando son también injustas, arbitrarias e injustificables. Como las anteriores y como las que pesan sobre Gerardo y René y que fueron confirmadas por la Corte de Apelaciones. Sin embargo el proceso de resentencias a los tres compañeros dio un fruto muy importante: el Gobierno reconoció sin rodeos que existe un amplio movimiento internacional de solidaridad con los Cinco que lo obligaba a querer mostrar flexibilidad y eso permitió eliminar las cadenas perpetuas que pesaban sobre Ramón y Antonio. Como es usual, ese reconocimiento público de que Washington no puede ignorar lo que piensa el mundo, también fue censurado por sus medios de prensa. Multiplicar sin cansancio la solidaridad es el único camino.
En los últimos años varios individuos fueron hallados culpables de practicar espionaje real, con transmisión al extranjero de documentos secretos de carácter militar o relacionados con la seguridad nacional, extraídos de altos niveles del gobierno estadounidense. Ninguno recibió sanción comparable a las de nuestros compañeros, algunos hace tiempo ya que recuperaron la libertad y, en un caso, el Presidente Obama decidió que le fueran retirados los cargos, se interrumpiera el proceso de apelación y los acusados fueron enviados a casa.
¿Quieren un ejemplo concreto y muy reciente? Vean esta noticia publicada en el Washington Post el sábado 23 de enero de 2010, hace menos de una semana. James W. Fondren Jr. Era un alto oficial en el Departamento de Defensa, en Washington, donde llegó a ser subdirector de la oficina de enlace del Comando del Pacífico y fue encontrado culpable de entregar ilegalmente a un gobierno extranjero documentos clasificados del Pentágono incluyendo informaciones militares. El señor Fondren era un funcionario de jerarquía que no fue acusado de “conspirar” sino de realizar actividades tangibles de espionaje. Hace pocos días fue sentenciado por una Corte Federal de Alexandria, Virginia. No se esfuercen en adivinarlo. Lo publicó el Washington Post: 3 años de prisión.
Compatriotas:
Gerardo dijo en una ocasión que la justicia sólo vendrá cuando la dicte “un jurado de millones.” A nosotros nos toca movilizar esos millones dondequiera que estemos.
El Presidente Obama puede y debe ponerlos en libertad y tiene que hacerlo ya y sin condiciones de ningún tipo. Él debe ordenar a su Departamento de Justicia que retire los cargos que les fueron formulados a nuestros compañeros. Él sabe cómo hacerlo pues ya lo hizo en mayo del año pasado en un caso de un alto oficial condenado por espionaje.
Nuestros compañeros enfrentaron dos acusaciones fundamentales. El Cargo 2 - Conspiración para cometer espionaje -, cuya endeblez fue reconocida por la Corte de Apelaciones y el Cargo 3 - Conspiración para cometer asesinato en primer grado -, que hasta W. Bush reconoció carecer de pruebas y trató de retirarlo. ¿Qué más necesita el señor Obama para anular ambas acusaciones fraudulentas?
Debemos exigirle que lo haga. Que ese reclamo lo persiga por todas partes como una maldición gitana.
Como debe perseguirlo la demanda de que permita a Adriana visitar a Gerardo y a Olga reunirse con René. Mientras no haga lo que tiene que hacer que es permitirle a los Cinco regresar libres a sus familias y a su Patria, hay que denunciar a los cuatro vientos la inicua tortura que dura ya demasiado.
Concluyo, compatriotas, pues la hora es de acción.
Fidel dijo que los Cinco volverán.
Nosotros tenemos que actuar para que vuelvan. ¿Qué vamos a hacer?
Ricardo Alarcón de Quesada
Palacio de las Convenciones, 29 de enero de 2010
Que el reclamo de libertad para los Cinco persiga a Obama como una maldición gitana | Cubadebate
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