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2011/05/03

Contra Punto-Los intelectuales orgánicos del pueblo - Noticias de El Salvador - ContraPunto - Noticias de El Salvador - ContraPunto

 Álvaro Rivera Larios.03 de Mayo.Tomado de Contra Punto.

MADRID - Dentro de la Iglesia Católica conviven un pensamiento sistemático (la teología) y una religiosidad popular donde suele mezclarse la fe cristiana con creencias mágicas y mitos procedentes del folklore. Esa religiosidad popular tiene una raíz sociológica, es el cristianismo de los pobres. La teología, como reflexión ordenada y sistemática, sólo es accesible de momento a ciertos grupos sociales y estaría representada por la figura del sacerdote. Antonio Gramsci percibió con lucidez que algo semejante pasa con el marxismo: en aquellas sociedades donde se introduce, y teniendo en cuenta que su destinatario primordial son “los pobres”, el marxismo padece una transformación: los asalariados de rango más bajo suelen asimilarlo como una serie de valores y nociones de carácter ético y no tanto como una ciencia. Son “los sectores medios radicalizados” quienes asimilan hasta cierto punto las ideas de Marx como una  herramienta teórica.

Según Lenin, los asalariados pobres tienden a circunscribir sus luchas en el plano gremial, la lógica interna de sus conflictos no los lleva a desarrollar necesariamente una conciencia socialista, necesitan un empujón estratégico. Y es por eso que la “vanguardia revolucionaria” (el partido de los intelectuales orgánicos del pueblo) la introduce “desde fuera” en la mente de los explotados.

El partido, en la teoría leninista, cumple las funciones de conductor político y maestro  de los explotados. Teóricamente “los representa” y está a su servicio. Si tal como dijo Gramsci, cada clase al nacer y desarrollarse dentro de las estructuras productivas necesita un colectivo de intelectuales que administre sus negocios y le dé forma a su visión del mundo, se supone que los pobres para conquistar el poder e imponer una sociedad y una cultura igualitarias deben crear su propia vanguardia de dirigentes y pensadores. Tanto en Lenin como en Gramsci, la vanguardia está al servicio del pueblo y no al revés.

Uno de los grandes fracasos de los socialismos reales fue que dichas vanguardias se transformaron en una élite burocrática de gestores autoritarios del bienestar colectivo que terminó apartándose del pueblo para convertirse primero en una oligarquía política y posteriormente, con la caída del socialismo, volverse una oligarquía económica. Condenar este fracaso es bastante fácil, lo difícil es explicarlo e integrarlo en la teoría política de la izquierda radical. Ahí donde se instalan las vanguardias “populares”, sus miembros suelen abandonar el poder sólo cuando son llevados al cementerio ¿Por qué razón las vanguardias terminan convertidas en un poder gerontocrático? ¿Por qué razón acaban adueñándose de unos cargos que teóricamente son representativos y no les pertenecen? Ahí sucede algo que se condena, pero no se explica y que termina vaciando de contenido las libertades socialistas.

Suele admitirse que la lucha de clases no termina con la llegada del socialismo (hay que combatir a los enemigos de la revolución, de ahí la dictadura del proletariado), pero qué pasa cuando los intelectuales orgánicos del pueblo se vuelven una casta privilegiada que promueve de facto una nueva forma de estratificación social dentro de una sociedad que se declara oficialmente como igualitaria y socialista. El marxismo ortodoxo se niega a teorizar sobre éste fenómeno, porque lo suyo es la crítica de la economía política del capitalismo. Hay que leer a Marx, por supuesto, pero también hay que estudiar lo que nos dice el incómodo libro de la experiencia.

Aunque hablamos de un pensamiento que concede importancia estratégica a la transformación del mundo, Oscar Fernández nos advierte que una cosa es el marxismo y otra los marxistas. Un seguidor de Stuart Mill podría razonar de modo semejante (que no conviene confundir la teoría de Mill con la práctica de los liberales). De qué forma pueden validarse dos teorías que apelan a la experiencia, si las acciones políticas de sus seguidores no aportan evidencias que ayuden a controlar sus hipótesis. Ante los grandes fallos políticos, siempre se puede afirmar que obedecen a los errores de aplicación y no a los supuestos mal fundamentados de la teoría. Algo de cierto hay en éste último razonamiento, pero plantea un problema si no se lo limita: mantiene a salvo el pensamiento de los efectos teóricos que puedan derivarse de los errores de aplicación y de esa forma las ideas políticas que presumen de fundamento científico terminan convirtiéndose en idearios irrefutables. Por eso es un error no teorizar sobre los errores y las contingencias. Para que el marxismo, como teoría, pueda manifestarse en las calles de la historia no tiene más remedio que valerse de los marxistas. La potencialidad de la teoría, como herramienta cognoscitiva y práctica, se ve afectada por el contexto social donde se introduce y por el perfil de quienes la actualizan. Si hablamos de una teoría que procede de la experiencia y se dirige a la experiencia, de qué modo podemos verificarla sino es a través de los efectos de su “puesta en práctica”. Si hasta ahora sólo hemos visto aplicaciones teóricas limitadas o pervertidas, no saldremos de ellas por la vía de recuperar la esencia inmaculada de un texto sino que comprendiendo las lógicas de la realidad social que impiden su aplicación auténtica.

Esas aplicaciones, más allá de su acierto o fracaso, algo tienen que decirle a la teoría, digo yo. Porque de lo contrario estaríamos hablando de una teoría que está por encima de la experiencia y de la historia.

El marxista ideologizado se aferra a los hechos que validan su pensamiento y cierra los ojos ante aquellos datos que lo incomodan. Por eso defiende que la experiencia de los socialismos reales no tiene nada que decirle a la teoría política radical. Para él la historia y la investigación científica de la sociedad se terminaron en 1883, cuando Marx escribió su última frase.

¿Qué pasa cuando los presuntos intelectuales orgánicos del pueblo se resisten a teorizar sobre aquellas  experiencias que Marx (que no era infalible) no pudo prever? Quienes hoy se niegan a repensar el pensamiento político positivo de la izquierda son serios candidatos a repetir la oscura ley, son serios candidatos a convertirse en los ideólogos de otra elite burocrática de gestores autoritarios del bienestar colectivo.

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1 comentario:

  1. Algunas versiones no permiten nada, otros especifican solamente con
    agua y refrescos de dieta, adems de las de caf y el son una
    inversin en su salud. perder peso rapido
    Esto incluye protenas, granos enteros, verduras, frutas y
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