La pobreza de los campos se corrige con la industrialización de los países. Pero no habrá inversión si se insulta, se persigue y se desvalija a los inversionistas
16 de Mayo. Tomado de El Diario de Hoy.
La tan triste condición en que viven los pobladores del cantón Tijeretas, situado a cinco kilómetros de Torola, en Morazán, se resalta en una crónica publicada el jueves en este Diario, drama humano que así como están las cosas es irresoluble e inclusive puede empeorar.
Pero salgamos del caso particular (aunque describe lo que sucede en muchos otros lugares) para analizar las causas de la pobreza descrita y, de ser posible, apuntar a soluciones.
De ser un país de renta media estamos retrocediendo a niveles de pobreza que se creían superados. Pero las señales son inequívocas: hay un desmejoramiento de los servicios públicos, la infraestructura está deteriorándose, se ha incrementado el desempleo y agravado la inseguridad personal, los asesinatos sin sentido.
Considérese ademas que como resultado tanto de la agresión armada durante la década de los Ochenta como de las "reformas estructurales" de ese entonces, el país retrocedió cuarenta años en su desarrollo, lo que explica por qué los salvadoreños no logramos vencer las lacras que se sufren al día de hoy. No fue hasta hace muy poco, unos tres o cuatro años, que El Salvador pudo recuperar el Producto Interno Bruto, PIB, de hace treinta años, el de 1979.
Sin embargo la recuperación no tocó la agricultura, que prácticamente quedó y con pocas excepciones, petrificada en el desastre causado por los robos de propiedades de 1980. Ello se refleja tanto en el descenso de la producción, como en el grave deterioro del medio ambiente, en la muerte de los ríos.
No habrá inversión si se persigue al inversionista
Para comprender lo difícil de un mejoramiento en las condiciones de vida de comunidades como la de Tijeretas, comiéncese haciendo simples números: si el ingreso diario de los lugareños ronda en los cuatro o cinco dólares diarios, piénsese lo que requeriría duplicar su producción si de todas maneras no hay mucha más tierra que pueda arrendarse, no es posible corregir las malas condiciones del clima, continuarán sin vías de acceso y el costo de mejorar en alguna medida los servicios de salud y educación desborda las posibilidades del gobierno.
En adición a esto, el mercado interno para la producción artesanal es limitado, más cuando un cuarenta por ciento de la población produce para alimentar al ciento por ciento de los salvadoreños, cuya demanda no va a incrementarse significativamente: si nuestro ingreso se duplica, no se duplica nuestro consumo de alimentos primarios, sino que en el mejor de los casos se diversifica. No vamos a comer el doble de tortillas pero sí podemos agregar a la dieta pan dulce o pastas, lo que no precisamente se cultiva cuanto se elabora por otro sector de la economía, el del artesano y el fabricante.
La situación no equivale a una condena del campesinado al infierno, ya que ofrece los escapes que la han resuelto en los países del Primero y Segundo Mundos: incorporar gradualmente a la población a las cadenas de producción de nivel superior, especializadas, que a la vez demandan más inversión de capital. Un campesino que trabaja la tierra como sus antepasados necesita muy escasa inversión en enseres y tierra; un artesano, más inversión; un especialista, muchísimo más. La pobreza de los campos se corrige con la industrialización de los países.
Pero no habrá inversión si se insulta, se persigue y se desvalija a los inversionistas.
elsalvador.com, Aunque dupliquen cosechas no mejorará su condición
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