Juan Valiente.11 de Mayo. Tomado de El Diario de Hoy.
Con el último intento de los diputados por aumentarse sus salarios, quedó claro que la sociedad salvadoreña percibe que no lo merecen. Estamos entre la espada y la pared. Nos quejamos de los funcionarios de gobierno, porque tenemos la percepción que no cumplen adecuadamente con su función, que atienden a los ciudadanos con desidia y ciertamente sin entusiasmo. Nos quejamos, pero con la estructura de salarios actual no siempre logramos atraer a los mejores candidatos para los puestos públicos.
Debe haber justos que pagan por los pecadores existentes en las filas gubernamentales. Pero siempre que los funcionarios del Estado se incrementan los salarios reaccionamos en general negativamente y nos parece un abuso. El problema reside naturalmente en nuestra mala percepción de su trabajo. Los ejemplos abundan. A muchos nos ha pasado que hacemos fila inútilmente, que perdemos tiempo valioso en trámites burocráticos.
Estudios sobre este tema en América Latina descubrieron que en promedio los empleados públicos con poca educación para los puestos de trabajo más bajos en la organización gubernamental, tienen de hecho un pequeño beneficio sobre lo que ganan sus similares en el sector privado. El problema se centra en que en promedio hay un castigo para los empleados de gobierno con mayores niveles de educación. Para acceder a las mejores posiciones en el gobierno uno debe renunciar a ganar lo mismo que sus similares en el sector privado. Seguramente acabará ganando menos. Y es esta penalidad la que no necesariamente permite que contemos en los niveles de dirección y liderazgo con las personas adecuadas.
¿Cómo hacemos para atraer mejores talentos a la administración pública? Personalmente no tendría inconveniente en pagar a los servidores públicos con cargos de dirección con una escala similar a la de la empresa privada si de igual forma se les exigiera y se les demandara un trabajo bien hecho. Para mejorar el desempeño de las instituciones públicas debemos atraer ese talento que dé el ejemplo. En demasiadas ocasiones los empleados de menor nivel en la organización aprenden del mal ejemplo de los jefes y allí inicia la debacle. Todos hemos oído historias de ministros que llegaban a trabajar a las 9 a.m., incluso de algunos que atendían primero en su oficina privada.
A estos niveles de las organizaciones públicas es difícil competir con los beneficios del sector privado. Debemos lograr que el paquete de prestaciones de los alcaldes, de los diputados y de los funcionarios en general sea adecuado. Mientras en el sector privado las compensaciones de los gerentes dupliquen o tripliquen las de los ministros, será difícil conseguir que algunos de ellos estén interesados naturalmente en colaborar. El no afinar el lápiz en este tema permite que comiencen a existir elementos de corrupción en la gestión pública. Se habla de sobresueldos para las posiciones de confianza pagadas desde Casa Presidencial.
Los estudios que se han realizado buscan correlaciones entre el salario y la corrupción. En general se concluye que no debe haber mejoras salariales generalizadas y que ellas no tendrían un real impacto en disminuir la corrupción. Debemos, sin embargo, promover una discusión para revisar cómo atraer al liderazgo público personas de reconocida honorabilidad, capacidad y eficacia.
Hay países donde incluso los presidentes al terminar su período continúan recibiendo una pensión y una asignación presupuestaria vitalicia. No sólo se busca una gestión pública limpia de corrupción, sino que se busca que lleguen a la administración pública las personas correctas. No debe haber presidentes que necesiten de amigos que les presten sus aviones para los paseos familiares.
Debemos mejorar la escala salarial para las mejores posiciones dentro del gobierno. Debemos exigir que se eliminen todos los pagos a funcionarios que no sean salariales. Debemos buscar activamente la forma de atraer mejores profesionales convirtiéndolos en funcionarios de carrera y ya no como delegados del partido en el gobierno. Ojalá así podamos sentirnos satisfechos de nuestros servidores públicos.
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