Moisés Gómez.11 de Mayo. Tomado de Contra Punto.
SAN SALVADOR-El mundo católico ortodoxo, conservador y pietista de raíz medieval ha celebrado la beatificación de Juan Pablo II y qué bueno que celebren aquí y ahora.
La justicia divina tarda pero no olvida y esos juegos de santidad establecidos y sancionados por jerarquías que en otros tiempos vendieron la salvación y el perdón de almas negras ahora dan títulos de santidad a aquellos que como el beato Juan Pablo II mostró ambigüedad e impostura y hasta falta de fe para comprender al perseguido por la causa de la defensa de los pobres como era nuestro mártir de la fe Monseñor Oscar Romero.
Un profeta del Dios de la vida que con su entrega pastoral fomento en el pueblo una vivencia de la fe y un verdadero encuentro espiritual entre hermanos. De su primer encuentro con Juan Pablo II, en mayo de 1979, monseñor relata en su diario lo siguiente: “Yo salí complacido por este encuentro, pero preocupado por advertir que influía una información negativa acerca de mi pastoral, aunque en el fondo recordé que había recomendado audacia y valor, pero, al mismo tiempo, mesurada por una prudencia y un equilibrio necesario. Aunque mi impresión no fue del todo satisfactoria (…) creo que ha sido una visita y una entrevista sumamente útil”.
El beato Juan Pablo II no comprendió que en América latina el problema fundamental es fe/idolatría y no como en Europa que el tema es teísmo/ateísmo. Romero no confundió fe y política más bien desde la vivencia de la fe alumbró la práctica política de muchos cristianos comprometidos con un país más justo. Juan Pablo II hizo política y determinó muchos cambios en la Europa del Este. El problema no es hacer política.
Los emisarios del imperio de la Ley han canonizado a su guía espiritual, los que vivimos la fe en un Dios de la vida celebramos año con año la alegría de haber conocido a un hombre sencillo que se dejó transformar y poseer del verdadero sentido del amor al prójimo. Y por ello su pueblo: "el pueblo, amado, buscado, asumido pastoralmente, en sus angustias y en sus reivindicaciones, lo hizo santo. Y santo lo viene declarando desde su muerte-martirio y como santo lo venera sobre todo en la catedral-catacumba de San Salvador. El verdadero proceso de canonización del buen pastor Romero ha de ser el proceso de la asimilación de sus causas y actitudes" (Pedro Casaldáliga)
Sabemos que fue en el año 993 cuando se da el primer santo canonizado por el Papa se elevó a los altares a Ulrico de Augsburgo quien llegó a ser obispo y procedía de una familia noble de Suiza; antes de esta fecha la calidad de santo se declaraba a través de la vox populli y se fijaba la fecha de su muerte como “su día”; pero ya en el siglo XII, Alejandro XII prohíbe la designación de santos "sin la autoridad de la Iglesia Romana". Esto hizo que, a partir de entonces, fueran considerados santos gente de la clase alta y media, que se habían distinguido por sus "servicios" a la Iglesia.
Examinando el santoral católico, encontramos que el 78 % de los santos y beatos han pertenecido a la clase alta, el 17 % a la clase media y sólo el 5 % a la clase baja. ¿Respecto de Mons. Romero que nos puede indicar esto? Únicamente que él no cumplía ciertos requisitos que la jerarquía establece como relevantes.
La idea de “servicio” a la iglesia que tienen los jerarcas romanos y sus anquilosadas estructuras vaticanas y sus séquitos de serviles purpurados no tiene ni tenían nada que ver con la idea de servicio que Romero transformó en lema de trabajo pastoral: Sentir con la Iglesia esto quería decir que se trataba de construir una Iglesia dinámica, fiel al Evangelio. Una Iglesia, al mismo tiempo, cercana a la realidad del pueblo. Su servicio, su sentir con la Iglesia lo llevó a ver el rostro del ser humano sometido, humillado abandonado y despreciado y ante esta realidad no dudó en ponerse del lado de los pobres.
La idea de servicio de la jerarquía católica es sometimiento y el obispo debe someter a su porción de iglesia y así mismo en forma obediente a los designios de Roma. Es una Iglesia imperial y como todo imperio hay una ley que debe imponerse a sus súbditos. La fe se interpreta como sometimiento a la ley.
La vivencia de fe de Romero le lleva al grito de no cumplir la ley: a los hombres del ejército les pide que no obedezcan una orden de matar: "hermanos son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: No matar” tenemos así que la fe en Romero consiste en no matar pero esto el Imperio de Roma no lo admite porque le interesa defender la ley no la vida humana, Romero no es santo porque defendió por medio de la fe genuina la vida humana y no simplemente cumplir la ley. Juan Pablo II es santo ya porque es modelo de cumplimiento de la Ley.
Romero desde su profunda vivencia de la fe luchó contra estructuras de pecado, había entendido que el pecado es la ley que mata y por ello es pecado, porque mata. El mismo fue víctima de este pecado.
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