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2011/03/01

La Página-Cuando las esquelas salen sobrando-Diario digital de noticias de El Salvador

 DIARIO LA PÁGINA hizo un recorrido nocturno en una ruta 22 para corroborar las veces en que éstos conductores infringen el reglamento de tránsito y se hacen acrredores de esquelas. Este es el relato.

Escrito por Jaime Ulises Marinero. 01 de Marzo. Tomado de La Página.

 

Son las 7:30 de la noche del lunes, frente al hospital Militar hace parada un autobús de la ruta 22, con unos 40 pasajeros.

El conductor debe de tener problemas de audición porque para escuchar la música de su preferencia lleva encendido a todo volumen el cd player. A pocos les gusta la música de Don Omar, al menos a un volumen tan alto (primera esquela).

En el parque San José, cerca del Colegio Cristóbal Colón, hace una parada y ni siquiera espera que se bajen los pasajeros cuando avanza unos metros, Ha puesto en riesgo a algunos pasajeros (segunda esquela). El conductor ignora el reclamo de una mujer de la tercera edad que le pide que tenga paciencia.

En la parada de la Universidad de El Salvador se suben cuatro estudiantes, el último cuando el autobús ya había avanzado. El semáforo en rojo es lo de menos el conductor se lo pasa y por poco le pega a un vehículo particular (tercera esquela).

Apenas dos cuadras después, sobre la 27 calle poniente, frente a la ex embajada de Estados Unidos, se pasa el semáforo en rojo (cuarta esquela) y ni siquera se inmuta,

La parada de Pollo Campero se la pasa sin hacerla a pesar de haber algunos pasajero (quinta esquela) . Al llegar a la Universidad Pedagógica se reporta con el jefe de línea mientras suben unos 20 estudiantes, El bus ya está repleto. Curiosamente bajó el volumen de su CD player, una cuadra antes de llegar a la parada del jefe de línea.

En la parada del parque Infantil hace la parada en el carril de en medio (sexta esquela) y nuevamente avanza cuando aún no han bajado todos los pasajeros (séptima esquela). Se pasa al tercer carril y hace sonar su claxón a todo volumen (octava esquela) para “sugerirle” a un microbús de la ruta 6 que avance para que le de paso.

Llega al cine Majestic y el autobús queda con la mitad de pasajeros. A pesar de no haber pasajeros listos para abordar se entretiene al menos cinco minutos (novena esquela) hasta que llega otro bus de la ruta 22. Avanza lentamente hasta llegar a la parada de la primera calle poniente y avenida España, donde compra una bolsa con agua helada y hace la parada correcta y hasta hace caso al pito de un agente de la PNC que le pide avanzar. Un amigo suyo se ha ubicado justo trás él y comienzan a platicar. En broma, o talvez en serio, le dice que a los policías les hace caso para que no le ponga otra esquela. “Ya tengo más de diez sin pagar”, le dice.

El bus avanza con unos 20 pasajeros. A un costado de catedral abre la puerta delantera, aunque no es su parada, para darle paso a dos hombres que se suben a pedir, al parecer conocidos suyos. Uno se va hasta atrás y el otro se para en la entrada diciendo que es un poeta y que recitará un poema para que los pasajeros le ayuden, porque prefiere “compartir el arte que robar”. El poema no se entiende, pero igual pasa recogiendo monedas. Pocos le dan, aunque el tipo se ve amenazante.

Frente a la parada del ex banco Hipotecario, se sube un hombre con camisa blanca manga larga y corbata negra ajada, Biblia en mano comienza a perorar un discurso apocalíptico, pero desiste de seguir perorando porque el conductor, animado por su amigo que va justo atrás, ha subido el volumen a la música (décima esquela). Esta vez no es Don Omar. Esta vez es música de Olga Tañón. Llega a la parada, frente a la plaza El Trovador. Ahí hay seis o siete policías en la parada, pero ninguno es de Tránsito. El “predicador” se baja un tanto molesto con el motorista porque no le permitió dar  su “mensaje de fe”. El amigo del motorista se baja y sale corriendo a uno de los carritos-cocina en donde venden panes y compra dos. Uno para él y otro para el conductor. Los seis o siete policías están ahí por alguna razón, la más obvia es porque la subdelegación está a menos de 25 metros.

El busero decide avanzar hasta que llega el otro bus de la ruta 22. Se pasa el semáforo en rojo frente a El Trovador (décima primera esquela ), al darse cuenta que no venía ningún vehículo. En la subida de la calle San Jacinto, le suena el celular y lo contesta (décima segunda  esquela). Llega a la parada del mercado San Jacinto y sigue hablando. Ahí se bajan unos cinco pasajeros. Ha parado casi sobre la avenida Cuba, para que los  pasajeros que abordarían el bus, la mayoría estudiantes de una escuela nocturna de la zona se repartan. Unos sube por la  puerta de entrada y otros por la  puerta salida (décima  tercera esquela) a pesar de que está prohibido. Quienes han subido por atrás caminan hacia adelante para ir a pagarle. Fueron ocho pasajeros, equivalente a $1.60 que probablemente no reportará a la caja única.

Se pasa el semáforo en rojo de la avenida Cuba (décima cuarta  esquela) ateniéndose a que en ese instante en  esa arteria no transita ningún vehículo.

Frente al ISSS de San Jacinto una mujer con dos canastos le grita que ahí se baja, pero a pesar de ser parada autorizada detiene la unidad una cuadra adelante (décima quinta  esquela). La mujer apenas ha bajado cuando hacer rodar el bus. La mujer le grita una retahilas de ofensas, pero solo se alcanza a escuchar “hijueputa”. El conductor sonrié y le dice a su amigo “estas viejas ya ni agradecen”.

La siguiente parada, sobre la avenida Barberena y calle México no la hace (décima sexta  esquela) a pesar de que dos pasajeros iban a bajar. Detiene la unidad sobre la calle México y los pasajeros que antes iban a bajar le lanzan otra retahila de improperios. Esta vez ni se inmuta. En la siguiente parada se bajan la mayoría de pasajeros, pero permite que otros dos pasajeros se suban y nuevamente recibe otra llamada al celular y la contesta mientras avanza (décima s+eptima esquela). Por ir distraído casi arrolla a un vehículo estacionado.

Llega a la meta y en el bus solo iban su amigo y quien escribe este relato. Durante el recorrido habría acumulado 17 esquelas.

De regresa al centro capitalino hay que abordar otra ruta 22. Esta otra unidad sale con solo dos pasajeros.El trayecto es perfecto. No trae música, hace las paradas en el lugar indicado, no permite que pasajeros entren por atrás y ni una llamada al celular. El viaje es perfecto hasta que al llegar al centro, frente a la ex Lotería Nacional de Beneficiencia un agente de tránsito le hace parada y le pide sus documentos. La licencia la tiene vencida y según ha podido comprobar el policía, tiene en su haber la belleza de 23 esquelas acumuladas sin pagar. Le pone otra. Ya son 24 sin pagar ¿y qué?

Diario digital de noticias de El Salvador

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