Por Joshua Marcin.01 de Marzo. Tomado de Contra Punto.
Sobre el entramado de los bancos y las remesadoras no bancarias, como intermediario entre las remesas y la población
WASHINGTON - Cada persona salvadoreña tiene el derecho de “ser educada e informada en materia de consumo,” dice la Ley de Protección del Consumidor, Art. 4, Sec. D. Esta es una coyuntura crítica para asegurar este derecho en términos del mercado para la transferencia de remesas. Los ingresos mensuales de remesas han subido un 9.9 por ciento en enero de este año, en comparación al enero pasado.
El presidente de los Estados Unidos firmó una nueva ley el año pasado que ha creado una defensoría del consumidor de productos financieros. Sí, estos dos fenómenos podrán tener implicaciones favorables para El Salvador, pero a la vez será necesario iluminar y reaccionar a otra ocurrencia importante salvadoreña hoy en día: la colaboración entre los bancos y las remesadoras no bancarias.
Según el Banco Central de Reserva, la población salvadoreña residente en Estados Unidos transfiere más del 90 por ciento de los dólares enviados por las redes de las remesadoras, aunque, los receptores cobran casi el 80 por ciento de estos dólares en las sucursales de los bancos formales, demostrando con ello su voluntad para ir al banco.[1] Para comprender la magnitud de este fenómeno, es importante ver que, hoy en día en El Salvador, los bancos han firmado unos acuerdos con una o varias remesadoras no bancarias para ofrecer el pago de remesas por sus redes en vez de hacerlo por las redes operadas por los bancos como Citi o HSBC.
La competencia actual entre los bancos y las remesadoras puede ser afectada por estos tipos de acuerdos: en vez de competir en contra de las remesadoras y tener un incentivo para bajar el precio de usar sus redes y hacerlas más eficientes que las de su competidores, los bancos evitan esta competencia al escoger funcionar como escaparates para las remesadoras no bancarias en vez de hacer uso de sus propias redes internacionales.
Al hacer uso de una remesadora que colabora con un banco en vez de una red propietaria del banco, los bancos no determinan el precio para enviar la remesa, ni ofrecen ningún descuento por recibirlas en sus sucursales. Las compañías extranjeras (Western Union, Moneygram, etc.) determinan todo el precio, a pesar de que se las pague en algún banco específico de El Salvador. Después, la remesadora comparte parte de su renta con el banco por funcionar como un escaparate. Casi todos los bancos, las cajas de crédito, las agencias de microcrédito, y aún un banco estatal, El Banco de Fomento Agropecuario (BFA), operan en esta manera.
Esta información demuestra que las entidades financieras y aún un banco estatal en el país siguen incentivando el uso de las remesadoras como Western Union en vez de las redes de los bancos para enviar su dinero. Lo que vemos al mismo tiempo es una falta de incentivos para que la gente abra sus propias cuentas bancarias para depositar, guardar, invertir, o transferir sus remesas. El BFA no sólo se anuncia el pago de remesas de Western Union en su sucursal y recibe parte de su renta del consumidor, sino también ofrece sólo los servicios de ésta y otra remesadora no bancaria a sus clientes. Esta colaboración es el resultado de un convenio entre el BFA y dos compañías privadas que no tienen ningún plan para invertir sus beneficios en la economía salvadoreña.
Sobre todo, este fenómeno merece más investigación para asegurar que los recipientes de remesas familiares tengan la oportunidad de apoyar la economía salvadoreña a su máxima capacidad. Si los líderes políticos quieren facilitar acceso claro al sistema financiero mundial y si los participantes del mercado quieren asegurar que éste funcione de manera eficiente, es necesario comprender cómo funcionan estos convenios y los impactos que se derivan de su presencia casi universal en el mercado hoy en día.
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