Transcurrió el primer año de gobierno de la izquierda. Más importante que seguirlo analizando es dar vuelta a la página, sacar conclusiones lógicas, lúcidas, serenas y proponer lo que queremos todos hacer del país a futuro, mucho de lo cual puede definirse en los siguientes cuatro años de Mauricio Funes.
Escrito por Rafael Castellanos.04 de Junio. Tomado de La Prensa Gráfica.
En la alianza del partido de izquierda radical con un presidente independiente, moderado, existen muchas diferencias de visión, pero la más destacada y relevante por mucho es el carácter totalitario y expropiatorio del proyecto del FMLN, contrapuesto a la versión democrática y centrista del presidente. Ellos por La Habana y Caracas, él por Washington y Brasilia.
La amenaza de marchar rápidamente hacia el proyecto chavista se ha visto contenida por ahora; sin embargo, la amenaza sigue viva, vigente. El Frente no tiene prisa, ni pierde su ideario. La espada que pudo habernos cortado pronto volvió a ser la de Damocles, que pende cada nuevo período presidencial sobre nuestras cabezas. El Frente hace un retroceso táctico, terreno en que siempre han demostrado habilidad; no atacaron a Funes, pero de ninguna manera renuncian a su proyecto.
Una de las palabras más mencionadas en el análisis del primer año de gobierno es incertidumbre. Algunos funcionarios se enfadaron con el término, reacción poco feliz, pero la amenaza está allí y no tiene que ver con lo que hayan hecho, dicho o dejado de hacer.
El presidente la comprende bien, pues llama a la unidad nacional, lo que más profundamente debe leerse como definir un rumbo común, aceptado por la mayoría de la sociedad. Los grandes obstáculos que enfrenta para llevar al país a otro nivel no se crearon en su período; la mayoría estaban allí, algunos se agudizaron. No basta con administrar la crisis, es necesario refundar el país, ponerle bases sólidas para los próximos 20 o 30 años.
Ciertamente esto es lo ideal, aunque como un todo es difícil de visualizar, las diferencias del presidente y de la sociedad misma con el FMLN son muy grandes; probablemente insalvables en el punto medular. Sin embargo, los consensos de sociedad son imperativos para la viabilidad del país. La violencia, el crimen organizado y una economía, que seguiría semiestancada por la gran incertidumbre, pueden deteriorar al país de tal manera que sea poco recuperable.
Las visiones catastróficas no ayudan a lograr la complicada tarea de lograr consensos y definir un rumbo común. Pero es posible ir construyendo acuerdos con diversos sectores en temas en que hay coincidencias declaradas y en algunas que surgirán, comenzando por los temas más fáciles. Ese puede ser el camino que lleve a un acuerdo mayor de sociedad, un pacto social de la misma naturaleza y trascendencia que los Acuerdos de Paz de 1992.
El presidente y otros grupos pueden encontrar coincidencias con el FMLN en temas que están en sus declaraciones públicas. Simultáneamente, más fácil quizá, puede encontrar coincidencias y afianzarlas con avances concretos con los otros sectores de la sociedad. El tema de la violencia y el combate al crimen debiera ser uno de ellos.
No cabe duda que el líder natural de esta iniciativa debe ser el presidente, no solo por ser a quien corresponde, sino porque tiene la mayor investidura del Estado, el poder de convocatoria y el respaldo de la opinión ciudadana y las armas para lograrlo.
El proceso de Paz es inspirador. Partió de la interpretación de la voluntad popular, fue acelerado por el reconocimiento de que no podía imponerse la voluntad de uno a otro y que conversando con deseos y sinceridad se puede llegar a encuentros en la situación más compleja.
Está en sus manos, señor presidente, la sociedad lo respalda.
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