Puntos críticos como el control de armas de fuego, la verdadera disciplina dentro de los penales y la escasez de recursos para enfrentar los requerimientos de una lucha frontal contra el crimen están sobre el tapete, sin resolver.
Escrito por Editorial.04 de Junio. Tomado de La Prensa Gráfica.
Hacer análisis comparativos es útil para establecer contrastes entre lo que pasó y lo que está pasando. En el tema de la criminalidad, y específicamente en relación con el delito más grave, que es el homicidio, la comparación de las cifras del primer año de la Administración Saca con las cifras del primer año de la Administración Funes sirve para constatar que las cosas han venido empeorando progresivamente. De 3,178 homicidios en 2005 a 4,390 en 2010, según datos de Medicina Legal. Estas cifras asustan a todos y molestan a algunos, pero están ahí, y son a la vez inocultables y reveladoras.
Es evidente que en las cúpulas de los entes responsables de asegurar la seguridad ciudadana hay ansiedad creciente, pero lo sensato es asumir el costo y entrar de lleno en una fase de estructuración y puesta en marcha de estrategias que tengan suficiente capacidad de eficiencia, a la luz de lo que se vive a diario en el país. Mantenerse en una actitud de negación no contribuye a nada y no le sirve a nadie: lo único que se logra es que la criminalidad siga haciendo de las suyas. Ataques como el que sufriera ayer un vehículo asignado a la Vicepresidencia de la República dan fe de cómo estamos.
Desde luego, el control real de la criminalidad no sólo les compete a entes como la Policía, la Fiscalía General y el Órgano Judicial, pues se trata de un fenómeno de raíces sociales y culturales profundas, que requieren tratamientos de igual naturaleza, en los que deben conjugarse mecanismos de acción de corto, medio y largo plazo. En tanto no se reconozca que hay que hacer un esfuerzo superior tanto de combate como de prevención debidamente articulados, continuaremos en las mismas. Y, entre tanto, la delincuencia se vuelve cada vez más audaz y desafiante.
Que lo inmediato no sirva de tapaojos
Ante una problemática tan compleja como ésta, las autoridades responsables corren el riesgo de anteponer sus reacciones autodefensivas a la realidad de los hechos por resolver; y, por otra parte, la impaciencia ciudadana puede convertirse en un factor todavía más perturbador de las líneas de acción que las circunstancias demandan. El sano juicio indica que, desde el lado de la institucionalidad, habría que impulsar de inmediato una revisión autocrítica y verdaderamente propositiva en áreas sensibles como la investigación criminal, la inteligencia policial, la prevención social y el manejo confiable del factor estadístico, entre otras. La temática es compleja, y sólo se irá resolviendo de manera progresiva, no determinada en ningún caso por los apremios del calendario político.
Puntos críticos como el control de armas de fuego, la verdadera disciplina dentro de los penales y la escasez de recursos para enfrentar los requerimientos de una lucha frontal contra el crimen están sobre el tapete, sin resolver. Las medidas ocasionales y los parches de momento pueden parecer efectivos en lo más inmediato, por lo menos para mostrar que algo se está haciendo, pero no tocan las entrañas de la problemática. Y esto no sólo no resuelve, sino que confunde más.
La autoridad, en todas sus expresiones y niveles, tiene que recuperar su rol de vanguardia en la lucha anticriminal en todos los campos. Callar o disimular las cosas tal como aparecen en los hechos no cambia la realidad ni un ápice. El tema seguridad, en su conjunto, debe ser debidamente sincerado, para pasar luego a una gestión del mismo que funcione de veras.
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