Escrito por Sigfrido Munés.11 de Junio. Tomado de La Prensa Gráfica.
La agenda de aquella reunión era por demás interesantísima. El grupo de amigos se proponía arreglar los problemas de aquí y los de todo el mundo. Grato país el nuestro, donde todos sabemos de todo y lo que no sabemos... lo inventamos.
Los temas discutidos fueron desde el caso del diputado chino Mi Mengfung condenado a muerte por haber recibido sobornos en el ejercicio de su cargo, hasta el origen supuestamente extraterrestre de los megahoyos de Guatemala, pasando por los reclamos al gobierno salvadoreño porque dicen que se quedó con el cambio.
Tema que mereció especial atención de los contertulios fue el de los países ricos que están actuando como pobres, en contraste con los países pobres que se conducen como ricos. El asunto está candente, porque el mal ejemplo se riega y produce ansiedades: mientras los países del primer mundo reducen los sueldos y los privilegios de los funcionarios públicos, en los países de renta media o baja, los aumentan. Mientras a los diputados en Gran Bretaña los mandan a usar el transporte público o a gastar zapatos “caminando a pie”, en algunos países tercermundistas les cambian las camionetas todoterreno, apenas usadas cinco años.
En España y en Francia están poniendo a prueba el patriotismo de sus funcionarios públicos al recetarles rebajas salariales de hasta un 25%, según el caso. Y en algún otro país han decidido rebajar el número de municipios hasta en un 33%, fusionando los más próximos entre sí y ahorrando de esta manera ingentes sumas de euros. Estamos hablando de naciones que superan con mucho el ingreso personal de los latinoamericanos. Son países ricos recortando gastos, igual que lo tiene que hacer usted cuando el aumento en el costo de la vida se le viene encima y supera sus ingresos.
En una situación de déficit tan generalizada como la del presente, las personas o los estados tienen que optar por medidas de austeridad y sacrificio, dicen los europeos. Los subdesarrollados en cambio prefieren el endeudamiento propio, el de sus hijos, nietos y bisnietos, para seguir disfrutando alegremente de este mundo, el que al fin y al cabo se puede terminar en cualquier momento agobiado por los errores humanos y los embates de la naturaleza.
Pero veamos las opiniones de los contertulios sobre unas imaginarias rebajas de sueldos a funcionarios públicos de los tres órganos del Estado.
Según el político eso sería fatal, porque restaría fuerza y velocidad al proceso de democratización, dado que desmotivaría a quienes han optado por renunciar a una vida cómoda para sacrificarse por su país y sus conciudadanos.
Según el economista hacerlo sería trágico, porque debilitaría el mercado, privándole del único sector que todavía tiene algo de poder de compra.
Para el activista social eso provocaría una fuga de talentos actualmente al servicio del Estado, que quedaría acéfalo, y entonces él y su gente ya no tendrían ante quienes protestar. La vida, dijo, perdería sentido y atractivo sin las marchas y los bloqueos que hacen dinámica y participativa la democracia.
El médico opina que tal rebaja aumentaría la incidencia de dolores de cabeza entre los burócratas y sus jefes, sin que el Seguro ni los hospitales nacionales cuenten con suficientes analgésicos. Esto, aparte del riesgo de derrames cerebrales e infartos al miocardio, dijo el doctor.
Y para el experto en administración y finanzas públicas una reducción de salarios en el aparato estatal es el cambio que nadie quiere. Sugerirla es subversivo, señaló enfáticamente.
Con tales elementos de juicio los contertulios concluyeron que la austeridad que es buena para Europa es un concepto definitivamente antipático y poco amistoso para Latinoamérica.
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