El tiempo que se viene apunta todavía como más difícil, y dicha consideración de perspectiva debería mover voluntades en la línea de un esfuerzo auténtico, sincero y comprometido hacia la búsqueda de entendimientos de nación y de políticas de Estado.
Escrito por Editorial.03 de Junio. Tomado de La Prensa Gráfica.
En su Mensaje oficial al culminar el primer año de gestión, el Presidente de la República ha vuelto a hacer un llamado a la unidad, enlazado a la petición de apoyo para poder cumplir su plan de trabajo y a la excitativa al sector privado para la reactivación económica. Evidentemente, se trata de demandas que corresponden a necesidades de la realidad, y en tal condición deben ser tratadas, tanto por el Gobierno como por los diversos sectores nacionales. En el fondo de lo que se trata es de empujar todos armoniosamente hacia la solución de los grandes problemas nacionales.
Dicho y reconocido esto, a la vez hay que decir que no basta con hacer llamamientos, pues lo fundamental es crear condiciones para que esa armonía se pueda ir edificando en los hechos. Y tales condiciones son anímicas y objetivas, para crear una atmósfera que propicie entendimientos y para desplegar espacios donde pueda funcionar la interacción. Esto implica que resultan determinantes tanto las actitudes como las decisiones. Hay que dejar de lado la retórica confrontativa, dentro de la cual a cada crítica se responde con un exabrupto, en muchos casos ofensivo. Con la cólera, con la rispidez, con la impaciencia extrema nunca se llega a ninguna parte, y más bien se cierran espacios de entendimientos reales y transparentes, que son los que le sirven al país.
En nuestro ambiente, tenemos que salir del arraigado predominio de las componendas bajo la mesa, que casi siempre son sólo oscuros juegos de intereses. Hay que decidirse a la construcción efectiva de acuerdos de nación, para generar verdaderas políticas de Estado. Esto es lo que necesitamos para soltar amarras hacia el futuro.
Serenidad ante los desafíos
No cabe duda de que este es un tramo de nuestro proceso de evolución democrática en el que se juntan factores de alta complejidad, especialmente en lo político y en lo económico. Ahora más que nunca, la suerte de lo económico está vinculada al desenvolvimiento de lo político. Y como en lo político impera la incertidumbre, también ésta se impone en lo económico. Queremos decir con ello que hay que generar mucha más claridad en el quehacer político nacional y en el desarrollo del mismo para que se creen condiciones verdaderamente favorables para una reactivación económica que merezca el nombre de tal y sea sostenible.
En el ambiente hay una gran acumulación de emociones, la mayoría de ellas negativas, y eso hace que a los problemas en sí, que son gruesos y complicados, se sume la angustia que causa el hecho de que no se ven aparecer los enfoques y los tratamientos adecuados de los mismos. Se necesita serenidad reflexiva, articuladora y planificadora. Y es lo que menos hay. Una serenidad que debe partir de las cabezas que gobiernan.
El tiempo que se viene apunta todavía como más difícil, y dicha consideración de perspectiva debería mover voluntades en la línea de un esfuerzo auténtico, sincero y comprometido, hacia la búsqueda de entendimientos de nación y de políticas de Estado. Tenemos que pasar, en esto como en todo, de las declaraciones ocasionales que se quedan en palabras a las formulaciones concretas que desembocan en hechos.
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