Escrito por Gabriel Trillos.06 de Junio. Tomado de La Prensa Gráfica.
El segundo año de gestión del presidente Mauricio Funes ya marcha sobre ruedas. El ciclo de reflexiones, campañas, análisis, críticas, respuestas, debates, se intensificó de sobremanera. Los funcionarios han comenzado a salir a la palestra pública post 1.º de junio, fecha en la que el mandatario rindió cuentas a la nación.
Las cifras llegaron desde su visión y los programas sociales iniciados fueron el estandarte de la alocución presidencial; algunas respuestas punzantes a las críticas de la oposición y de sectores empresariales; un fuerte llamado a la reflexión de los partidos políticos, la reiteración de su denominada independencia y la exaltación de la necesidad de la unidad nacional. Buen sustento político.
Tras el discurso, la comunicación institucional, que se desarrolla de forma abrumadora por medio de la televisión, trata de esbozar el camino a seguir y los proyectos a desarrollar como Ciudad Mujer, el plan para evitar discriminación y otros de corte social y que seguramente traerán beneficios a algunos sectores de la ciudadanía.
Sin embargo, tanto el discurso como esa comunicación institucional me dejan un mal sabor al no tener aguda correspondencia con el más grave problema que hoy por hoy enfrentamos en la nación: la delincuencia. Las estadísticas son aflictivas con más de 4,000 asesinatos en un año y con otros tantos miles de extorsiones, en donde estoy seguro que el dato oficial no refleja la mayor parte del problema de este delito. Cientos de ciudadanos que están siendo extorsionados no se atreven a denunciar por miedo a terminar muertos, tal cual está sucediendo casi a diario con los transportistas.
La inseguridad se ha convertido en una nefasta ancla para las dinámicas productivas. No deja avanzar la economía y está acabando con el comercio a toda escala. La situación vivida por los empresarios en oriente es un ejemplo vivo y un caso urgentísimo por atender. Y los empresarios logran hacerse escuchar a través de buenos voceros, pero muchos otros ciudadanos, residentes de barrios y colonias, no les queda más que vivir rehenes de los extorsionistas.
El presidente trató de achacar a los medios de comunicación que la cobertura sobre la criminalidad estaba siendo injusta con las autoridades policiales y estaban presentando al delincuente como el más fuerte en escena; pero es que no se trata de la cobertura de los medios, se trata de la realidad misma sufrida a diario, se trata de una criminalidad que avanza a ritmo feroz contra planes policiales que se enredan en la burocracia y en el excesivo conversatorio, reflexión y análisis, lo que los convierte en planes que terminan siendo ineficientes; se trata de una delincuencia que se vale de cualquier método y esquemas salvajes contra el uso de una herramienta a medias como el refuerzo de un contingente de militares que son enviados al campo de batalla sin el equipo ni las armas jurídicas suficientes.
La seguridad debe mantenerse en el primer plano de las apuestas de nación. El presidente debería retomar las mesas de trabajo que él encabezó en febrero y exigir mucho más a su gabinete para revisar cada detalle de los planes de trabajo; aún falta por ejecutar muchas de las acciones que fueron expuestas ante diversos sectores en uno de los salones de Casa Presidencial.
O quizás habría que dar más espacio a las propuestas de hombres y mujeres de la Policía y de la Fuerza Armada que conocen de primera mano la crudeza de la delincuencia porque a diario la enfrentan en las calles; propuestas que seguramente distan mucho de las expuestas por gente de escritorio o de onerosos consultores.
Y además, concentrar a los funcionarios del ramo de seguridad en lucha, en ocasiones parecen más preocupados por responder a las críticas y a los medios, pero no se olvide que la mejor forma de acallar cualquier cuestionamiento son los resultados... hechos, no palabras.
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