Entre una derecha prácticamente desarticulada, una izquierda que se reserva sus reales intenciones futuras y un Gobierno que busca avanzar en equilibrios precarios, este primer año estuvo marcado por la incertidumbre.
Escrito por Editorial.02 de Junio. Tomado de La Prensa Gráfica.
Como es natural, y sobre todo en el caso presente, al cumplirse el primer año de gestión del actual Gobierno, hay una variedad de reacciones, que reflejan posturas y percepciones distintas dentro de la amplia gama de la pluralidad nacional, que desde luego no sólo es política. En primer término, habría que distinguir entre lo que son los efectos propios de la alternancia en el ejercicio del poder, que se da por primera vez en la posguerra y de la derecha hacia la izquierda, y lo que es el desempeño propio de la Administración en funciones.
La alternancia ha modificado, sin duda, la composición de fuerzas en el país. Todo parece estar reacomodándose, y como no se sabe qué va a resultar de tales reacomodos, hay evidente desconcierto entre los diversos actores nacionales. Citemos un ejemplo puntual: lo referente a la inversión productiva. Esta inversión está prácticamente estacionada, y se oyen llamados a la confianza inversionista; ¿pero qué pasa al respecto? El Gobierno puede asegurar cuál será su línea durante el mandato que le toca, pero como no hay integración entre la línea del Gobierno y la línea de su partido, nadie sabe qué podría suceder de veras si dicho partido ganara de nuevo en 2014.
Entre una derecha prácticamente desarticulada, una izquierda que se reserva sus verdaderas intenciones futuras y un Gobierno que busca avanzar en equilibrios precarios, el primer año estuvo marcado por la incertidumbre. Pese a todo, hay que entenderse. El Presidente se comprometió de nuevo a ello en su Mensaje de ayer: “Pero si queremos avanzar en políticas de Estado, de largo aliento, sólo lo lograremos mediante el diálogo y la concertación”.
Superar la retórica del “cambio”
Toda realidad que asuma saludablemente su dinámica evolutiva está en cambio permanente. Esto no tendría por qué convertirse en bandera. En nuestro caso, es comprensible que al plantearse la alternancia en el sentido de pasar la conducción política nacional de un esquema de derecha a otro de izquierda, el término “cambio” estuviera teñido no sólo de expectativas ideológicas de gran carga emocional sino también de connotaciones electorales muy rentables. Pero ahora ya no estamos en la campaña, que, como el papel, todo lo aguanta, sino que estamos en la realidad, que se impone sobre cualquier formulación teórica o táctica.
Ahora mismo, mucha gente está desilusionada porque no se ven visos del “cambio” que imaginó, por ser de seguro impracticable en los hechos; y también mucha gente se halla a la expectativa porque se sigue haciendo uso de la retórica del “cambio” sin que hasta la fecha se sepa a ciencia cierta de qué se trata. A un año de Administración, lo que se debería imponer, por la fuerza misma de las necesidades y los desafíos que enfrentamos, es la máxima claridad posible sobre las estrategias, los proyectos y las acciones para enfrentar la complicadísima problemática nacional. Y es lo que está faltando.
Recuérdese, y pasar la línea hacia el segundo año lo recalca, que los tiempos políticos son más fugaces que los tiempos del calendario. Queda muy poco tiempo disponible antes de estar de nuevo en la refriega electoral. Y lo que no se eche a andar de veras de aquí a la mitad de 2011 muy difícilmente se podrá activar después.
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