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2010/06/07

EDH-Esa equivocada obsesión del Banco Mundial

Alejandro Alle.08 de Junio. Tomado de El Diario de Hoy.

Siempre es válido el esfuerzo por cuidar las formas. También lo es la intención de puntualizar el fondo. Pero está mal eludir, de manera aséptica, el análisis crítico del trasfondo, ese lugar preciso donde radica el origen de los problemas. El sitio que debería escudriñarse sin contemplaciones, cuando lo que se pretende es encontrar soluciones, y no simplemente exponer situaciones.

Si a la mencionada asepsia le sumamos una enfermiza preocupación por evitar afirmaciones que se pudieran tomar como políticamente incorrectas (¿!), la conclusión es decepcionante. En especial cuando esa preocupación es reiterada de manera obsesiva por el expositor.

Y fue con decepción que salí hace unos días de una presentación efectuada por un funcionario del Banco Mundial ante un grupo de columnistas y economistas que habíamos sido convocados para la ocasión.

El tema, sumamente interesante, era "La transición demográfica y las políticas sociales en América Latina y El Caribe". La información utilizada para elaborar el estudio se percibía de muy buena calidad. Más aún, el expositor era una persona de sólida formación académica.

Quizás por ello mi frustración: contando con tan buenos ingredientes, el pastel que salió del horno no tenía sabor a nada. Es que en economía, al igual que en gastronomía, de recetas asépticas sólo se obtienen cocciones insípidas.

El estudio del Banco Mundial mostraba la notable transformación sufrida por la pirámide poblacional de los países lationamericanos, que a partir de 1950 comenzó un proceso de "engrosamiento": la base, constituída por las personas de menor edad, es cada vez menos amplia.

Como consecuencia, la proporción de adultos mayores está aumentando en forma sistemática. El perfil actual dista de ser el de una pirámide, mientras que el esperado para el año 2050 será casi un rectángulo: se estima que habrá tantos ancianos como niños.

Si bien el reporte menciona los "grandes impactos fiscales" que ya están implicando tales cambios, y en sus conclusiones indica que "los gobiernos deberán continuar reformando los sistemas de pensiones", ninguna de tales afirmaciones pasa de la categoría de perogrullada.

Por el contrario, el estudio perdió la oportunidad de hacer recomendaciones cuantitativas concretas sobre el financiamiento, tanto actual como futuro, de los sistemas vigentes de pensiones de reparto, así como de los sistemas públicos de salud y de educación. Nada menos.

Desaprovechó también, por desgracia, la ocasión para explicar con claridad la razón por la cual colapsan los sistemas de pensiones de reparto, más aún ante cambios demográficos de la magnitud señalada. Un olvido preocupante.

También brillaron por su ausencia sugerencias específicas sobre el nuevo enfoque que necesariamente deberá tener el Estado, ante esos cambios demográficos, a fin de cumplir con su rol subsidiario en materia de salud y educación para con los más desprotegidos de la sociedad.

A la explicación de tanto olvido, y de tanta preocupación por lo políticamente correcto..., quizás habría que buscarla en cierta confusión que tienen algunos funcionarios de organismos internacionales, por no ser ni políticos ni intelectuales.

En efecto, los políticos deben manejarse, por definición, dentro de lo que la sociedad les acepta en un momento determinado. Una zona que pudiera caracterizarse como limitada entre una franja de máxima y otra de mínima. Apartarse de esa zona implicaría perder votos.

Los intelectuales, al contrario, suelen atreverse a la aventura de explorar ideas que están fuera de tales franjas. Capacidad y honestidad son las condiciones requeridas.

Los funcionarios de organismos internacionales, al no ser ni políticos ni intelectuales, deberían recordar que su obligación es producir trabajos que aporten luz sobre las soluciones posibles a los problemas de los países que analizan, alimentando a sus gobernantes con propuestas concretas. Recursos no les faltan.

Pero cuando en ellos prima un obsesivo temor a la crítica, y quieren que "nadie se sienta ofendido" (¿!), tal como repitió el expositor, abren ingenuamente el camino a la autocensura, sacrificando de tal forma la credibilidad de sus propuestas. Y eso es una gran pena.

Hasta la próxima.

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