Ramón D. Rivas.04 de Junio. Tomado de Diario Co Latino.
La semana recién pasada (los días 27 y 28 de mayo del presente) he tenido una encerrona en el Museo de América de Madrid con funcionarios de 23 países de Iberoamérica y Europa, donde hemos discutido sobre políticas públicas y culturales centradas específicamente en los museos.
Ha sido un magno encuentro organizado por la Agencia Española de Cooperación, Ibermuseos, la Secretaría General Iberoamericana y la Organización de Estados Iberoamericanos. Se trató de un importante concilio en el que se abordó la forma de potenciar la creación y el fortalecimiento de políticas públicas —como mencioné— y de sistemas y redes de museos como elementos claves para el desarrollo de este sector cultural. Fue un magno acontecimiento, que también he aprovechado para conversar con el subdirector de este importante museo español, el arqueólogo don Félix Jiménez, intercambio que comparto con ustedes, estimados lectores.
El Museo de América, en Madrid —único en su género—, ofrece al público visitante cerca de 2.500 piezas de todo tipo de soportes, destacándose entre ellos la cerámica, la lítica, los tejidos, la madera y los lienzos, entre otros.
Además, esta institución se permite el lujo de poseer en su colección dos importantes códices: el de Madrid (tro-corteciano) y de Tudela de los mayas. Y es que —según don Félix— es solo hasta 1994 que el Museo de América se convierte en un espacio cultural, que va a responder a un planteamiento actual y moderno con ese sentido de respeto y de igualdad entre pueblos.
Y así es como se aprecia este importante espacio cultural, que invita al observador no solo a la reflexión sobre el pasado de nuestros pueblos, sino que también a divisar el futuro con orgullo, ya que ese pasado expresado en esa amplia riqueza de material etnográfico mostrado enorgullece a todo latinoamericano.
El Museo de América surge en 1965, y la idea viene del general Francisco Franco. En ese entonces —dice el señor Jiménez—, el museo se habilitó con un tono triunfal, y se construyó exclusivamente para este un edificio de tres plantas. Arquitectónicamente, se diseña con la idea de un convento y se distribuyen las salas de exhibición en dos plantas.
Esta concepción viene de ese cometido de compromiso evangelizador de los españoles y, concretamente, del continente americano. Y es por eso que, cuando el museo se inaugura, se hace en torno a ese discurso colonial. En 1981 se cierra, en vista de que en 1992 se conmemorarían los 500 años de que los españoles pusieron pie en América.
Ya en la década de los noventa es cuando se va a cerrar ante los ojos de los nuevos administradores, que son ya destacados científicos en la antropología y la arqueología, y que son de la idea tenaz de que el museo ya pertenece a un período histórico que España ha superado. Toda esa etapa triunfalista, colonialista y franquista en el marco de la democracia que llega a España tenía que ser superada.
Es entonces —de acuerdo con don Félix Jiménez— que se crea la idea de hacer un museo y biblioteca de Indias. Esa era ya la idea del partido de la República, lo contrario que en tiempos del general Franco, que tenía la idea de un museo para ensalzar el colonialismo español en América y, sobre todo, para ellos, la “labor grandiosa” de España en América; es decir, ese paternalismo, la visión etnocéntrica, el cristianismo, la lengua y la cultura española que según Franco es algo que hizo a América mucho bien.
Desde 1965 hasta 1981 —de acuerdo con el arqueólogo Jiménez—, el museo pasa completamente desapercibido y es un espacio de mercadillo para señoras de embajadores, donde se conmemora el Día de la Hispanidad, el Día de la Raza y —lo que era aún más dramático— el Día del Indio Americano; pero como una curiosidad, como objeto por civilizarse; pero en ningún caso para tratar de entender su cultura. Era el museo del té. Se celebraban los días de Argentina, de Perú, etc.
Durante toda la década de los noventa, un grupo de antropólogos, arqueólogo, historiadores y comunicadores se pusieron a reflexionar y a ver en qué forma se podría estructurar una museografía que pudiera contar acerca de América, cómo utilizar su patrimonio americano de cara a la sociedad. Entre ellos se destacan Paz Cabello, Salvador Rovira, Aracely Sánchez, Concepción García (su actual directora) y Félix Jiménez (todos ellos distinguidos antropólogos, arqueólogos e historiadores del arte, etc.).
Relata don Félix que, en 1990, lo que se desecha de entrada es utilizar ese patrimonio como algo solo por mostrar. Ellos descartan cualquier tipo de discurso cronológico, estético o geográfico; y se opta por un tipo de planteamiento conceptual y de contenido en donde va a prevalecer el relativismo cultural, pero con un tinte neoevolucinista en donde predomina el mensaje por trasmitir (contenido) muy por encima de cualquier consideración de tipo estético artístico.
Desde que se toma ese tipo de enfoque, los objetos pasan a ocupar un lugar en la exposición no tanto por pertenecer a una determinada cultura o un determinado período, sino por la información que proporcionan en el momento y, sobre todo, en el nuevo discurso que se va a transmitir. Eso haría que elementos alejados, temporal y espacialmente, dialoguen dentro de una misma vitrina, porque esos objetos tienen iguales características, que hablan acerca de lo que son: de un aspecto cultural como símbolo de poder. Es decir, lo importante es el objeto y no el discurso.
Por mi parte, la experiencia de esta convocatoria científica ha sido aleccionadora y gratificante; y todo ello me hace redimensionar no solo en teorías y enfoques, y poco menos en la parte museográfica —que es importante—; pero sí en el discurso que se quiere impregnar en su contenido, ya que este casi siempre va unido al poder; y de eso es que debemos cuidarnos en la academia. Enhorabuena, y felicitaciones al equipo que lidera, en calidad de directora, doña Concepción García.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.