Las contradicciones constantes entre funcionarios, como las que vemos a diario en el ambiente, son muestras del déficit de coherencia que padecemos; y la mediocre ejecución de la inversión pública evidencia el déficit de efectividad que lastra la gestión gubernamental.
Escrito por Editorial.25 de Enero. Tomado de La Prensa Grafica.
Estamos iniciando 2010 y los tiempos apremian para contar cuanto antes con líneas estratégicas claras sobre lo que serán las apuestas reactivadoras del dinamismo económico nacional en ruta hacia el desarrollo. Las áreas en las que hay que incidir cuanto antes son verdaderamente sensibles, como empleo, crédito, inversión, seguridad y territorialidad. En este momento, mucho más que nunca, se requiere que la acción gubernamental esté movida por dos impulsores básicos: coherencia y efectividad.
La coherencia consiste no sólo en buenas políticas y estrategias, sino también en una adecuada articulación institucional de los esfuerzos. Y aquí hay que resaltar, una vez más, que el aparato estatal no responde –ni lo ha hecho desde hace mucho tiempo– a las necesidades de un proceso democratizador y modernizador como el que vivimos. Para empezar, el Gobierno se halla recluido en el enclave capitalino, más allá de cuyos límites prácticamente no existe; y, por otra parte, no hay una red institucional funcional, porque las instituciones siguen siendo feudos burocráticos. Eso indica que habría que iniciar de inmediato una reforma administrativa profunda del Estado, sobre criterios modernos de eficiencia y transparencia, para que las cosas comiencen a ser diferentes de veras.
Las contradicciones constantes entre funcionarios, como las que vemos a diario en el ambiente, son muestras del déficit de coherencia que padecemos; y la mediocre ejecución de la inversión pública evidencia el déficit de efectividad que lastra la gestión gubernamental. Si estos problemas estructurales no se atacan como se debe, seguiremos en las mismas. El anunciado cambio, pues, debería empezar por casa.
Reactivar es revitalizar
Las previsiones gubernamentales para 2010 son de un crecimiento del 1%, y para ello se necesitará ponerle mucha más atención al imperativo de generar confianza en el ambiente. La coherencia y la efectividad abonan desde luego a la confianza; pero se necesita, adicionalmente, una línea muy clara de acción hacia el futuro, así como la seguridad de que no habrá bandazos en el camino. La programación es decisiva, el arranque de la misma es apremiante, la suma de apoyos resulta indispensable. Y entonces surge la pregunta: ¿Cuánta claridad y disposición hay para que todo eso se dé? Aún no se sabe a ciencia cierta, y eso es lo que tendría que saberse lo más pronto posible; porque de no ser así, lo que se prevé es una suma de ejercicios fallidos o insuficientes.
Hay que tener presente que reactivar implica revitalizar, y para revitalizar hay que proveerle al organismo social los reconstituyentes apropiados. Tres son los reconstituyentes básicos: confianza, transparencia y realismo.
Es de subrayarse, como lo hacemos siempre que hay oportunidad para ello, que nada de lo dicho puede ser iniciativa exclusiva de nadie, ni siquiera del Gobierno, con todo lo que pesa como sujeto de gestión. Las complicaciones y los desafíos son tales que sólo con un aporte sustancial de racionalidad verdaderamente compartida es factible salir adelante. Esa racionalidad es todo lo contrario de las retóricas ideológicas trasnochadas y de los pragmatismos a salto de mata. Acción inteligente es lo que necesitamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.