El jueves anterior, la Universidad Tecnológica de El Salvador (UTEC) hizo el lanzamiento público de mi libro: “De la ilusión al desencanto, reforma económica en El Salvador, 1989-2009”. Como su nombre lo sugiere, en este trabajo se hace un repaso de lo que ha sido la gestión económica en el país en los últimos veinte años.
Escrito por Juan Héctor Vidal.25 de Enero. Tomado de La Prensa Grafica.
Como lo digo en el prólogo, la idea de hacer un análisis de la reforma no es nueva, pero la aparición del libro, lo digo con toda modestia, no pudo ser más oportuna. De hecho, el proyecto se concibió cuando recién terminaba la gestión del presidente Cristiani y el país estaba creciendo aceleradamente y, sobre todo, saboreábamos las mieles de la paz. Es decir, estábamos en un momento ideal para pensar en grande. Y yo estaba entre los que soñaban con país distinto.
Ciertamente las armas callaron y el país tiene algunos rasgos de modernidad. Además cuenta con una institucionalidad diferente que ofrece mayores espacios para el ejercicio democrático, donde las libertades y los derechos individuales se erigen como productos incuestionables de los Acuerdos de Paz. Si se me permite una síntesis, diría que la patria no ha estado aprisionada por el inmovilismo.
Sin embargo, cuando pienso en la imagen objetiva que yo me formé dos décadas atrás, encuentro una gran brecha entre aspiraciones y realizaciones. No personales, desde luego, sino de cara a una realidad nacional que me deja la sensación de que como sociedad no terminamos de aprender de nuestra propia historia.
En materia económica –que constituye el foco de atención del libro– no solo percibo un gran déficit, sino también un riesgo de entrar en proceso de involución, con grandes implicaciones en el desarrollo político y social. Se me antoja pensar, y así lo sostengo en el trabajo, que el modelo de economía social de mercado –que supuestamente sería el referente de un partido político que en teoría estaba comprometido con el futuro del país– fue distorsionado, por no decir prostituido.
Los espacios que abría el modelo para la modernidad y el crecimiento con equidad fueron disipándose progresivamente para ser sustituidos por un enfoque cortoplacista, intereses mezquinos y una soberbia política, cuyo desenlace llegó en el momento menos oportuno. La economía y la política son como las dos caras de la misma moneda, mientras que lo social se convierte invariablemente en la síntesis del desencanto cuando aquello no funciona.
Veinte años no son suficientes para transformar a una sociedad como la salvadoreña, especialmente si –como sostengo en el libro– tiene una historia de grandes inequidades económicas y sociales, diferencias ideológicas irreconciliables y una pérdida progresiva de sus valores fundamentales Sin embargo, sigo pensando que, bajo la bandera de un proyecto nacional, sí se hubieran podido haber dejado sentadas las bases para empezar a transitar con paso firme hacia la construcción de una sociedad cualitativamente distinta.
La realidad actual en materia política, económica y social, con todo lo bueno que pudiera atribuírsele –sobre todo si se le compara con la situación prevaleciente en la penúltima década del siglo pasado– no da margen para pensar en otra cosa que no sea la presencia de una crisis de expectativas. No podemos obviamente quedarnos elucubrando sobre lo que pudo ser y no fue. El desafío no está planteado tampoco en enjuiciar a los responsables, sino en aprender de la historia para no cometer los mismos errores.
Hablando del tema económico, y desde luego del social –cuyo desempeño nos ha llevado a algunos a pasar de la ilusión al desencanto– tampoco la solución, creo, está en el socialismo del siglo XXI. Al menos yo la encuentro en el coraje, el trabajo constante, la solidaridad y sobre todo en la responsabilidad compartida. Esto, ante el nuevo desafío que nos plantea el capitalismo. Aparte de los desatinos cometidos por ARENA, esa es la tesis central del libro.
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