En mi primer artículo publicado en este periódico el 10 de octubre del año pasado, “Hacer lo correcto sale caro”, describía una experiencia personal. Con el fin de estimular mayor debate, este se concentrará en definir el problema de fondo y proponer posibles mejoras.
Escrito por Gian Paolo Einaudi. 08 de Enero. Tomado de La Prensa Grafica.
¿Huyo o me quedo? Este es el dilema que enfrentamos los conductores cuando atropellamos a un peatón. Observando el cadáver del hombre que acababa de atropellar, marqué el 911 y cooperé completamente con las autoridades. Creo que esto es lo que se debe esperar de un conductor frente a un trágico accidente.
La práctica actual, en cambio, requiere que los pocos que decidimos hacer “lo correcto” seamos detenidos por lo menos 72 horas. Además, incurrimos en gastos legales, de conciliación y de transporte hasta que la licencia y el vehículo decomisados son devueltos. El inciso segundo del artículo 177 del Reglamento General de Tránsito y Seguridad Vial dice: “Si el motorista no huyere, no presentare muestras de haber ingerido bebidas embriagantes o estupefacientes y voluntariamente diere aviso a las autoridades y auxiliare a las víctimas conduciéndolas al hospital... no se le detendrá...”. Mientras el referido artículo tiene la clara intención de incentivar a la ciudadanía a comportarse de manera responsable, lo cierto es que en la práctica logra lo contrario. Al no poder auxiliar al peatón cuando muere en la escena, el conductor, si es que decide quedarse, es inevitablemente detenido.
¿Qué sucede con aquellos que huyen? Seamos sinceros: nada. Como consecuencia, solo el 10% de los motoristas en esas circunstancias decide quedarse, según la fiscal en mi caso, señal clara de que el sistema necesita reformas. ¿Si solo el 10% de los ciudadanos asalariados pagáramos impuestos, no reformaríamos las políticas fiscales? ¿Si un empleado llegara a trabajar 10% del tiempo, no exploraríamos alternativas?
Una lógica similar aplica a los accidentes de tránsito. La meta de reducir la tendencia a huir parece abrumadora para aquellos que lo consideran un fenómeno exclusivamente cultural. No podría estar más en desacuerdo. Gente que no tiene nada que ocultar huye principalmente por temor a la práctica de detener a los ciudadanos en casos de homicidio culposo, la cual lleva a buenas personas a evadir la responsabilidad.
¿Podría una política diferente incentivar mayor responsabilidad y transparencia? Existen alternativas como libertad bajo fianza o confiscación de pasaportes. En Estados Unidos, la patrulla en la escena toma los testimonios del conductor y los testigos, realiza pruebas de alcohol y revisa el expediente automovilístico del motorista. Basándose en la evidencia disponible, la policía toma una decisión. Si considera que el conductor ha sido negligente, lo detiene. Si concluye que se comportó de manera razonable, documenta los hechos y lo deja en libertad. En EUA la tendencia a quedarse es mayor. ¿Creen que los gringos deciden quedarse por “buena gente” o porque saben que quedarse no implica detención y que huir agravaría cualquier consecuencia?
Considero también que mayor y mejor uso de tecnología puede ofrecer mejores resultados a un costo razonable. Instalar cámaras en aquellas intersecciones y calles con altos índices de pérdidas materiales y humanas facilitaría la transparencia y administración de justicia en situaciones donde en la actualidad, prevalece la confusión y la ley del más listo. Esa necesidad de transparencia aplica a todos los ámbitos, desde la rendición de cuentas de Casa Presidencial hasta accidentes de tránsito y declaraciones de impuestos.
El comportamiento transparente y responsable no es producto de nuestros genes, sino de nuestra formación y de las políticas públicas pertinentes. Si queremos que la ciudadanía se comporte de manera responsable, debemos crear y hacer cumplir políticas que incentiven una conducta responsable y castiguen decisiones elusivas.
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