Escrito por Federico Hernández Aguilar. 06 de Enero.Tomado de El Diario de Hoy.
Ajuzgar por los más recientes altercados públicos entre el Presidente Mauricio Funes y algunos personeros de su partido, el actual gobierno debería reconocer que al interior del gabinete ha existido espacio suficiente, al menos hasta hoy, para dos visiones totalmente contrapuestas. Dado que se cuidan tanto de negar, ambos bandos, que sus diferencias sean abismales e irreconciliables, ¿qué esperamos los salvadoreños para entender que las coincidencias entre el mandatario y el FMLN pesan mucho más que las palabras altisonantes?
De no ser así de cercanas las posturas ideológicas, el Presidente de la República podría haber pactado con el Frente —tal vez hace rato— un quinquenio de relativa estabilidad, en virtud de lo cual toleraría la penetración territorial de los activistas rojos (que ya ejercen labores de propaganda a través de los llamados ministerios sociales), mientras sigue consolidando su perfil "independiente" repartiendo regaños entre sus funcionarios, Vicepresidente incluido.
Esta estrategia afianzaría la imagen de hombre de carácter que los salvadoreños le aprueban al mandatario en las encuestas, pero al precio de configurar, en el mediano plazo, la entrega del país a los radicales izquierdistas, acostumbrados como están a esperar lo que sea necesario con tal de agenciarse el poder absoluto.
Ahora bien, si ninguno de los dos escenarios arriba descritos se acerca a la verdad, ¿qué significan los aparentes exabruptos de Mauricio Funes y las cada vez menos diplomáticas reacciones de los principales líderes del FMLN? ¿Cómo es que el alcalde de Soyapango se atreve a insinuar que el Presidente está siendo tentado por la "burguesía", en clara alusión a futuras acusaciones que podrían hacérsele desde su propio partido? ¿Cómo es eso que Roberto Lorenzana, que dirigió la campaña electoral de Funes, viene hoy a decirnos que ser humildes ante las llamadas de atención del mandatario no significa "humillarse" ante él?
Si nuestro primer gobierno de izquierda rehúsa aceptar que su pretendida moderación es el peor embuste político de la historia nacional, y si tampoco está presentándose con rostro moderado para suavizarle el camino a un eventual candidato "pura sangre" en 2014, entonces debemos asumir que los regaños del Presidente son auténticos y que los malestares del FMLN distan de ser fingidos. Ambos grupos estarían manejando agendas diferentes, tratando de viabilizar sus respectivos proyectos —lo que sería más sencillo para el Frente, dada su estructura nacional— y se encontrarían dispuestos a cargar con los costos de una ruptura si ésta llegara a ser inevitable.
Con semejante panorama, ¿no tendría Mauricio Funes que haberse acercado ya a sectores o grupos que le ayuden a fortalecer una base social amplia (más afincada en el terreno que en sondeos de opinión), contrarrestando por anticipado las "serruchadas" que el Frente haría, sin escrúpulos, bajo sus pies? ¿Aceptaría el FMLN, de buena gana, que su Presidente "outsider" empezara a coquetear con patrocinios muy lejanos a los petrodólares chavistas, adquiriendo en la práctica una independencia que por ahora se ha reducido a las bien montadas reprimendas? ¿No sería ésta la principal razón por la que ciertos funcionarios, incluyendo al Vicepresidente, se aventuran a contrariar descaradamente los mensajes que Funes desea enviar a la población?
Queda, sin embargo, una cuarta posibilidad, variación pragmática de la hipótesis recién apuntada: el presumible pacto parcial entre dos bandos calculadores que creerían estarse engañando mutuamente. Esto significaría que tanto el mandatario como el partido aceptan darse un apretón de manos coyuntural, pensando que esto les garantiza ciertos márgenes de maniobra, temporales y espaciales. Mauricio Funes estaría confiando en el grado de credibilidad que por hoy le concede la ciudadanía, mientras que el Frente le apuntaría a beneficiarse de las simpatías cosechadas, en abstracto, por el gobierno. Las reprensiones públicas del gobernante llegarían hasta cierto tono, pero no pasarían de allí. Las veladas amenazas del partido se quedarían en eso: puras amenazas.
Por supuesto, semejante estado de cosas sólo podría durar hasta las elecciones de medio término, en 2012, porque ya entonces habría urgencia de consolidar las respectivas apuestas. La violencia de ese pulso estaría determinada por los avances que hayan alcanzado hasta ese momento los actores involucrados, así como sus disímiles mensajes.
Soy poco aficionado a las teorías conspirativas, pero las circunstancias que vivimos en los umbrales de este nuevo año brindan escasas certezas, lo que abre espacio a toda suerte de especulaciones. El único que puede frenar la espiral de inquietudes es, por cierto, el Presidente de la República, a quien concierne a una decisión que, por audaz, podría estar muy lejos de sus planes a corto plazo: sacar del gabinete de gobierno, sin medias tintas, a los funcionarios que le han desafiado, sea con palabras, sea con acciones. ¡Ese sí sería un mensaje contundente e inequívoco!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.