EDH-El caos telúrico de Haití sobre el caos de un país

No transformarnos en otro Haití, camino que lleva Nicaragua por obra de los sandinistas, es el gran reto de los centroamericanos, como también lo es contribuir a que Haití logre salir de la pesadilla que vive

Editorial.18 de Enero. Tomado de El Diario de Hoy.

Corriendo desesperadamente contra el tiempo, los cuerpos de salvamento del exterior y los pocos que hay en Haití hacen lo humanamente posible por rescatar a gente atrapada entre los escombros, atender heridos y dar agua, comida y techo al más de millón y medio de damnificados que viven a la intemperie. Nunca antes las Naciones Unidas, o los organismos internacionales, habían enfrentado una calamidad de las dimensiones de la haitiana, calamidad por la magnitud del terremoto pero más todavía por la carencia de estructuras en el país para socorrer a las víctimas.

Haití es uno de los más patéticos ejemplos de la muy justa y plena distribución de la pobreza, la atomización del aparato productivo, la parcelación al metro cuadrado de la tierra y la igualdad de casi todos en la ignorancia y la incapacidad.

En Haití nunca hubo grandes negocios, florecientes empresas ni importantes latifundios, por lo que manejar medianos o importantes volúmenes de cualquier cosa, sean alimentos, productos industriales o materias primas, está fuera del alcance de los haitianos. Sólo el gobierno tiene una débil y relativa presencia en el territorio, pero al no existir otros liderazgos, se mueve en el vacío.

Estas realidades han obligado a los Estados Unidos a desplegar varios miles de soldados para poner alguna medida de orden y evitar el vandalismo a gran escala. Pero pocos tienen alguna esperanza de que a corto plazo, de los escombros materiales y especialmente de los escombros institucionales, surjan fuerzas autóctonas para recomponer el país.

¿Por qué se sufre tan patética situación, ese siniestro ramillete de amarguras? La pobreza lacerante y el caos en Haití son consecuencia de abandonar el Orden Moral y lo racional en el manejo de la vida pública y privada. Haití sufre los efectos, hasta el momento imborrables, de los largos años de Papa Doc y del comunista Aristide. Las largas dictaduras, la corrupción, el atropello a la civilidad y el abuso de la fuerza han dejado espantosas heridas.

Peor aún y la causa de los extremos de pobreza en que viven los haitianos, lo que se agravará a causa del terremoto, es la creencia de grandes sectores de la población en brujerías, fuerzas diabólicas, zombies, maldiciones y magia negra. Son incontables los haitianos que articulan sus vidas recurriendo a prácticas africanas milenarias que se mantienen pese al descubrimiento de la razón, del imperio moral, del Estado de Derecho.

Que Centro-América no se convierta en Haití

Haití, donde apenas llega el Siglo XXI, está enclavado sobre estratos de violencia cavernarios, de supersticiones, de lo macabro y lo diabólico. En la época de Duvalier, el Papa Doc, el poder se ejercía en buena parte recurriendo a bandas de asesinos, los tonton macute, que a garrotazos imponían la voluntad de un individuo nutrido en la barbarie, cuya herencia para los pobres haitianos fue perpetuar miseria, divisionismo, conjuros, ignorancia y formas primitivas de producir y comerciar.

Que los haitianos son capaces de otra cosa lo comprueba la maravillosa pintura de sus artistas, que han logrado hacer gran arte partiendo de la magia de sus tradiciones pero sin su lado grotesco y diabólico.

No transformarnos en otro Haití, camino que lleva Nicaragua por obra de los sandinistas, es el gran reto de los centroamericanos, como también lo es contribuir a que Haití logre salir de la pesadilla que vive.

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