Escrito por Rafael Lara-Martínez. 22 de Enero. Tomado de Contra Punto.
¿Se trata de dos silencios que la nueva historia oficial teme revelar sobre Brannon, Casamalhuapa, Espino, Gavidia, Grupo Masferrer, Mejía Vides, Salarrué, etc.?
NUEVO MÉXICO - Por constancia de amistad entrañable, extraoficialmente, recibo programa de “inauguración del Centro Nacional de Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanidades (CENICSH)” a realizarse del 27-29/enero/2010. Me sorprenden obvio silencio y posible omisión, demasiado comprometedora para antiguas historias oficiales.
1) Al instante, a “la hora del cambio”, el programa señala temores de ciudad letrada actual por indagar filosofía y legado indígenas salvadoreños que le resultan ajenos a su tradición. No otro Logos clama su ausencia. En un par de días de discusión no hay sitio para la diversidad lingüística. La traducción del “himno nacional al náhuat” —a presentarse el 29/enero/2010— no satisface exigencias científicas de una antropología lingüística la cual no concibe idiomas como simple instrumento de transmisión de contenidos extranjeros a su historia cultural. Las lenguas indígenas deberían estudiarse a cuenta propia como sistemas filosóficos con categorías de pensamiento distintas de las hispanas. Este proyecto idiomático que des-en-cubriría dimensión centroamericana de El Salvador queda pendiente.
2) Además de ausencia de toda reflexión sobre el náhuat en el Cenicsh, será interesante escuchar si el foro “pensamiento y cultura” (28/enero/2010) se atreve a mencionar la complicidad entre redes intelectuales salvadoreñas (Brannon, Casamalhuapa, Espino, Gavidia, Grupo Masferrer, Mejía Vides, Salarrué, etc.) con ascenso y consolidación del general Maximiliano Hernández Martínez. Los grandes escritores clásicos y seguidores de Masferrer forjaron la “política de la cultura” del martinato (véase: Boletín de la Biblioteca Nacional (noviembre/1933) que acuña el término). Sin embargo, la posición de la historia oficial en boga oculta toda abundante documentación que demuestre la enorme aureola de prestigio que goza el general Martínez ante los ojos de la intelectualidad salvadoreña que lo apoya durante primeros años de su mandato. Habría que rescatar revistas literarias olvidadas por casi toda historia nacional: Ateneo de El Salvador, Cypactly, La República. Suplemento del Diario Oficial, Boletín de la Biblioteca Nacional, Revista El Salvador. Órgano Oficial de la Junta Nacional de Turismo, etc. Resulta obsoleto invocar la cultura indigenista del martinato para urgir cambios, en detrimento de toda posición crítica sobre contexto político que sustenta su auge artístico.
¿Se trata de dos silencios que la nueva historia oficial teme revelar? ¿Ambos rubros se hallan ausentes de inauguración? En esperanza de un verdadero cambio, estas inclusiones obligarían a menoscabar el olvido de una historia a menudo bastante selectiva.
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