Escrito por Julio Canales. 05 de Enero. Tomado de Contra Punto.
Aún se conservan hasta los jefes de seguridad que tienen más de veinte años al trabajando en contra de los ideales pragmáticos de cambio
SAN SALVADOR - Una forma de asegurar la “concordia” gubernamental durante los gobiernos areneros, por escoger una entre una extensa gama de artimañas, era mantener copado de asalariados a su disposición y a su orden dentro de las instituciones públicas. Estos iban desde conserjes en permanente vigilancia, hasta los poseedores de poderosas firmas que con su ostentosa caligrafía asentían como legal lo ilegal y demeritaban los argumentos de cualquiera que intentara prevalecer con sus denuncias sobre el rabo purulento de alguna malicia de cualquier “macizo”.
En noviembre de 2007, se avista la, hasta ese día, ilusoria idea de que la izquierda tome el poder del ejecutivo en el país, en un estado tradicionalmente presidencialista, omnipotente y, gracias a sus lacayos, omnipresente. Mauricio Funes lanza su candidatura a la presidencia de El Salvador.
Haciendo evidente los fenómenos climáticos que aquejan al planeta, no fue en octubre, sino en noviembre que fuertes vientos, alborotaron las ramas de los centenarios árboles inquisidores que nerviosamente comenzaron a sacudirse en las esferas burócratas de las instituciones gubernamentales, aterrados por un tifón que no solo los mandaría a la calle, sino que les levantaría las faldas dejando al descubierto muchas décadas de corrupción y despotismo.
La campaña proselitista más férrea no sólo se hizo como tradicionalmente se realizaba en las elecciones del pasado, con los legendarios lugares comunes de la mediática salvadoreña que aludían a “los guerrilleros del FMLN”, “los diabólicos comunistas come-niños de los que hablaban mis abuelos” y todos los jocosos calificativos que cualquier salvadoreño ha escuchado, como también ha escuchado el cuento de la Sigüanaba y del Cipitío; en esa ocasión, además, como herencia publicitaria mexicana, agregaban a Hugo Chávez como mala palabra, y en una apreciación muy subjetiva, creo que desplazaban por primera vez como pivote central del eje del mal latinoamericano a Fidel Castro; desde luego, no faltó la evocación a la figura de la “cándida” derecha, con sus chapitas en las mejillas, “los que no tienen necesidad de robar” – ni de matar, y a las odas a los adalides de la “libertad”, desde luego, representado por el Atlacat arenero, el Mayorsísimo Roberto d'Aubuisson Arrieta.
La verdadera batalla de ideas, cojas e incipientes por una pobre memoria, pero al fin, inédita en nuestro país, pasó más allá de la televisión, en la que la derecha volvió a detonar desesperadas acusaciones cargadas de incredulidad y anacronismo, y, sabiamente, la izquierda guardó un silencio afinado como el de un francotirador, y el verdadero análisis, o por lo menos discusión política, se desarrolló en los bares, en los buses, en las oficinas, en las salas de belleza, etcétera, donde se dejó de hablar del “Derby” español, de “Chente” Fernández y su nuevo disco, de la ya clásica música de Los Temerarios, y por unos extraordinariamente dinámicos dieciocho meses se habló del mesiánico Mauricio Funes y del peligrosamente tonto Rodrigo Ávila por todos lados. Sólo los repuntes hazañosos de la “selecta” y la gala de “bailando, cantando, comiendo, cagando, etcétera, por un sueño” de vez en cuando rompía las discusiones sobre la situación electoral del país. Insisto: inédito hasta entonces en El Salvador.
Fue más de un año y medio, resta decirlo, encarnizado entre los militantes de ambos partidos mayoritarios, y de mucho cálculo y especulación entre los altos mandos de los partidos residuales, pero al fin se llegó al verdadero primer round electoral en la carrera presidencial: las municipales y legislativas.
Con el pulso desatinado, pero todavía contundente, ARENA demostró que Mauricio Funes aún no podía celebrar triunfo por knock out, es decir, pegarle una gran “taleguiada” a Rodrigo Ávila. Definitivamente, Rodrigo Ávila tenía razón en su vulgar conclusión: “ya sabe Mauricio Funes que puede hacer con sus encuestas”, o algo así como “ya sabe donde se las puede meter”, como todos los albureros entendimos.
Ganar la alcaldía de San Salvador no era poca cosa como para conformarse, como lo dijo Funes, casi parafraseando la fábula de la zorra y las uvas. La derrota de la doctora Menjivar volvió el alma a los atolondrados lacayos de ARENA que se envalentonaron con la esperanza de un milagroso empate en primera vuelta y que en la segunda ronda electoral, toda la maquinaria ultraderechista se volviera a engranar para triturar un funismo ya desmitificado.
La secuencia de esta historia la conocemos. Mauricio Funes junto al FMLN, ganó por un margen estrecho de votos, porcentualmente hablando, pero ganó.
Las esperanzas de cambio en las desesperadas masas se exacerbaron y las celebraciones, de los ciudadanos y ciudadanas víctimas de una casi genética historia de explotación, represión, esclavitud, y además otra de forma más reciente y más nociva la tercerización, se malcriaron por dos días y dos noches, saliendo a las calles en caravanas de automóviles, música desbordante, llantos de alegría, muestras de irreverencia, y otras que las expectativas políticas les ofrecían.
La fiesta terminó, y “la zorra rica al rosal, la zorra pobre al portal, y el avaro a sus divisas”.
La primera decepción, nació cuando dieron las dos de la mañana en Sonsonate y la gente esperaba a Mauricio Funes, quien había prometido en un mitin en la colonia El Balsamar que la celebración de su triunfo iba a ser en ese lugar donde manifestó por primera vez públicamente sus aspiraciones presidenciales. Pero Funes se fue a la Escalón.
Esa sería la primera de muchas decepciones que los militantes del FMLN que sin Pollo Campero, ni salarios por pinta y pega le habían confiado el reto de un “cambio seguro”, que la gente entendió como “un seguro cambio”.
Los paños tibios, que ya comienzan a oler mal, han sido, por más que el FMLN quiera hacer callar a sus militantes, simpatizantes y afiliados, una bomba de tiempo y que sin sarcasmo alguno, me preocupa desde hace un par de meses. Casi desde el inicio de la gestión de Funes.
Chucho no come chucho, y si come, se lo come ya muerto y asado, frito, terminado, irreconocible. De lo contrario no se lo harta. Así es la derecha, y darle la espalda a la idea de un arenero haciéndole la camita a otro arenero así por así, a favor de un “rojo”, sólo podríamos haberla visto en los aliñados, adobados, guisados casos de Adolfo Torrez y el primer pez gordo expulsado de ARENA, Antonio Saca (la figura pez gordo no tiene nada que ver con la figura corporal del ex presidente de la República).
Los funcionarios que Funes mantiene en las instituciones, y que han sido contrarios a cualquier idea de cambio no compatibilizan ni jamás seguirán una línea de seguro cambio que los que le dieron el voto a Funes esperan. ¡Jamás!, ya se comprobó en algunas autónomas: ¿Recursos Humanos o la Gerencia, denunciará a un jefe de primer nivel que tenga un largo historial de acosador o violador si este ha sido correligionario? No lo dudo: estoy seguro, no lo harán.
Los consejos a las víctimas, que generalmente vienen de otras funcionarias mujeres son: “mire mamita, no se meta en problemas, la van terminar echando a usted y él… usted sabe, tiene poder, es demás, mejor, lo que vamos a hacer es que la vamos a trasladar a otro departamento lejitos de él, pero no se meta en líos. Cáyese”.
Cuando se establece un rumor contra un trabajador de estar desestabilizando la inhumana tercerización se le despide y allí no hay poder terrenal que interceda ante los aún todopoderosos herederos del imperio.
Si se pretende hacer una denuncia, hay que pensárselo bien. Si la inmunidad que conservan viene del mismo partido que se apoyó para que fuera seguro cambiar a esos funcionarios de manos límpidas, pues no dejan un rastro de sus corrupciones, el tiro le puede salir a cualquiera por la culata y que tal nos echamos tres añitos de nuestra vida por “difamación” a los cándidos funcionarios vitalicios.
Hay indicios que se utilizan contra los que calzamos zapatos “burros”. Pero parece que esos indicios de corrupción, abuso de poder, conflictos de intereses, acosos y abusos sexuales, etc. no tienen el mismo calado para inferir una irregularidad contra un “macizo”, por lo tanto no es investigable ni superficialmente, ni mucho menos a fondo.
Mauricio Funes tiene la oportunidad de cambiar el equipo completo en este medio tiempo que es el inicio de año. Soltarse de los compromisos pues no fue el dinero que ahora no se sabe realmente de donde salió el que se echó en las urnas. En las urnas se depositaron unas papeletas marcadas por gente esperanzada a que los “súbditos del imperio oligárquico” se fueran de las instituciones; y las banderas que se marcaron para que ahora Mauricio Funes fuera nuestro presidente eran rojas y decían FMLN. La historia de ese partido está cargada de esperanza de profundos cambios. Cambios seguros.
Mauricio no tiene que descabezar a los ordenanzas orejas, ni a las secretarias de dos teléfonos (uno donde le informan y el otro donde ha informado desde hace años a su patrón inmediato superior). Mauricio tiene que remover mandos de primer nivel de las instituciones y que si no es sustituido por militantes del FMLN, por lo menos que se compruebe que el sustituto no ha comulgado con los gobiernos predecesores al de la esperanza.
Es que hay que enterarnos, en muchas autónomas y otras dependencias importantes del gobierno aún se conservan hasta los jefes de seguridad que tienen más de veinte años al trabajando en contra de los ideales pragmáticos de cambio, y se ufanan de su permanencia en sus cargos y celebran los desaciertos en las instituciones que tendrían que proteger como labor encomendada, Estos, también celebran hasta el mínimo desacierto que la prensa le achaca al gobierno del presidente Funes y a su gabinete.
No sólo el ejército le puede dar golpe de estado al Sr. Presidente. Por ahora, Mauricio Funes padece de una infección generalizada que no se quiere tratar. Dios lo inspire para que no vaya a fulminar, o peor aún, que no se vaya a adaptar a los “analgésicos” contra ésta y se convierta en una purulenta enfermedad controlada, pero enfermedad al fin.
Mauricio Funes no se quiere curar de una invasiva enfermedad
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.