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2010/01/19

Co Latino-Proceso nacional desencaminado

Escrito por Luis Armando González. 19 de Enero. Tomado de Diario Co Latino.

Hace un año, en vísperas de las elecciones para alcaldes y diputados (18 de enero), y para las presidenciales (15 de marzo), amplios sectores de la sociedad salvadoreña –no necesariamente vinculados o afines a la izquierda— estaban con los mejores ánimos y un optimismo desbordante ante la posibilidad, cada vez más firme en ese momento, de que esas elecciones iban a arrojar resultados positivos de cara al resquebrajamiento de la hegemonía de la derecha.

Una primera decepción –y un reparo a los ánimos y el optimismo prevalecientes— se suscitó a partir de las elecciones para diputados que dejaron consigo una correlación de fuerzas políticas, en el seno de la Asamblea Legislativa, muy similar a la legislatura que estaba por finalizar su mandato; esto es, una correlación de fuerzas favorable al bloque de derecha. Por su parte, las elecciones municipales, sin ser en su conjunto desfavorables a la izquierda, dejaron como uno de sus saldos negativos la pérdida de la alcaldía de San Salvador, considerada un bastión simbólico inaccesible a la derecha.

Con todo, no faltaron energías para encarar el desafío de las elecciones presidenciales, cuya importancia se valoró debidamente, una vez que se disipó  el malestar de la derrota por la alcaldía capitalina. El triunfo del candidato por el FMLN, Mauricio Funes, afianzó en amplios sectores sociales –populares, intelectuales, profesionales y religiosos— la convicción de que pronto se comenzarían a generar transformaciones sociales y económicas postergadas desde mucho tiempo atrás, pero necesarias para construir una sociedad más justa, inclusiva y solidaria. Fueron muy pocos los que prestaron oídos a las señales que indicaban –incluso antes del cierre de campaña— tensiones, recelos y discordias entre Mauricio Funes y el FMLN.

De algún modo, la presencia de Salvador Sánchez Cerén, como candidato a la vicepresidencia de la República, contribuyó a disipar la fuerza de esas señales. Que la derecha mediática y política intentara explotar las diferencias existentes entre Funes y el FMLN, inventándose algunas e inflando otras menores, también ayudó a que sectores críticos del país no se detuvieran a examinar con más detalles esas diferencias, para ponderar hasta dónde las mismas podían llegar una vez que Funes fuera electo presidente.

Y así como no se prestó la debida atención a las señales problemáticas que provenían de la relación entre Funes y el FMLN, tampoco se prestó atención a otro nudo de relaciones que anunciaba ser, desde la campaña, un foco de tensiones y conflictos: el que se tejió en torno a las relaciones entre Funes y los “amigos de Mauricio” y el que se tejió en torno a estos últimos y el FMLN. Si la convivencia entre estos actores durante la campaña no fue siempre fácil, lo que vino después –una vez que Funes ganó la presidencia— fue una puja abierta entre ellos por ocupar puestos claves en el nuevo gobierno.

Lo lógico hubiera sido que Funes, una vez electo presidente, considerara de común acuerdo con el FMLN –convertido en el partido de gobierno— los nombres de los candidatos para ocupar cargos importantes en las diferentes carteras del Ejecutivo.

Sin embargo, no fue así: hubo una especie de reparto por cuotas, a partir del cual importantes espacios de poder fueron copados por figuras prominentes de los “amigos de Mauricio”, así como por figuras que participaron en su campaña, a quienes el presidente prefirió como aliados y sostén principal de su gobierno. Esta alianza se ha consolidado al interior de la casa de gobierno –CAPRES—, desde donde se están tomando las decisiones más relevantes para la marcha del país desde el Ejecutivo.

El precio pagado por la consolidación de ese grupo en torno al presidente Funes ha sido sumamente elevado. En primer término, ha ahondado sus diferencias con el FMLN, aunque sin llegar a la ruptura definitiva. Y, en segundo lugar, está dando lugar a un aislamiento del gobierno respecto a fuerzas sociales relevantes –sindicales, gremiales, populares— que ven cómo desde el Ejecutivo no se están cumpliendo compromisos fundamentales adquiridos durante la campaña.

Aunque las simpatías populares del presidente eran altas al cierre del año pasado, la ola de despidos en el sector público, las sospechas de que en CAPRES se ha favorecido ilícitamente a la empresa Polistepeque, la remoción sin razones de peso de funcionarios que, como jefe de la SIGET, estaban haciendo un buen trabajo y el virtual desaparecimiento de Mauricio Funes de la escena pública hacen pensar en  una probable erosión de la legitimidad con la que arrancó su mandato el nuevo gobierno, el 1 de junio de 2009.      

La metáfora del gobierno actual como un barco a la deriva es a todas luces exagerada. Más plausible es la hipótesis de que el gobierno carece de un marco estratégico de referencia y que esa carencia le impide seguir una ruta definida en sus responsabilidades de gestión y conducción sociopolítica y económica. Y la sociedad salvadoreña resiente esa grave limitación del gobierno. Es ella la que parece ser un barco a la deriva.

Proceso nacional desencaminado | 18 de Enero de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

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